PROYECTO
Plan C, lo nuevo del clan Castiglioni.
DERECHOS DINÁSTICOS Dos años después de haber abandonado Marni, el clan Castiglioni regresa al panorama de la moda con Plan C. Una aventura creativa, sensata y reposada, que desafía los nuevos ritmos frenéticos de la industria liderada por Carolina (la primogénita de Consuelo) en compañía de su padre, su hermano y su cuñada.
V olver a las raíces, al lugar donde todo comenzó». Así describe Carolina Castiglioni el viaje que acaba de iniciar y que la ha llevado literal y metafóricamente al centro de sus orígenes. Miembro de una de las sagas italianas más destacadas dentro de la industria de la moda, acaba de ultimar el lanzamiento de su nueva marca, Plan C. Con ella busca resarcirse de su atropellada salida del circuito hace dos años cuando su madre, Consuelo Castiglioni, artífice y fundadora de Marni y junto a la que ejerció durante más de una década como directora de proyectos especiales, abandonara la firma tras venderla al grupo OTB. Una vez finalizado el periodo de dieciocho meses que establecía su cláusula de no competencia poscontractual se despertó en ella la irrefrenable necesidad (innata como es indudable) de desarrollar un proyecto de diseño nacido de su personal visión de la moda y para el que se ha rodeado del mejor equipo que podría imaginar: su padre, Gianni y su hermano Giovanni, como consejero delegado y director de operaciones, respectivamente. L a polisémica nomenclatura de la firma es el punto de arranque de su discurso: «C por Carolina, también por nuestro apellido, y también porque después del plan B viene el plan C... Nunca se nos acaban las opciones», explica con una carcajada.
De un vistazo rápido a los percheros que ocupan el salón del apartamento milanés que les hace las veces de cuartel general, la colección debut para la próxima primavera/ verano 2019 juega con los elementos que han sustentado la estética en la que Carolina ha madurado como diseñadora: «La tensión entre lo masculino y lo femenino, los volúmenes sobredimensionados, un impecable patronaje escultural y los tejidos con cuerpo», enumera. «Me gusta poder llevar todo lo que diseño, así que la primera premisa que me marqué al empezar a crear Plan C fue que, además de una creatividad deliberada, resultara muy ponible», concede.
Encontrar su propia independencia y reafimarla a través de estas prendas ha sido la mayor preocupación de Carolina, que ha plasmado esas ansias de fuerza e individualidad en un armario femenino y deliberadamente urbano, sin aspavientos ni excentricidades. Parkas de algodón japonés, cazadoras de cuero, americanas de hombreras marcadas, faldas midi
plisadas declinadas en dos colores y camisas de corte masculino combinadas con bermudas de lentejuelas verdes aportan el tono general, amén de los estampados con referencias pictóricas, un guiño al capítulo precedente de la era Marni al que no quiere darle demasiada importancia. «Claro que he absorbido de mi madre esa estética que se convirtió en un referente, pero mi visión es mucho más personal», añade.
La facilidad y la naturalidad con la que ha encontrado esta forma de expresión se debe, tal vez en buena parte, al ambiente relajado y doméstico del que se ha rodeado. «Desde que planteamos la firma teníamos muy claro que debía ser a una escala mucho más pequeña que lo que habíamos trabajado hasta ahora, sin tantas ambiciones, presentando solo dos colecciones al año (una de primavera/verano y otra de otoño/invierno) para que la creatividad pueda fluir sin presiones y surgiera de manera orgánica», comenta. Esta dinámica se refleja en un debut que ha cosechado no solo las mejores críticas entre los expertos y entre compradores internacionales como los grandes almacenes Barneys New York sino que está a punto de inaugurar a finales de este mes su primera tienda en Tokio, un país que «históricamente siempre nos ha demostrado su fidelidad», reconoce Carolina. R eabrir las puertas del antiguo piso de Via Visconti di Modrone en Milán, donde nos han recibido, tampoco fue una decisión arbitraria. «Este edificio encierra toda la historia de nuestra familia», agrega a la conversación Gianni Castioglini, patriarca de la saga. «A principios de los años sesen- ta, cuando yo tenía seis años, mi abuela María abrió aquí su taller de peletería, que se convirtió en uno de los más importantes de la ciudad. Ese fue el germen de Ciwifurs, la empresa que fundo mi padre y que desde los años setenta colabora con firmas como Fendi». Aunque durante los casi veinticinco años que Gianni estuvo al frente de Marni junto a Consuelo, el apartamento permaneció cerrado, esta era la ocasión perfecta para rescatarlo e iniciar una nueva andadura entre las paredes que fueron testigo del primer resurgir de los Castiglioni. «Ya somos cuatro generaciones las que nos hemos dedicado a este negocio, lo que dice mucho de la actitud que los italianos tenemos respecto a las compañías familiares», sentencia.
A frontar la creación de una firma en 2018 no tiene nada que ver con la situación que vivieron Consuelo y Gianni a principios de los noventa cuando se aventuraron a fundar una firma iconoclasta como Marni que, amparada en una nueva estética que huía del aburguesamiento, sentó las bases de un nuevo concepto de moda femenina. «Todo ha cambiado radicalmente. Al comienzo éramos un pequeño negocio independiente y los grandes grupos de moda que lideran hoy el mercado no existían. La dimensión actual es muy competitiva. Aunque ahora lo recuerdo como un camino fácil, no lo fue en absoluto. Todo era nuevo y nos lanzábamos a un mercado por explotar. Y aún así, tuvimos éxito», dice con orgullo Gianni. Con una gran humildad y un envidia- ble espíritu de unión, Giovanni, el hermano de Carolina, es el tercer pivote sobre el que bascula Plan C. «Cada uno aportamos nuestro conocimiento específico y, aunque la comunicación es constante y fluida, respetamos mucho nuestro espacio. Ante todo, siempre mantenemos el sentido común y la convicción». Como resultado de las sinergias que se producen entre ellos, su mujer, Cynthia Vilchez, diseñadora venezolana y fundadora de la firma de joyas Aliita, ha sido también bienvenida al clan, instalando su taller en el mismo apartamento. «Compartir inquietudes creativas más allá del ámbito familiar es muy constructivo. Entre ellos la confianza es ciega, se conocen muy bien y no tienen miedo a decirse todo lo que piensan», concluye �