VOGUE (Spain)

ALICIA FRENTE AL ESPEJO

Ponemos el broche al 30 aniversari­o de Vogue España de la mano de ALICIA VIKANDER. Una actriz que, también nació en 1988 y que, como nosotros, defiende que podemos crear familias creativas con aquellos que comparten nuestra pasión. En una reveladora conve

- Realizació­n PATTI WILSON Texto EUGENIA DE LA TORRIENTE

Ados días de cumplir los años, Alicia Vikander atraviesa el comedor acristalad­o del hotel Ritz. Vestida de negro holgado, su piel tono cobre brilla bajo la luz grisácea de las  de la mañana en París. Nuestra cita es para desayunar, aunque solo el café correrá en esta amena conversaci­ón. La actriz sueca está en la ciudad para asistir al desfile de primavera/verano † ‡ˆ de Louis Vuitton. Nicolas Ghesquière tuvo el olfato de contratarl­a como embajadora de la casa francesa en mayo de † ‡‹, cuando se encontraba en un punto de inflexión de su carrera, justo antes de que el estreno en cascada de ocho películas –entre ellas, La chica danesa y Jason Bourne– la convirtier­an en una estrella global. Una actriz capaz de encarnar a Lara Croft, la emblemátic­a heroína de Tomb Raider, y de recaudar con ello más de † ” millones de euros en † ‡.

Eso significa que el camino a la cima de Vikander se ha vestido casi exclusivam­ente de Louis Vuitton, en una relación que pronto cumplirá cuatro años. «No había estado cerca del mundo de la moda antes», confiesa. «Y temía que fuera muy frío y cruel. Creo que eso puede ser cierto en algunos aspectos, pero en Louis Vuitton han sido muy acogedores. Al principio, no sabía muy bien cómo desenvolve­rme, pero me ayudaron mucho y es una suerte que una de las mayores casas de moda del mundo te guíe en este camino». Vikander habla de Ghesquière con admiración y cariño. También del resto de embajadore­s de la marca, un grupo en el que figuran otras actrices como Emma Stone o Michelle Williams. «Hemos viajado juntos y compartido muchos momentos. Creo que eso se nota. Nicolas siempre se preocupa por la gente y por los vínculos genuinos». El diseñador francés, por su parte, tampoco escatima elogios para ella. «Me encanta su singular belleza, pero sobre todo me impactan sus elecciones como actriz, que van de los proyectos cinematogr­áficos más radicales a los taquillazo­s. Siempre me impresiona la gente que no hace concesione­s y logra triunfar al hacer comprensib­le todo aquello que realiza. Alicia sabe cómo transforma­rse sin traicionar­se a ella misma».

Puede que Ghesquière haya sido su primera relación seria en el mundo de la moda, pero el interés de la actriz por la ropa no nació con él. Fue su madre, la actriz sueca Maria Fahl-Vikander, quien le inculcó el respeto y aprecio por los diseñadore­s. No tanto porque le comprara grandes prendas –algo que no entraba en sus posibilida­des económicas ni logísticas desde Gotemburgo– sino porque le contaba historias, le leía libros y le recomendab­a documental­es sobre alta costura como parte de su formación en cultura y artes aplicadas. «Era un mundo que me interesaba y alimentaba mi imaginació­n, pero que me era muy lejano. Me encanta vestirme y expresarme a través de la ropa. Aunque crecí sin posibilida­d de encontrar muchas prendas, me interesaba la moda y leía revistas como Vogue para tener una ventana a un mundo glamuroso y distinto al mío».

A los ‡‹ años, se mudó a Estocolmo para continuar con sus estudios de ballet y allí descubrió un nuevo mundo de posibilida­des gracias a las tiendas de segunda mano en las que pasaba horas con sus amigas. Una estética que se impuso al breve periodo hip hop que atravesó en la adolescenc­ia –«con grandes pendientes y pantalones Adidas»– debido a un año de clases extraescol­ares dedicadas a este estilo musical.

Rechazada hasta cuatro veces por dos escuelas de arte dramático de Estocolmo al alcanzar la mayoría de edad, la antigua bailarina se fogueó en cortometra­jes y series de televisión hasta que la película Pure de Lisa Langseth le brindó su primera oportunida­d en la gran pantalla en † ‡ . La cineasta sueca buscaba un rostro desconocid­o que pudiera encarnar la siempre difícil combinació­n de delicadeza y fortaleza. «Alicia tiene una resistenci­a especial», recuerda. «Hay mucha gente guapa y con talento que no llega a nada, pero ella podía trabajar †¡ horas seguidas. Creo que tiene que ver con la disciplina, física y mental, del ballet. Puedes pedirle lo que sea y ella lo hará». Al tratarse también de la primera película de Langseth como directora, las dos mujeres compartier­on largos ensayos previos para calmar las insegurida­des. Fue un proceso «muy íntimo, personal y honesto» que propulsó las carreras de ambas. El primer fruto de una colaboraci­ón creativa que continuó con la película Euphoria, de † ‡”, que Vikander protagoniz­ó y produjo. «Entre las dos películas su vida ha cambiado por completo», analiza la directora. «Pero la relación entre nosotras y las razones para trabajar con ella siguen siendo las mismas porque nos interesan las historias con una determinad­a moralidad y que hablan de cómo gestionar los sentimient­os de los demás».

Al echar la vista atrás y analizar los inicios de su carrera, Vikander ha terminado por asumir los rechazos como una oportunida­d. Una que, sin embargo, habla de la desigualda­d que el cine entraña para las actrices. «Mi escuela fue el trabajo y ahí me he encontrado personas que han sido mi inspiració­n y también mis profesores, a veces, sin saberlo. Pero es duro pensar que tal vez no tendría mi carrera profesiona­l actual si me hubieran aceptado en la escuela. Es más fácil para los hombres lograr el éxito empezando más tarde. Para una mujer parece que tienes que haber triunfado antes de los †‹». Ella forma parte de una generación de actrices que ha podido acceder a los papeles protagonis­tas de las películas de acción, un género antes vetado a las mujeres. Como miembro de un grupo que ya incluye a Jennifer Lawrence, Scarlett Johansson, Brie Larson y Gal Gadot, entre otras, Vikander quiere luchar contra esta y otras injusticia­s de su profesión. «Estamos dando pasos, pero son todavía muy pequeños», analiza. «Antes había muy pocas oportunida­des para las mujeres en este tipo de filmes. Así que tengo suerte de vivir en un tiempo en el que estos papeles se presenten. Muchas mujeres han trabajado muy duro para romper ese molde antes que yo y para que nosotras podamos disponer de estas alternativ­as. Es un efecto expansivo que empieza a acelerarse. Creo que continuará y llegaremos a un punto en el que no nos sorprender­á que las mujeres protagonic­en estas películas».

Firmante del manifiesto Time’s Up, Alicia vistió de negro en la gala de los Globos de Oro de este año y quiere aprovechar su posición de poder para impulsar un cambio real en la industria cinematogr­áfica y en la sociedad. «Cada vez que entro en una habitación, me hago preguntas y trato de asegurarme de que todos los que podrían haber sido considerad­os para un trabajo hayan sido discutidos y valorados. Estábamos tan acostumbra­dos a ver habitacion­es llenas solo de hombres, que –incluso considerán­dome feminista– lo había aceptado como la norma. Todos hemos crecido en un entorno distinto, pero hoy se trata de asegurarno­s cada día de que no olvidamos y no aceptamos».

En primavera, Vikander reveló que Julianne Moore la había defendido de la broma ofensiva de un hombre durante un

rodaje. Algo que ella ahora se siente preparada para ofrecer a otras mujeres. «Es interesant­e lo que sucede al cumplir años. Creo que soy más generosa y amable conmigo misma. Siempre he tenido una buena autoestima, pero hay algo distinto, más calmado. Antes cargaba conmigo una preocupaci­ón que me hacía cuestionar­me en situacione­s en la que me sentía insegura. Ahora me he encontrado y es mi turno. Mi posición dentro de la industria también ha cambiado. Y es mi obligación utilizar mi poder como ella hizo. Julianne sabía que no la iban a sacar de la habitación por defenderme; era consciente de su situación. Y ahora me toca a mí hablar y pelear».

Es más que nunca el tiempo de la solidarida­d femenina, defiende. «Las mujeres han sido puestas en una situación en la que el comportami­ento competitiv­o era muy evidente ya que se nos han cerrado muchas puertas. Eso llevaba a pensar que solo había sitio para una mujer. Pero he estado en proyectos mucho más interesant­es cuando he colaborado con amigas o con profesiona­les a las que admiro. Conozco a varias mujeres que han significad­o mucho para mí y que me han elevado y ayudado. Y quiero hacer lo mismo con otras chicas. Ese es el privilegio del que los hombres han disfrutado hasta ahora: la posibilida­d de apoyarse unos a otros. Ahora sabemos que podemos hacerlo».

Hija de una actriz y un psiquiatra, que se separaron al poco de su nacimiento, mantiene una relación estrecha con sus padres. Algo que quedó patente cuando acudió acompañada por ambos a la ceremonia de entrega de los premios Oscar de ‹ ŒŽ, en la que se llevó el galardón a la mejor actriz secundaria por La chica danesa . «He llegado a esa edad en la que se hace evidente lo mucho que me parezco a mi madre», admite. «Según aprendo más de mí misma, comprendo que hay mucho de ella en mí». Pero desde que se fue de casa, a los Œ“ años, ha vivido una existencia nómada. «Creo que nunca he pasado más de seis meses en el mismo sitio», confiesa. A pesar de eso, no se siente desarraiga­da. «Al principio tenía miedo de sentir eso, pero ahora sé que es al contrario. Tengo amigos y personas que me importan en muchos lugares del mundo». Defiende que crea nuevas familias creativas allí por donde pasa, como Japón, donde acaba de pasar tres meses filmando la producción de Ridley Scott The Earthquake Bird. «La gente es una de las razones por las que una y otra vez vuelves al proceso creativo. Hacer películas es un proceso muy intenso, pero a veces lo sientes como demasiado breve. Desearía haber tenido más tiempo. Al principio, me daba pena y ansiedad cuando me separaba del equipo al final de un rodaje. Es como un campamento de verano en cierta forma [risas]. La idea de que no vas a volver a verlos te rompe, pero por supuesto vuelves a encontrart­e. El mundo cada vez se hace más pequeño y es precioso volver a trabajar con alguien cinco años después y reconectar».

Uno de los países europeos que más a menudo ha visitado, sostiene, es España. Muy aficionada a la gastronomí­a, frecuenta el restaurant­e Etxebarri, en Atxondo (Vizcaya), y las mejores mesas de San Sebastián y Ondarribia y ha veraneado en Mallorca e Ibiza. Esa isla fue, además, el escenario elegido para casarse el año pasado con el actor irlandés Michael Fassbender. «Nos casa- mos al final de octubre en un lugar precioso en mitad de la isla. Me encanta esa clase de naturaleza. Y conseguimo­s mantenerlo completame­nte en privado. No creo que se haya visto ni una sola foto de la boda. Fue la única vez en la que tuvimos seguridad, es algo que no utilizo en mi vida cotidiana. Me parece alienante para mí y también para todos mis amigos. Pero ese día era muy importante porque realmente quería que fuera algo muy entrañable. En el mundo que vivimos a veces parece imposible, pero cada invitado dejó el teléfono a un lado y fue un fin de semana de desconexió­n digital para todos».

A pesar de ese gusto por España, elegisteis Lisboa para vivir... Hace casi dos años que nos fuimos a Lisboa y es muy salvaje ver cómo incluso en este plazo tan corto de tiempo han cambiado las cosas. Yo misma me encuentro a veces asombrándo­me de la cantidad de gente que llega, ¡como si yo llevara allí toda la vida! ¡Venid a España, entonces! [se ríe] Bueno, creo que no tenéis de qué preocuparo­s. La gente siempre va a volver a España. Yo, al menos. ¡Me queda visitar Menorca en las Baleares! Y también quiero ir a Tenerife. La comida en España es alucinante. ¿Por qué optasteis por Ibiza para la boda? Es agradable encontrar un lugar intermedio. Somos de dos países distintos y estuvo bien encontrar un sitio que amábamos y al que la gente le podía apetecer viajar. Queríamos reunir a todo el mundo allí y crear un ambiente realmente íntimo.

La privacidad es desde luego importante para Vikander, que suele preferir no hablar sobre su matrimonio en las entrevista­s y evita usar redes sociales. Es poco partidaria de lamentarse por la intromisió­n en la intimidad que conlleva la fama –«eres tan afortunado y privilegia­do que cuesta quejarse por nada»–, pero ha vivido momentos desagradab­les con los paparazzi. «Hasta que no vives ciertas situacione­s, no lo entiendes. Es algo que ni siquiera comparto con mis mejores amigos, porque no me quiero escuchar quejándome. Pero si alguna vez están conmigo y lo sufren se quedan alucinados», comenta.

No es poca cosa ser la primera actriz sueca en obtener un Oscar desde que Ingrid Bergman se hiciera con uno en Œ©ª“. Una sequía de «Œ años que Vikander rompió con la delicada interpreta­ción de Gerda, la esposa de la artista transexual Lili Elbe, en La chica danesa. «Fue muy surrealist­a. Todavía hoy cuando la gente menciona que tengo un Oscar, me quedo desconcert­ada. Es abrumador recibir un reconocimi­ento tan elocuente a tu trabajo. Estamos en esto para contar historias que esperas que le lleguen a la gente. Pero al mismo tiempo eres muy joven y el arte nunca es constante. Me cuesta creer que ahora mismo tengo el poder de elegir mis propios proyectos o de llamar a alguien y proponerle algo. Me encanta actuar, pero sobre todo me encanta hacer películas. Cuando miro atrás y pienso en lo que ese Oscar me proporcion­ó, me quedo con esto: el poder de crear nuevos espacios con esas familias creativas». Desafió a la maldición que arrastra el premio Oscar para los intérprete­s ya que al recibirlo tenía firmado un año entero de nuevos proyectos. Y no parece que esta mujer, que comparte año de nacimiento con Vogue España y tantos de nuestros valores, tenga intención de dejar de escribir su propio guion ®

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Fotografía EMMA SUMMERTON
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