VOGUE (Spain)

EN ALAS DE LA REALIDAD

- Fotografía ELENA OLAY Realizació­n MARTA B AJO Texto R AFA R ODRÍGUEZ

Ganador del concurso Vogue Who´s On Next , Alejandro Palomo ya ha comenzado a diseñar el futuro de su marca. Un salto comercial fraguado desde su Posadas natal. Que Palomo Spain vuele al fin solo no significa que tenga que abandonar el nido.

El ‘ día después’ tiene forma de camiseta. Eso que llaman un ‘ básico’, de algodón, en blanco o en negro, el nombre dorado (tenía que ser dorado) estampado indistinta­mente en el pecho. La tipografía recuerda ligerament­e a la de cierta firma deportiva ligada al boxeo, lo que viene muy a cuento, por aquello de la pegada. ‘ Palomo’, reza. El golpe definitivo. La prenda cuelga sin complejos en el taller de Alejandro Palomo, en la planta baja del antiguo cortijo acondicion­ado también como estudio, salón de pruebas y vivienda personal que tiene a la entrada de su Posadas natal. Comparte espacio entre los excesivos brocados, guipures, satenes y sedas que han puesto al diseñador cordobés en el mapa global de la moda. Es su particular prueba del algodón, esa que nunca engaña: a partir de ya sabremos si hay negocio o no lo hay. Y parece que, después de dos años y medio, las incógnitas comienzan a despejarse. «Ahora Palomo es más legible y atractivo para todo el mundo», afirma su artífice. En un momento en el que la moda es merchandis­ing (al menos en términos de beneficios/éxito comercial), Palomo Spain ha sabido hacer de su exquisita capa un efectivo sayo. La brillan- te maniobra se la ha servido en bandeja el canal multimarca canadiense Ssense -quizá no la más popular de las plataforma­s de venta digitales, pero desde luego la que concita mayor interés a efectos de diseño contemporá­neo-, al encargarle una colección cápsula para vender entre la del actual otoño/invierno y la de la próxima primavera/verano. Además de varios modelos de camisetas (también de encaje y sin mangas), hay sudaderas, bombers y shorts estilo boxeador de raso marca de la casa. Todo con el logo bien visible. «Lo que quieren es la camiseta y la gorra», refiere sin tapujos el creador. Pero matiza rápido: «Obviamente, Palomo es mucho más, pero tiene sentido que la gente desee ponerse algo en lo que se vea mi nombre. Yo lo entiendo como un resumen de todo lo que ha surgido alrededor de la firma. No te pones una camiseta de Palomo sin saber quién está detrás y lo que significa».

A estas alturas del partido, no hace falta explicar Palomo Spain, la marca, ni a su ideólogo y motor creativo, Alejandro Gómez Palomo. Pero quizá sí su nueva realidad como empresa de moda, en proceso de distanciar­se del negocio familiar primigenio. Por de pronto, ya cuenta al fin con su consejero delegado, Joe Fountain (largo tiempo asistente ejecutivo de Manolo Blahnik), y una experta patronista jefa procedente de la confección masculina, Inés Monge (también diseñadora y docente). El nuevo showroom en París se encuentra asimismo en camino. «Estoy en otro mood casi más de empresario. Toda la presión recae en mí, pero debo ser fuerte, porque para crear necesito estar por encima de los números, tengo que vivir en una especie de burbuja idealizada. Si me agobiara con el tema de las facturas, sería mejor dejarlo», concede el ganador del certamen Vogue Who’s On Next š›œž. «Pero es que el aprendizaj­e es ese», continúa, «saber

qué se vende y qué no, lo que puede producirse de manera más económica para que llegue a más gente, facilitar la lectura con un repertorio de prendas mucho más asequibles, no solo de precio, sino también de silueta... Eso sí, sin perder la esencia, que es lo importante y el trabajo más difícil». Cuando Palomo defendió por primera vez su propuesta indumentar­ia para hombre (extravagan­te según unos, incomprens­ible a ojos de otros, rompedora y necesaria a decir de los de más allá), tenía ›œ años. Hoy, a los ›Ÿ, casi cuesta reconocer a aquel joven expectante, nerviosísi­mo porque un Pedro Almodóvar se personara en sus desfiles. De repente, la madurez. «Todo lo bonito que se ha podido decir de mí aquí no se ha traducido en ventas. La gente solo te pide prestado para ir a una fiesta», re- procha. Y apela serio a la razón: «Creo que esos shows en Madrid van a dejar de tener sentido en algún momento para mí. Una inversión tan tremenda como un desfile, al que no van a poder venir los compradore­s o la prensa que realmente han demostrado interés, pues para qué. La colección que presentamo­s en París fue la que más se ha vendido hasta la fecha. No nos sirve montar esos espectácul­os que parecemos los Rolling Stones, con meses de planificac­ión, buscando el sitio y la mejor escenograf­ía, cuidando la música, invitando a §¨¨ personas y que luego no compre nadie. Que sí, todo el mundo aplaudiend­o a rabiar, pero nadie que compre Palomo». Sentado frente al diseñador, Pol Roig asiente silencioso. El modelo y estudiante de arte barcelonés (hijo de la artista Eulàlia Valldosera) no es solo su pareja sentimenta­l, sino también su genuina mano derecha, partícipe incluso del proceso creativo. «Pol es el que muchas veces hace que, al final, entienda un diseño», reconoce. «Defiende como nadie una idea con un solo pedazo de tela blanca, consigue que lo vea y me lo crea. Sabe cómo se tiene que mover lo que estás plasmando en un patrón. Si él se siente incómodo, yo me rayo». Roig forma parte, además, de ese núcleo seminal de amigos que, como el fotógrafo Kito Muñoz o el artista visual Filip Custic, ha contribuid­o a dar forma al particular ‘universo Palomo’. «Compartimo­s los mismos códigos estéticos y siempre nos hemos puesto lo que nos ha dado la gana, sin importar si era de hombre o de mujer», dice el creador, que añade a renglón seguido: «Eso que la gente llama ‘los palomos’ no significa que sean chicos que vayan vestidos con mis diseños. De hecho, ellos pueden inspirarse tanto en mí como yo en ellos». «Alejandro siempre ha tenido los mismos amigos, eso es una suerte. Cuando está aquí, sigue haciendo la misma vida», cuenta Manuela Palomo. «Veinte días después de volver de Londres, al acabar la carrera, dijo: ‘Yo voy a probar aquí’. Y aquí esta-

mos». A la madre del diseñador le brillan los ojos al hablar de su retoño, pero ese «aquí estamos» responde, en realidad, a cierta inquietud. En su empeño por hacer realidad el sueño de su único hijo, es consciente de que ella y su marido, Norberto Gómez, también se la juegan. «La incertidum­bre, eso es lo que me puede, que no sé cuándo vamos a ver la luz», dice Manuela. «Por ahora seguimos siendo un negocio de familia, pero todo esto tiene un recorrido lógico», tercia el padre. «Estamos en fase de creación de una empresa de moda. Ahora mismo, hay una serie de cuestiones que ya no son viables desde el punto de vista familiar y hay que plantearse otras soluciones. Estamos invirtiend­o mucho esfuerzo. Por supuesto, confiamos en él, por eso hemos puesto nuestro trabajo y nuestra vida en sus manos». Y la madre, que insiste: «A mí me da miedo. A los dos nos queda una vida laboral de diez años, así que o funciona solo y se desconecta o vamos en picado [ríe]. Tiene que funcionar».

Norberto y Manuela, que han hecho un máster intensivo de moda en apenas dos años, empiezan a estar hartos de esa cantinela que dice que si Palomo Spain resiste es porque nada en la abundancia familiar. «Somos trabajador­es, como cualquiera. Yo me levanto a las seis de la mañana cada día, no somos rentistas. Nuestro capital es nuestro trabajo», expone la madre, empleada en una escuela de primaria. «No es un niño mimado. Evidenteme­nte, se trata de nuestro hijo y nos tiene para lo que necesite, pero su imagen no está vinculada a nosotros», añade el padre, dueño de una empresa de inge- niería. «Va llegando el momento de que desenchufe­mos y profesiona­les de verdad se encarguen de todo. Quiero salirme de detrás de la barra, como el que dice, y disfrutar de él y lo que hace, participar de otra forma. Aunque también es cierto que ahí está el morbo de Palomo, algo familiar, con mucho esfuerzo». A Norberto, que ha llevado en su furgoneta las coleccione­s a París y ha cortado jamón durante aquel desfile de Nueva York, en febrero de ’“”•, mientras Manuela vestía a los modelos, lo que le puede es el orgullo: «Que lo que hace tu hijo, aparte de ser moda, pueda llevar a cambiar la forma de pensar de la gente, es algo impagable».

«Por muy flipado que parezca, estoy viendo mi propia influencia en la moda ahora mismo. Se ha generado un movimiento alrededor de nuestra propuesta», dice Palomo, que en el momento de este reportaje se encontraba en plena grabación de la segunda temporada Maestros de la costura, el talent show de La”. «Es verdad que, en un principio, acepté hacerlo por dinero», admite. «Pero que un creador con un mensaje tan rompedor, que reivindica el movimiento queer y lleva tacones, pueda estar en prime time me parece totalmente necesario». Pues ya veremos la cara que se les va a quedar a algunos cuando lance su línea de lencería, uno de los proyectos que verán la luz en ’“”— y que está desarrolla­ndo en ese laboratori­o creativo en el se que quiere convertir Posadas. Sí, Palomo Spain está listo para volar solo ˜

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 ??  ?? En esta página, Alejandro Palomo con camisa blanca de Palomo Spain (400 €), y su taller, en la planta baja de su casa en Posadas (Córdoba). En la página anterior, el diseñador, con un trench de Palomo Spain (1.750 €), en la puerta del cortijo. Y el showroom de su marca, en la primera planta. En la doble de apertura, el cordobés, vestido con camisa, pantalón y botines, todo de Palomo Spain, muestra una naranja a su perro, Lucio, en el patio de su casa. Sentados en la mesa, Pol Roig, pareja del diseñador, con traje de Palomo Spain; jersey de Zara (79,99); y botines de Church’s (520 €); Norberto Gómez, padre de Alejandro, con su propia ropa; y Manuela Palomo, su madre, con trench (1.800 €), pantalón (360) y botines, todo de Palomo Spain; y jersey de cuello alto de Mango.
En esta página, Alejandro Palomo con camisa blanca de Palomo Spain (400 €), y su taller, en la planta baja de su casa en Posadas (Córdoba). En la página anterior, el diseñador, con un trench de Palomo Spain (1.750 €), en la puerta del cortijo. Y el showroom de su marca, en la primera planta. En la doble de apertura, el cordobés, vestido con camisa, pantalón y botines, todo de Palomo Spain, muestra una naranja a su perro, Lucio, en el patio de su casa. Sentados en la mesa, Pol Roig, pareja del diseñador, con traje de Palomo Spain; jersey de Zara (79,99); y botines de Church’s (520 €); Norberto Gómez, padre de Alejandro, con su propia ropa; y Manuela Palomo, su madre, con trench (1.800 €), pantalón (360) y botines, todo de Palomo Spain; y jersey de cuello alto de Mango.
 ??  ?? En esta pág., sentado en la ventana del salón, Alejandro Palomo, con abrigo verde (2.550 €) y camisa blanca (350 €), ambos de Palomo Spain. Detalle del salón. En la pág. siguiente, el diseñador con gabardina (1.750 €) y botines; Pol Roig con chaqueta (870 €), camisa (650 €), bermudas (490 €) y sandalias. Todo de Palomo Spain.Maquillaje y peluquería: David Bello (Mercedes Espejo) para Chanel y Shu Uemura. Ayudante de fotografía: Paula Méndez. Agradecimi­entos: Eurostars Palace.
En esta pág., sentado en la ventana del salón, Alejandro Palomo, con abrigo verde (2.550 €) y camisa blanca (350 €), ambos de Palomo Spain. Detalle del salón. En la pág. siguiente, el diseñador con gabardina (1.750 €) y botines; Pol Roig con chaqueta (870 €), camisa (650 €), bermudas (490 €) y sandalias. Todo de Palomo Spain.Maquillaje y peluquería: David Bello (Mercedes Espejo) para Chanel y Shu Uemura. Ayudante de fotografía: Paula Méndez. Agradecimi­entos: Eurostars Palace.
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