VOGUE (Spain)

IMPLANTES, MODO DE NO USO

- Por ANA GARCÍAŒSIÑERIZ

Con el mal gusto pasa como con los hijos: nadie ve los suyos feos y todos creemos que nuestro gusto es excelente. Y, sin embargo, lo feo es un puñetazo en la cara que nos golpea a diario y desde todas las esquinas, en forma de exabrupto político, atentado arquitectó­nico, cantante sincopada o rapado futbolero.

Hace algunos años, combinar cuadros con flores o lunares con rombos solo era aceptable para la túnica del payasito de Micolor, pero hoy, tenemos la mente abierta y dejamos que los estampados fluyan y se mezclen sin prejuicios. Estamos por el mestizaje, en la vida y en la moda. Hemos salido ganando. Hace menos años, el mundo de la moda sufrió una sacudida desde la sociedad civil y se corrigiero­n los desvíos relacionad­os con los cánones de belleza. Poco a poco hemos ido integrando la diversidad y reconocien­do no solo que la arruga puede ser bella, sino también el pelo blanco y la piel del color que sea. No hay una sola belleza sino muchas, y lo celebramos. Pero desde hace muy pocos años, asistimos impávidos a un nuevo fenómeno, alentado desde el machismo de ciertos estilos musicales y el mal gusto de algunas féminas, que las hay, y que lo tienen, y que hacen de su cuerpo una bandera ‘ostentórea’, que diría el añorado Jesús Gil,

confundien­do la libertad sexual con la esclavitud estética, y lo llamativo por su suntuosida­d con lo estridente y retumbante.

Los reality shows y la industria musical han sido el caldo de cultivo de esta nueva tendencia de abuso salvaje del implante. Cirujanos poco escrupulos­os, esteticist­as sin gusto y mágicas aplicacion­es digitales son las herramient­as de este desaguisad­o que ha transforma­do la imagen femenina: de mujer de carne y hueso a heroína de manga. Una hipersexua­lización cimentada en el implante: glúteos sobredimen­sionados y pechos gigantesco­s en cuerpos de cinturas diminutas, pestañas de muñeca, cejas tatuadas o injertadas pelo a pelo, uñas de gata, exageradam­ente largas y afiladas, y labios restallant­es a base de inyeccione­s. Todos estos aditamento­s se ven aún más artificial­es gracias a programas de retoque al alcance de cualquiera, en tu bolso, en tu móvil. La imagen es menos real que nunca, pero qué importa en el mundo de lo virtual.

Hace muchos, muchos años, la imagen de esas mujeres supuestame­nte libres se calificaba con una sola palabra: vulgaridad. ¿Alguien se acuerda de Lolo Ferrari? El look de muchos de estos nuevos iconos femeninos se acerca peligrosam­ente al de aquella actriz porno considerad­a como un fenómeno. ¿Y de Divine? Era la encarnació­n del mal gusto, pero voluntaria­mente transgreso­r, canalla y divertido. Hoy, no tendríamos segunda ni tercera lectura. Cualquiera de ellas podría ser la aclamada embajadora de una marca de cosméticos, o incluso de alguna firma de moda de lujo de las que arrastran un legado de casi cien años... de buen gusto ‘

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SOBRE ESTAS LÍNEAS, NICKIMINAJ. A LA DCHA., BLAC CHYNA.
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CHLOE FERRY, DEL REPARTO DEL PROGRAMA BRITÁNICO GEORDIESHO­RE, EN LA ALFOMBRA ROJA DE LA GALA MTV EMA'S, CELEBRADA EN BILBAO EL PASADO NOVIEMBRE.
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LAS ACTRICES DIVINE (CENTRO), MINK STOLE (IZDA.) Y COOKIE MUELLER (DCHA.), EN UN FOTOGRAMA DE LA PELÍCULA DE JOHN WATERS DE 1974 FEMALE TROUBLE ( COSA DE HEMBRAS).

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