VOGUE (Spain)

VOGUE ESPÍA

- Texto RAFA RODRÍGUEZ Fotografía MIKAEL JANSSON

En tiempos de incertidum­bre y peligros amenazante­s, los diseñadore­s llaman a la seguridad en el vestir. Aunque la moda como escudo no está reñida con el confort y la calidez, según otra lectura, menos alarmista, de estos días extraños.

De todas las facultades que se le atribuyen a la moda, la sincronía con los signos de su tiempo es, segurament­e, la más extraordin­aria. Intuición antes que abracadabr­a, semejante prerrogati­va le ha servido durante lustros para proponer –cuando no adelantar– las soluciones indumentar­ias pertinente­s en cada momento. Y aunque tampoco ella haya podido evitar acabar siendo rehén de las convencion­es sociales, su visión/capacidad para poner en perspectiv­a lo que hay que vestir (o no) nunca ha dejado de ser relevante. Otra cosa es que luego terminemos perdiendo el hilo mientras intentamos descodific­ar lo que se nos está contando, en gran medida por culpa de esos convencion­alismos que han contribuid­o a perpetuar ciertas ideas (interpreta­ciones erróneas, en realidad) y despojar de significad­o no pocos objetos y símbolos. Obviar el contexto, bien por propia ignorancia, bien porque ha sido deliberada­mente escamotead­o, tampoco ayuda. Así que leer entre líneas corporales, capas de tejidos y superposic­iones sigue siendo un arte arcano, o casi. Hasta que llega una temporada como la actual con un mensaje tan obvio que resulta un clamor: va a ser mejor que nos pongamos a cubierto.

Seguridad y protección son las palabras que se repiten una y otra vez al repasar las coleccione­s de otoño/invierno 2018-2019. La lectura superficia­l, sujeta a lo socialment­e acordado, no avanza nada del otro jueves: es la época, es lo que toca frente al frío y las inclemenci­as del tiempo. El en-

voltorio/silueta cocoon, a lo capullo de seda, vuelve entonces por sus fueros para arroparnos con mimo por tejidos y volúmenes extra. Cozy, llaman a tal efecto, acogedor/placentero/hogareño en onda gazmoña Mr. Wonderful.

Los estilos, prendas y ornamentos estelares del momento responden a esa premisa: elementos textiles apilados, en una vuelta de tuerca al juego de superposic­iones y la eterna estrategia de la cebolla (Balenciaga, Prada, Gucci, Versace, el emergente Richard Quinn); parkas como montañas, de excentrici­dad variable en dimensione­s ( Vetements, Maison Margiela, otra vez Balenciaga); plumíferos, chaquetas y abrigos airbag, en nuevas y acolchadas proporcion­es (Alexander McQueen, Sacai, Chanel); ropajes y accesorios robustos bajados directamen­te de andamios, sustraídos de taquillas de obreros y bomberos (Burberry, Calvin Klein 205W39NYC, Prada); cortes, hombros y adornos de tamaño brutal que invocan la alta costura ochentera (Marc Jacobs, Saint Laurent por Anthony Vaccarello, Miu Miu); capas (Alberta Ferretti, Etro) y hasta sábanas (Rick Owens), edredones y mantas (Roksanda). Por descontado, los materiales abundan en tan cálida invitación: punto por un tubo, sobredimen­sionado (Hermès, Altuzarra, Chanel); borrego natural o tecnológic­amente concebido (Dior, Louis Vuitton); pieles, sintéticas (Stella McCartney, Givenchy, Calvin Klein 205W39NYC, Ralph Lauren, Gucci... y la lista sigue creciendo), y lana antes que cachemir (el mohair es último caballo de

batalla animalista del sector). Estamos tan a gustito, o sea.

Antes de desentraña­r la segunda lectura, la que cuenta de verdad lo que está pasando a nuestro alrededor, permítase una anécdota. Al poco del 11-S, las ventas del emblemátic­o abrigo Sleeping Bag de Norma Kamali se dispararon. Inspirado en un saco de dormir –la diseñadora neoyorquin­a tuvo la visión estando de camping–, confeccion­ado en seda de paracaídas, de abrazo ligero pero contundent­e, la pieza ya se había convertido en un hito de la era disco como mastodónti­ca envoltura de los cuerpos festivos que abandonaba­n Studio 54 al despuntar el alba. Aquella misma sensación de refugio fue la que buscaron los estadounid­enses en el abrigo tras los atentados de Nueva York. Un instinto de protección que, amén de insuflar nueva vida al negocio de Kamali (la creadora, de 73 años, continúa en activo y el Sleeping Bag sigue produciénd­ose con nuevas versiones cada temporada), ha ido recrudecié­ndose hasta nuestros días. Y aquí es donde entramos, por n, en contexto.

Se nota, se siente, cierta amenaza en el ambiente. Espoleados por las políticas del miedo instaurada­s para mayor control de la sociedad hace casi dos décadas, los sucesos de los que tenemos noticia cada día se perciben invariable­mente inquietant­es. De las tensiones nucleares a los continuos abusos de poder, pasando por el auge del fascismo y el cambio climático, la intuición de peligro no deja indiferen- te a nadie. Mucho menos a los diseñadore­s, ya se sabe, esos seres especialme­nte sensibles a las alteracion­es sociocultu­rales. Quizá por eso sus respuestas no se han hecho esperar, con visiones de un apocalipsi­s que ni salidas de la recién estrenada temporada de American Horror Story. Como en la serie de Ryan Murphy, parece que los creadores también vienen a decir ‘esta es tu oportunida­d para sobrevivir’ con sus propuestas, empezando por la de Raf Simons. Desde que llegó a Calvin Klein y se instaló en Estados Unidos, el belga no ha parado de pulsar la tecla del terror geopolític­o, que este otoño/invierno culmina con regusto radiactivo, según un des le que presentaba a los modelos como supervivie­ntes de algún desastre químico o medioambie­ntal. «Seguridad», salmodiaba su nota de prensa.

En Maison Margiela, John Galliano vibra en sintonía, dando paso a una mujer protegida de pies a cabeza –en su colección, los tejidos holográ-ficos, las bras iridiscent­es y el PVC ponen el acento futurista–. La potente fisicidad de su gura encuentra eco en Rick Owens, que va más allá con un órdago dismórfico à la Comme des Garçons que quiere hacer de la anatomía femenina un genuino escudo en tiempos de #MeToo. El mismo discurso de Miuccia Prada en su regreso a los rigores del nylon negro de sus comienzos: «Mi sueño es que las mujeres sean capaces de salir a la calle sin sentirse asustadas», afirma. La moda, esa armadura cotidiana, más que nunca

 ??  ?? Las hermanas gemelas Elektra y Miranda Kilbey, del dúo musical Say Lou Lou, con total looks de Calvin Klein 205W39NYC y Paco Rabanne, respectiva­mente.
Las hermanas gemelas Elektra y Miranda Kilbey, del dúo musical Say Lou Lou, con total looks de Calvin Klein 205W39NYC y Paco Rabanne, respectiva­mente.
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 ??  ?? Yasmin Wijnaldum, con abrigo de piel falsa, parka azul, camisa con capucha y falda plisada, todo de Balenciaga; y Fei Fei Sun, con abrigo, lazada y bufanda, todo de Marc Jacobs, retratadas por Daniel Jackson.
Yasmin Wijnaldum, con abrigo de piel falsa, parka azul, camisa con capucha y falda plisada, todo de Balenciaga; y Fei Fei Sun, con abrigo, lazada y bufanda, todo de Marc Jacobs, retratadas por Daniel Jackson.
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