DRESS GUIDE
Hasta hace muy poco, los arreglos florales patrios se limitaban al clásico ramo con un par de varas de gladiolos de color salmón, asomando desafiantes cual orejas de burro florido. Las flores se regalaban a las madres recientes y pare usted de contar. Afortunadamente, evolucionamos, hemos pasado del triste gladiolo, oficialmente proscrito, a un festival de peonías, hortensias, rosas de olor antiguo, espigas y ramas de olivo; de tal modo que hoy día no hay evento social o detalle de agradecimiento que no incluya profusión de flores. Los floristas son los nuevos cocineros, quienes, en su día, sustituyeron a los arquitectos. Los floristas son lo más. Las flores han invadido nuestras vidas: las reales y las virtuales. Instagram es el escenario de un mundo cuqui que se sostiene a base de hashtags de tres o cuatro palabras encadenadas, puestas de sol #nofilter y bodegones vegetales. Las flores son tan indispensables en el mundo virtual como los complementos de moda y las poses aparentemente espontáneas. El universo fashionista vive en un eterno boom de pétalos y
de veranos, de Bali a Ibiza pasando por Los Ángeles.
Tras la del ladrillo, estamos en plena burbuja florida. Flores en la cabeza, y en el LFD, el vestidito de flores que es el nuevo LBD, comprado en Australia, en un click, a través de una web. Amapolas, como las de Kenzo, camelias, a juego con el bolsito Chanel, muguetes, en homenaje a Monsieur Dior. Flores hasta en la sopa, y no es broma, porque los pensamientos y las liliáceas salpican las fotografías de platos visiblemente deliciosos de los más reputados chefs.
Pero en el mundo real las flores también tienen su sitio. Cuando uno ya no puede más de vivir en el invierno permanente, de repente, llega mayo y un rayo de sol. Y el campo, y las páginas de las revistas se llenan de flores. Por fin.
En los tiempos en los que se venden más lexatines que lacasitos, una flor obra el milagro. Contra la negrura de los días, sea en su versión ‘depre’ o en la de nubarrones en el cielo, las flores curan mejor que los fármacos. Y es que en cuestión de flores el secreto no está en el uso, sino en el abuso. Cuantas más, y más, y más, mejor