UNA MIRADA ÚNICA CAMILA FALQUEZ
Suena la rumba cubana de La Lupe y su Puro teatro, y la mirada de un niño de ocho meses de edad se postra embelesada en el pañuelo multicolor de la joven que sostiene una cámara con una mano y le hace muecas con la otra. Esta le agarra las manos y juntos, acompasados, comienzan un bailoteo que acaba en la carcajada pletórica del bebé. A su alrededor, un cuarteto de mujeres observa la escena, sintiéndose dueñas de la ternura que acaban de presenciar. Resulta inverosímil que la situación se dé durante una jornada laboral en un estudio fotográfico, concretamente en la sesión de fotos que debe dar como fruto la portada de enero de Vogue España. Pero la joven que juega con el hijo del director de arte de la revista es la fotógrafa Camila Falquez (Ciudad de México, ), y en su ética de trabajo, la música y la distensión son dos constantes.
Es la última de las dos jornadas en las que esta artista visual española ha trabajado junto a Vogue en su sexto proyecto conjunto desde marzo de , tejiendo una estrecha relación con hitos como los retratos a Rosalía publicados el pasado septiembre. A la una y cuarto de esta tarde de noviembre, la modelo África Peñalver (Valencia, ) posa enfundada en una blusa de Delpozo de mangas anudadas, tocado también de la firma española y una creación que imita su perfil, obra de la artista Ana Domínguez. La imagen parece mostrar la inocencia de la modelo levantina en un mundo rojo, acechante y feroz. «Me recuerda a una joven Audrey Hepburn, con una bondad añadida que no he visto antes en ninguna modelo. En ella habita el principio de la mujer: la pureza, la verdad. Se muestra tímida, pero curiosa. Fría, pero alerta. Me parece precioso que esta sea la portada», argumenta. Es solo la punta de un iceberg que se ha gestado a lo largo de tres meses, en el que Vogue España le ha encomendado liderar un número que lleva el talento español por bandera en sus más amplias facultades. «Lo más bonito de la propuesta me pareció la carta blanca que se me dio para crear algo desde cero. Me pareció un voto de confianza excepcional, y me exigí estar a la altura».
Son aquellas mujeres que han construido su visión de España, su país adoptivo desde que llegara con siete años junto a sus padres y hermanas, las elegidas para erigir este relato visual sobre género, identidad, pintura y color. Junto a Peñalver, las actrices Rossy de Palma, Najwa Nimri, Berta Vázquez, Sandra Escacena y Jennifer Bucovineanu, las cantaoras Estrella y Soleá Morente, la bailaora Eva Yerbabuena y la modelo Alicia Borrás. «Al principio pensé que se me tomaría por loca, porque no son mujeres que estén especialmente de moda ni tienen nada que ver con las tendencias o la agenda mediática, pero mi propuesta se recibió con tremenda seriedad». Sus diez perfiles son dispares en procedencia y disciplina. Pero comparten, a ojos de Camila, una belleza ética y estética que han logrado defender con soltura, sin adaptarse a los cánones. Me gustaba la idea de presentarlas como las damas distantes que aparecen en los cuadros clásicos. Posando para el pintor con actitud hierática, casi impenetrables para quien las observa», revela sobre los retratos analógicos que forman esta pinacoteca. Se respira en ellos el surrealismo de Salvador Dalí, la ironía de Los caprichos de Francisco de Goya o la dignidad escacharrada del Quijote de Cervantes. Asiente y añade: «Quería rozar lo sarcástico, sin caer en obviedades. Todas tienen caracteres muy fuertes y venían con sugerencias e ideas, pero fue increíble cómo se desarmaron y me dieron toda su confianza para crear algo mágico».
Con frescura de novata pero aplomo de veterana, el contraste que habita en las imágenes de Camila es también una metáfora de su propia vida. «Con solo cuatro años, mis padres se mudaron de México a Barranquilla para buscar un futuro mejor que no resultó factible. Como próximo destino eligieron, casi a suertes, Barcelona. Los comienzos fueron difíciles, pero ahora somos una familia que incluye a mis padres, mis tres hermanas, sus maridos y seis nietos preciosos», concede emocionada. No es la única familia que ha forjado en la ciudad catalana: la artista Carlota Guerrero, la diseñadora Paloma Lanna, la fotógrafa Olga de la Iglesia o la poeta Leticia Sala, que ilustra con un poema este reportaje, forman una red de apoyo afectivo, pero también creativo, que le ha ayudado a reforzar sus cimientos durante sus estudios de Filosofía y Comunicación en la Universitat de Barcelona. «Nos inspiramos mutuamente, ya que somos reflejos de una visión común sobre el mundo que nos rodea». En , con apenas ¦ años, se mudó a Nueva York y empezó a trabajar como asistente de Scott Schuman. Allí se dio cuenta, reconoce, «de que no deberíamos hacer arte que no ayude a generar soluciones y conciencia». Ese es, desde entonces, su lema.
La fotógrafa Annie Leibovitz encontró el suyo propio en la entrevista que concedió al periodista Dave Weich en : «Cuanto más observo mis fotografías, uno de los estereotipos que mejor he conseguido derribar es que la mujer que envejece y llega a la senectud pierde su belleza. Eso es mentira». Es también un resumen ajustado del trabajo de Camila, que ha elegido minuciosamente a estas diez mujeres para mostrar la diversidad que habita en España. «Me hace especial ilusión haber construido un grupo tan rico y abierto, porque creo que en este país sigue sin valorarse la cantidad de inmigrantes que viven en él, y que enriquecen no solo nuestra economía, también nuestra cultura. No he crecido aquí sintiendo que ser inmigrante fuera algo positivo, por eso insisto en la importancia de que Vogue me considere la primera mujer española que fotografía su portada. No tengo uno, sino tres pasaportes –colombiano, mexicano y español– pero es esencial que entendamos España como un lugar diverso donde todos, vengamos de donde vengamos, contamos por igual y podemos aportar. Por eso es tan necesario que un faro cultural como Vogue pueda ser vehículo de esta reflexión, porque así estaremos más cerca de que muchos la entiendan en un futuro» ª