VOGUE (Spain)

Ralph Lauren celebra el 50 aniversari­o de su primera colección

El diseñador Ralph Lauren celebra los años de su primera colección en plena forma. Charlamos con esta leyenda de la moda, que encarna como nadie el sueño americano, mientras la pareja formada por el actor Patrick Schwarzene­gger y la modelo Abby Champio

- Fotografía THOMAS WHITESIDE Realizació­n D JUNA BEL Texto EUGENIA DE LA TORRIENTE

En las últimas dos décadas no ha sido fácil entrevista­r a Ralph Lauren. La última vez que Vogue España se sentó a conversar con él fue en . A los pocos minutos de iniciar nuestra charla, en su oficina de la Avenida Madison de Nueva York, se adivinan los motivos de esta reserva. Con las persianas echadas para atenuar el ardiente sol de junio, abrigado con un grueso jersey de lana y con un tono de voz que parece un ronroneo, Ralph Lauren te abre las puertas de su intimidad con una delicadeza y un candor inusuales en el actual circo de la moda. Sus acogedores modales y su galantería constante puntúan un relato que se desenvuelv­e sin prisa, como si viviera ajeno a nuestras mundanas preocupaci­ones. No hay rastro de teléfono móvil ni ordenador en su despacho, que, en cambio, está cubierto hasta el último rincón por osos de peluche, maquetas de coches, recuerdos, fotos, libros y minúsculos zapatos que cuesta adivinar si son de niño o de muñeco. Un caos enterneced­or y congruente con el carácter de alguien que pronuncia palabras como bondad y romanticis­mo con una frecuencia inusitada. «Me gustan los objetos y los juguetes. Aquello que entretiene mi vista. Este despacho no está decorado con intención, solo atestado de cosas que me inspiran», explica sentado en una mullida butaca de cuero tostado con reposabraz­os de fibra de carbono automovilí­stica y que fue diseñada por él mismo.

La razón de que Ralph Lauren haya entrado ahora, y con fuerza, al juego de las entrevista­s es la celebració­n este otoño del Ž aniversari­o de su primera colección. Un desfile de Ralph Lauren Collection y una cena de gala en Central Park el  de septiembre de este año han conmemorad­o el medio siglo de una de las historias más exitosas de la moda estadounid­ense. Un vendedor de corbatas, hijo de inmigrante­s judíos de Bielorusia, que termina convertido en titán empresaria­l y árbitro de la elegancia gracias a su propio esfuerzo, supone una encarnació­n tan perfecta del sueño americano y del espíritu de este país como tierra de oportunida­des que sobre un guion resultaría casi inverosími­l. Al conocer a Lauren se comprende que la candidez de la mirada sobre la historia de su país es un buen reflejo de su talante, que ensalza y combina la estética europeizad­a de Nueva Inglaterra, el mito del cowboy solitario que recorre praderas, la riqueza de la tradición indígena y, por supuesto, la elegancia de los años dorados de Hollywood. Una fórmula –inmutable desde ˜™š› y hoy perfectame­nte identifica­ble en todo el planeta– que se ha convertido en una construcci­ón y recreación cultural de lo estadounid­ense a la altura del hombre Marlboro de Richard Prince o de los personajes de Scott Fitzgerald que tanto admira el diseñador y a los que él mismo vistió en la versión cinematogr­áfica de El Gran Gatsby de ˜™ž.

Cada una de sus coleccione­s cuenta una historia, pero todas encajan en la misma narrativa épica que lleva desarrolla­ndo años. ¿Se reconoce como un autor?

Nunca fui a una escuela de moda ni recibí formación específica. Nunca me ha interesado demasiado la moda, en realidad. Lo que me importa es el estilo y la autenticid­ad. Empecé en un cajón en el Empire State Building, no era ni siquiera una oficina entera. Quise hacer corbatas anchas, fabricadas a mano y en seda. Y las vendí con el nombre de Polo de tienda en tienda, vestido con unos vaqueros y una chaqueta bomber, casi lo mismo que llevo hoy. Me compraron tiendas importante­s que, a continuaci­ón, me preguntaro­n qué otros productos podía ofrecer y así continué. No era nadie, y menos comparado con los grandes diseñadore­s americanos y europeos que se habían aventurado en el negocio masculino. Pierre Cardin, por ejemplo, acababa de aparecer y era una sensación. Yo era un desconocid­o, pero mis corbatas se populariza­ron y pasé a hacer camisas, cinturones y trajes. Pero desde mi punto de vista siempre estaba filmando películas, con personajes y una estética. Esto era nuevo en la moda masculina donde no había tantos que construyer­an una historia completa. Y yo lo hice, seguí mi instinto y poco a poco fui siendo reconocido por ello.

Se le considera uno de los pioneros en la concepción de un estilo de vida completo. En  €‚, cuando todavía vendía únicamente corbatas, ya decía: «Promuevo un gusto determinad­o, un sentimient­o total». ¿De dónde salía esa confianza?

No lo sé. Nada más empezar, en Bloomingda­le’s me dijeron que tenía que hacer las corbatas más estrechas. Sabía que si aceptaba me colocaría en una tienda muy importante y que otras vendrían después. Pero me negué. Les dije que lo sentía mucho, pero no podía hacerlo. Me fui de la tienda pensando que había dejado pasar la oportunida­d de mi vida. Ni siquiera sabía por qué lo había hecho. Pero seis meses después volvieron a buscarme. Y cuando las corbatas llegaron a las tiendas fueron un éxito. Ahí empecé a sentirme bien conmigo mismo. Debes tener convicción y confianza, sea cual sea el negocio al que te dediques. Y creer en lo que haces, aunque los que te rodean no lo compartan. Yo sabía exactament­e qué aspecto quería que tuviera mi ropa

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