ANALIZA ESTO
NIETO DEL PADRE DEL PSICOANÁLISIS, LUCIAN FREUD FUE EL ÚLTIMO GRAN RETRATISTA DE LA NATURALEZA HUMANA. SU OBRA, BRUTAL Y PROLÍFICA, SE RECOGE POR FIN EN UNA MONOGRAFÍA PÓSTUMA GRACIAS AL QUE FUERA SU ASISTENTE PERSONAL DURANTE 20 AÑOS, DAVID DAWSON.
Entre la verdad y la belleza, Lucian Freud solo se permitía contemplar la primera. La verdad desnuda. Fue su respuesta visceral a la mayor mentira del arte, l a que r esulta de adecuar la realidad a cierto ideal esteticista preconcebido. También su manera de bregar c ontra las etiquetas, los estilos que van y vienen, las tendencias que establecen opiniones veleidosas. Cierto que lo ilógico de ciertas representaciones de sus primeras obras pudieron sumergirlo en el surrealismo. Que con el t razo distorsionado y el picado de l a perspectiva rondó el expresionismo. Pero, al final, lo único que queda es la figuración o, como dijo su colega Frank Auerbach, «la configuración de aquello que se percibe natural, vivo y estremece- dor». Justo lo que hizo de Freud uno de los más grandes retratistas del siglo.
«Su trabajo habla por sí solo. Te atrapa. Tiene un efecto emocional, psicológico, sobre quien lo observa». El que habla es David Dawson (Gales, 1960), asistente personal del pintor durante los últimos 20 años de su longeva y prolífica vida. Ha venido a Madrid para presentar la gran monografía que se merecía. Un proyecto excepcional «porque es la primera vez que se recopila su obra de manera exhaustiva y el primer libro sobre él que se publica tras su muerte», explica. Titulada simplemente con su nombre, se trata de dos volúmenes que recogen casi 500 obras de Lucian Freud (Berlín, 1922-Londres, 2011), entre pinturas, bocetos e incluso correspondencia privada ilustrada. Un opus gigantesco desarrollado de manera maratoniana durante ocho décadas. «Era instintivo e impulsivo, no le gustaba seguir una idea que pudiera matar la verdad del momento. Ese era su temperamento», continúa el hoy director del Lucian Freud Archive.
De Leigh Bowery a Kate Moss, pasando por David Hockney o Isabel II, los retratos de Freud son ese resquicio por el que asoma la naturaleza (quizá el alma) humana. «Por eso hay tanta dignidad en la pintura de Lucian. El sujeto es el centro de todo. Creo que los que dicen que sus retratos son duros y hasta crueles están muy equivocados. Hay un enorme respeto por l os personajes», concluye Dawson, que también es pintor. La trascendencia era esto ¥