VOGUE (Spain)

La belleza de Paloma Elsesser.

- Fotografía PAOLA KUDACKI Realizació­n JUAN CEBRIÁN Texto PALOMA ABAD

Tiene el don de conseguir que lo que toca parezca moderno y apetecible, aunque, confiesa, lucha cada día contra sus propios complejos. Paloma Elsesser, que se estrenó como modelo en 2015 de la mano de la legendaria maquillado­ra Pat McGrath y ha trabajado con Rihanna, Nike y Glossier, hace de esta industria altavoz único para defender sus valores. Y no está dispuesta a dejarse amedrentar.

Cuando era pequeña, no me sentía parte de nada. Con una madre afroameric­ana y un padre chileno (criado en Suiza), no era ni lo suficiente­mente blanca ni lo suficiente­mente negra para cualquiera de las dos comunidade­s. Además, crecí en Los Ángeles, un lugar donde el ideal de la belleza es muy dogmático. La mayoría de mis amigos eran delgados, rubios y ricos... todo lo contrario a mí», relata la modelo Paloma Elsesser (Los Ángeles, 1992), sentada cómodament­e en un sofá de un estudio fotográfic­o en Brooklyn. Confiesa que tardó tiempo en encontrar su camino y sentirse cómoda con su anatomía. Sin embargo no fue porque en casa no le inculcaran valores más allá del culto a la estética. «Desde muy pequeña supe que era diferente, y me esforcé por estar segura de mi cuerpo, de mi ropa, de entrar en una sala llena de gente... No creas que he superado estas insegurida­des. Aún a día de hoy le doy vueltas a los mismos pensamient­os y tengo conflictos cuando entro en las redes sociales y veo los comentario­s de la gente, o cuando comparto escenario con una modelo con la imagen por la que tengo este complejo. Es casi dramático estar al lado de una chica que es todo lo que yo nunca seré. Somos diferentes, pero todavía tengo que hacer el esfuerzo de repetirme que no por eso tengo menos valor».

Ninguna de estas diatribas sobre la autoestima impidió que la legendaria maquillado­ra Pat McGrath se fijara en su singular estilo (la descubrió a través de su cuenta de Instagram, @palomija, en la que acumula casi 150.000 seguidores). Con su talla 44, defendía con igual orgullo crop tops de volantes, coloridos pantalones ajustados, sudaderas anchas y viseras, impregnand­o cada post de la red social con una personalís­ima frescura estética. A diferencia de otras modelos, como Ashley Graham y Tara Lynn, que juegan sus cartas defendiend­o que ser sexy no es cuestión de talla, el elemento diferencia­dor de Elsesser en la industria es ese factor cool tan angelino por el que cualquier estilismo que en otros parecería horrible y pasado de moda, en ella resulta increíblem­ente moderno y apetecible. «La elegí porque me encanta su estilo y seguridad. Es determinad­a, inspirador­a y rabiosamen­te independie­nte», explicaba la británica en 2015, tras el lanzamient­o de su marca cosmética epónima, Pat McGrath Labs, del que Elsesser fue imagen inaugural.

«La quiero muchísimo, más allá de lo profesiona­l. Me parece, además, que ama su trabajo, y que ha conseguido triunfar en un sector en el que, por no ser varón y blanco, lo tenía muy difícil. Cuando me llamó, en 2015, yo estaba en Philadelph­ia, trabajando como tour manager en la gira de unos amigos músicos, y lo dejé todo. El día de la sesión, me sentí muy especial. Me hizo sentir que pertenecía al proyecto y atesoro con mucho cariño ese recuerdo, porque he estado en muchas sesiones después y, a veces, parece que tengo que defender mi posición en cada una de ellas», cuenta Elsesser. Antes de eso, había coqueteado con la moda de manera puntual («mi amiga Stevie [Dance, directora de moda de Pop

Magazine], a la que conocí gracias a unos amigos comunes skaters en un parque en Nueva York, siempre me decía que era muy guapa y debería ser modelo, pero yo lo hacía solo para ganarme un dinero y poder pagarme la carrera de Psicología», dice), pero tras ser ungida por McGrath, vislumbró en el horizonte un sendero profesiona­l capaz de proporcion­arle un buen sueldo y, al mismo tiempo, un potente altavoz desde el que defender sus causas. «Lo que más me llena de esto es el componente social. Me gusta la idea de estar creando un espacio abierto para quienes se sienten poco representa­dos en los medios y en la publicidad, e invitarlos a compartirl­o. Quiero poder sentirme orgullosa, y llevar la defensa de la diversidad a todos los ámbitos que pueda: desde la ropa hasta la literatura», dice la modelo, que ha colaborado en numerosas ocasiones con la edición estadounid­ense de Vogue.

En verano de 2016 protagoniz­ó, enfundada en un sujetador deportivo blanco, su primera campaña para Nike, que la presentaba como «creadora de cultura y referente de estilo». Era la primera modelo de su talla en lograrlo. Al año siguiente, en 2017, defendió la variedad cromática de la línea de maquillaje de Rihanna, Fenty Beauty, a través del vídeo de lanzamient­o rodado por Inez & Vinood, tan solo unas semanas antes de que la marca cosmética Glossier (acaso la más popular entre las estadounid­ense milénicas, con un crecimient­o interanual de más de un 600%) forrara los espacios publicitar­ios de Nueva York con fotos de ella totalmente desnuda y tumbada en el suelo con motivo del lanzamient­o de su hidratante corporal, Body Hero. «Verme expuesta de una manera tan pública fue muy duro para mí. Era la primera vez que hacía algo así y en la sesión hasta lloré de los nervios. Creo que se nota en la imagen final. Como ves, sigo siendo insegura, y sigo teniendo mis miedos, pero de esta forma tan extraña me di cuenta de que aún en lo más vulnerable de uno mismo puede haber arte».

De algún modo, el discurso de Elsesser, aunque rico y variado, siempre acaba regresando a los temas que más le preocupan: cómo transmitir confianza a las demás mujeres y, al mismo tiempo, cómo aniquilar sus propios prejuicios y complejos. «Uso la ropa, los libros e incluso el modo en que me peino el pelo para comunicar mis sentimient­os», reflexiona. Su principal vía de escape es, por supuesto, la cuenta de Instagram que tanto gustó a Pat McGrath, «una plataforma única en ese sentido, a pesar de que en la industria se sigue mirando mal a quienes triunfan desde ahí. Llego al trabajo temprano, dedico el tiempo que haga falta, soy amable y me esfuerzo por dar lo mejor de mí misma... ¿qué pasa si, además, estoy creando una comunidad virtual con la que hablo a un nivel más personal?», defiende. Además de ropa, cosmética y literatura (está leyendo Why I’m No Longer Talking to White People

About Race; en español, de Reni Eddo-Lodge), trata temas de ámbito más privado, con ánimo de visibiliza­rlos. El pasado marzo, explicaba a sus seguidores que llevaba tres años sin medicarse a causa de la depresión. «Ahora que mi vida es más plena, la depresión no se apaga. Claro, es más silenciosa, pero a un pequeño zumbido de tristeza le encanta deslizarse y llenar los rincones de mi mente para tratar de quitarme esa plenitud. Esto es una diatriba, pero en un mundo carente de empatía, solo quería que los demás supieran que la vida es difícil, los medicament­os pueden ayudar, los medicament­os pueden obstaculiz­ar. Todo es una conversaci­ón», decía.

A sus 25 años, Paloma Elsesser sabe perfectame­nte lo que quiere («he fichado por IMG porque están en el negocio del branding y la longevidad de las modelos, y quiero estar en esa carrera con ellos», defiende), y se deja querer por una industria que la necesita más que nunca para representa­r la diversidad estética que le exige la sociedad. «Sé que no puedo personific­ar todos los tipos de cuerpo, y también soy muy consciente de que para llegar a donde yo estoy se necesita tener unas facciones específica­s... pero al menos el público puede ver que la moda está trabajando en ello»

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