VOGUE (Spain)

La familia elegida.

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Por DANIEL SÁNCHEZ ARÉVALO (Guionista, escritor y director de cine). Escucha. Es lo primero que pensé de él. Este chico escucha. Y en los tiempos que corren, escuchar no es nada fácil. Estaba haciendo el casting de AzulOscuro­CasiNegro. No le conocía de nada. Entró en la oficina y se sentó frente a mí. Y escuchó. Escuchó y entendió lo que yo quería contar. No trató de impresiona­rme. No trató de mostrarse ocurrente. No pasó por encima de las palabras. Estaba allí para hacer los deberes. Y los hizo, vaya si los hizo. Quim es un empollón. Nunca he conocido ni trabajado con un actor que se vuelque tanto en los proyectos, en los personajes, que haga un trabajo con tanta profundida­d. Un ejercicio º para entender a su personaje y descubrir sus recovecos, esté o no esté en el guion.

Quim es pura precisión. Pura emoción. Muchas veces, en muchas de las secuencias que estábamos rodando, me he sentido más como un espectador que como un director. No estaba dirigiendo, estaba disfrutand­o, estaba deleitándo­me con cómo Quim había dado forma, mejorado y ensalzado, lo que yo llevaba años pariendo en mi cabeza. Como con su intuición y su trabajo llegaba hasta terrenos no explorados para mí. Me abría nuevos caminos. Dos ejemplos de este momento donde el director se convierte en fan y no le queda otra cosa más que emocionars­e y aplaudir, son el monólogo inicial de Primos, que clavó en las siete tomas que rodamos, soltando la lagrimita siempre en el mismo momento. Y el monólogo final de La gran familia española, el cual tuvimos que rodar antes de lo previsto, sin prepararlo ni ensayarlo. Quim asumió la responsabi­lidad y me dijo ’ tranqui, Dani, que me lo sé. Vamos a por ello “ , y lo bordó desde la primera toma. Pero basta de hablar del Quim actor, porque Quim es mucho más que eso para mí. Es familia, es hogar, es uno de mis mejores amigos. Uno de mis mayores apoyos. Pero no en sentido figurado. En sentido literal. Yo me apoyo en Quim. Sufro de astenofobi­a, miedo a desmayarme en público. Así que siempre que tenemos la presentaci­ón de una película o un coloquio con público, le obligo a ponerse a mi lado, para que, en caso de sucumbir al pánico, me recoja antes de caerme. Quim nunca me dejaría caer. Pero hace algo mejor aún, me da fuerzas para superar mis miedos. Me acompaña para espantar mis fantasmas. No solo da vida a mis personajes. Me da vida a mí. Te quiero, Quim

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