Estética contenida
C uando el pasado cuatro de marzo, Pierpaolo Picciolipresentó su colección de otoño/invierno para Valentino, en el parisino Hotel National des Invalides, brindó algunas de las imágenes más espectaculares de la temporada. Sin necesidad de hacer uso de fuegos artificiales, su contenido ejercicio de austeridad revelaba mucho más sobre la feminidad que cualquier minifalda. Con vaporosas túnicas, grandes capas y superposiciones de vestidos y pantalones, ninguna de las modelos de su desfile mostraba directamente ni un milímetro de pierna –apenas cuatro de ellas permitían vislumbrarlas veladamente a través de vestidos ligeramente transparentes–. Su propuesta no inauguraba una corriente, pero sí reforzaba una idea que se había ido fraguando a lo largo del mes y medio anterior, durante las semanas de la moda, a través de las presentaciones de firmas como Pyer Moss o Molly Goddard.
El discurso de Piccioli se resumía en una frase, pronunciada entre bambalinas: «El romanticismo es una fortaleza si eres capaz de ser asertivo pero no agresivo». Termómetro de la actualidad –con el escándalo Weinstein avivando una necesaria protesta contra el abuso de poder y la indefensión de las mujeres–, esta tendencia a la modestia alcanza una dimensión política. El feminismo, un acercamiento a la sensualidad que evita los códigos heteropatriarcales o la inclusividad en todas sus formas –de edad, religión o silueta, entre ellas– subrayan la representatividad de una mujer que abraza su identidad más allá de un cuerpo. Continuará, seguro.