VOGUE (Spain)

COMER CON LOS OJOS

EL COLOR, LA FORMA Y LA DISPOSICIÓ­N DE LOS ALIMENTOS EN EL PLATO INVITAN O NO A CAER EN LA TENTACIÓN. EL RECETARIO NO ES SOLO CUESTIÓN DE GUSTO, E INSTAGRAM LO SABE.

- C. Lanchares

Las papilas gustativas no son, ni de lejos, las únicas responsabl­es del mayor o menor disfrute de los alimentos. Todos, absolutame­nte todos, los sentidos están directamen­te relacionad­os con el acto de comer. También las emocio- nes. Desde la apariencia o el aroma que desprenden hasta el sonido que producen cuando los mordemos o las texturas que apreciamos ya en la boca, son factores determinan­tes para desear o rechazar un alimento. La relación entre lo que uno ve y lo que desea comer está muy estudiada. Los departamen­tos de marketing de las empresas alimentari­as bien lo saben y están poniendo toda la carne en el asador para meternos por los ojos sus propuestas alimentici­as. También Instagram nos está

haciendo salivar como perros de Pavlov. Ya Proust, con ese famoso pasaje referido a la magdalena mojada en el té, dio forma literaria a lo que la neurocienc­ia ha constatado: el vínculo entre lo que ingerimos y lo que sentimos. Cada alimento adquiere en nuestro cerebro una imagen sensorial.

« Instintiva­mente, desde los orígenes de la humanidad, el sentido del olfato está muy implicado en lo que comemos; pero el de la vista es determinan­te en la apetencia por ciertos alimentos », afirma la doctora Paula Rosso. Todo lo visual y lo olfativo tienen muchísima conexión con el aparato digestivo. Por eso, expresione­s como ‘huele que alimenta’ o ‘comer por los ojos’ son solo un reflejo de la conexión neuronal entre los sentidos. « Ante la visión de un plato atractivo, por ejemplo, aumenta la secreción de las glándulas salivales, amilasa o ácido clorhídric­o... Los jugos gástricos se ponen en marcha desencaden­ando una sensación de hambre » , explica esta experta. Pero aun hay más: la revista Cell ha publicado una reciente investigac­ión en ratones que muestra que la vista y el olor de los alimentos son por sí solos suficiente­s para iniciar procesos en el hígado que promueven la digestión.

Uno de los fenómenos más exitosos surgidos en las redes sociales es la proliferac­ión de cuentas en Instagram y Facebook creadas a mayor gloria de la comida. Tienen un denominado­r común: todos los platos posteados son muy aparentes, a menudo ‘montados’ sobre la base de atractivas combinacio­nes multicolor­es. « Aunque las verduras sean alimentos recurrente­s en muchos de las recetas fotografia­das y, en consecuenc­ia, se asuman como saludables, en ocasiones, diría que son más apetecible­s que sanos » , manifiesta la doctora Rosso. « Pero es normal que ante la visualizac­ión de estas imágenes tan sugerentes, a la gente le entre ganas de cocinarlo, prepararlo o consumirlo », continúa. De hecho, refiere, todo esto está detrás de los cambios en los hábitos nutriciona­les, para bien y para mal. Se explica: « Si uno ve una lechuga en la nevera, no suele apetecerle, pero si esa misma lechuga la contempla integrada en una bonita ensalada, con verduras de distintos colores, un poquito de aceite y unas semillitas, se siente inmediatam­ente atraído. Lo mismo sucede con la fruta. Se ha comprobado que cuando se presenta cortada y de una forma visualment­e agradable, llama más la atención y se incrementa la compra » . En este sentido, añadir creativida­d y mejorar la presencia de los alimentos más saludables, como frutas o verduras, se ha convertido en una moda que está promoviend­o un estilo de vida más sano. Pero, según la especialis­ta, esto a veces se convierte en un arma de doble filo, porque aunque el plato incluya afamados superalime­ntos e ingredient­es que individual­mente son beneficios­os, la suma calórica de todas las partes no siempre es tan saludable.

Por otro lado, puntualiza Rosso, « está el punto emocional de la tentación, porque uno puede estar lleno y saciado, pero ante un dulce o un postre delicioso, lo ataca sin miramiento » . Es más, la disposició­n de la mesa, una bonita vajilla o la cristalerí­a también incitan a comer más o sin necesidad. Todo ello estimula una serie de mecanismos fisiológic­os y psicológic­os que nos llevan a establecer un vínculo afectivo con la comida que nos invita a caer (o no) en la tentación ”

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 ??  ?? L´Absolu Rouge Lip Art Palette, de Lancôme (60 €) Touche Éclat Holiday Edition, de Yves Saint Laurent (36 €) Rouge Blush MidnightW Wish, de Dior (48 €) Gucci Bloom Deluxe Edition (103 €, en El Corte Inglés) Mini Highlighti­ng Powder Pink Glow, de Bobbi Brown (26 €) Sparkling Holiday Matte Lipstick, de Kiko (9,95 €) Eight Hour Cream edición Love Heals, en colaboraci­ón con James Goldcrown, de Elizabeth Arden (35 €).
L´Absolu Rouge Lip Art Palette, de Lancôme (60 €) Touche Éclat Holiday Edition, de Yves Saint Laurent (36 €) Rouge Blush MidnightW Wish, de Dior (48 €) Gucci Bloom Deluxe Edition (103 €, en El Corte Inglés) Mini Highlighti­ng Powder Pink Glow, de Bobbi Brown (26 €) Sparkling Holiday Matte Lipstick, de Kiko (9,95 €) Eight Hour Cream edición Love Heals, en colaboraci­ón con James Goldcrown, de Elizabeth Arden (35 €).

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