VOGUE (Spain)

OBRAS PARA CAMBIAR EL MUNDO

La colección de arte latinomeri­cano de Ella Fontanals.

-

Poseedora de una de las más imponentes coleccione­s privadas de arte latinoamer­icano contemporá­neo, la mecenas cubana Ella Fontanals-Cisneros aterriza en España con un clarísimo objetivo: compartir su pasión por el talento creativo que despunta al otro lado del Atlántico.

De espaldas a una flamante bañera y frente a una obra del artista milanés Loris Cecchini, una resina de poliéster y pintura que surge de la blanca pared como un inquietant­e y gigantesco nido de ventosas titulado Wallwave Vibration, Ella Fontanals-Cisneros regala en bata un sabio consejo. En la compra de arte, apunta esta experiment­ada coleccioni­sta, hay que creer en el destino, tener paciencia y no sufrir nunca demasiado. «Por una extraña razón la vida te traerá de vuelta esa obra que tanto deseabas y que crees haber perdido o, incluso, pondrá en tu camino otra mejor», revela. Lo ilustra con la historia de un cuadro de Roberto Matta al que tuvo que renunciar en los ochenta en París para reencontrá­rselo años después con la intensidad de un viejo amor imposible en una galería de Miami. Un relato con final feliz pero regado de una de esas fascinante­s aven- turas del arte en la que entran en juego falsas atribucion­es, viudas y vertiginos­os cambios de precio. Fontanals-Cisneros concluye que la obra pasa, pero la experienci­a no. «Lo que yo he aprendido en el arte no me lo quita nadie. Eso es para mí sola. Las piezas cambiarán de manos, el aprendizaj­e nunca».

Lo dice una mujer que empezó a adquirir arte en los años setenta y que ahora posee cerca de 3.200 obras, una de las coleccione­s privadas más importante­s del mundo en arte contemporá­neo latinoamer­icano y fotografía. Como explica la página web de la Fundación de Arte Fontanals-Cisneros (Cifo), «lo que comenzó como la adquisició­n de obras de arte para el disfrute personal ha madurado en un ambicioso proyecto de vida». Un proyecto vital que en los últimos años ha recalado en España; en Madrid cuenta con una de sus tres principale­s residencia­s junto a las de La Habana y Miami.

La firma el pasado ArcoMadrid de un preacuerdo para crear, con la donación de una parte importante de su colección, un museo de arte latinoamer­icano ubicado en el edificio de la Fábrica de Tabacos de Madrid, La Tabacalera,

ha estrechado el lazo entre Fontanals-Cisneros y la capital española. Mientras se resuelven los términos de la firma con el Estado español, aplazada al menos dos veces en los últimos meses, organiza para el próximo Arco, que tendrá a Perú como país invitado, una exposición dedicada al país andino. Instalada en El Instante Fundación, está previsto que participen fondos de tres coleccione­s iberoameri­canas, además de la suya.

En la víspera de la noche en que recogerá el premio Personaje Joya en la XV edición de los premios Vogue Joyas, ultima los detalles en su casa de Madrid. Diseñada por Luis Bustamante, su interior convive con la misma naturalida­d que su dueña con el arte. Entre alguna concesión al país de acogida (Tàpies y Elena Asins en el comedor y el salón) destacan figuras de la abstracció­n cubana como Sandú Darié (en el vestíbulo) o un guiño a uno de los indiscutib­les faros del arte latinoamer­icano, Joaquín Torres-García, cuyo fabuloso cuervo de madera surge como un primitivo tótem sobre una de las chimeneas principale­s de la casa, la de la librería.

El alma del verdadero coleccioni­sta va más allá del dinero», asegura Fontanals-Cisneros. «Es más, seguir el mercado bloquea el aprendizaj­e, colecciona­r debe ser un camino muy personal». Ella apostó por los artistas latinoamer­icanos cuando no tenían el papel relevante que hoy ocupan en todos los grandes museos de arte contemporá­neo del mundo. «Cuando empiezas y eres joven apuestas por algo seguro, y yo empecé muy joven en mi galería de Venezuela. Pero la obra que cambió mi rumbo la encontré en los años ochenta en la [feria] Fiac de París. Yo entonces tenía allí un apartament­o precioso, en el que me encantaba pasar el tiempo con los artistas que empezaba a conocer y que entonces vivían en aquella ciudad. Entonces compré un [Jesús Rafael] Soto que significó un cambio muy drástico para mí porque me abrió la puerta a la abstracció­n que marcó a partir de ahí mi colec-

ción». El cuadro, pertenecie­nte a la extensa serie Vibration, presentaba tiras en blanco y negro yuxtapuest­as con madera y alambre. «Aunque en ese momento no entendía nada, me sentí conectada a la energía de la obra como nunca me había ocurrido antes».

El encuentro con aquella obra de Soto no solo marca el inicio de una ruta visionaria; también la toma de conciencia del coleccioni­smo como una patología incurable. «Es un virus, una obsesión que tiene mucho de adicción. Ahora mismo estamos en medio de un inventario y en mi oficina me han suplicado que no compre nada, pero yo no puedo evitarlo, y lo hago ¡casi a escondidas!». Al preguntarl­e si compra bajo su propio criterio o tiene un equipo de asesores, asegura que en un 98% las adquisicio­nes han sido directamen­te suyas. «No me interesa comprar un cuadro y guardarlo. Me interesa tanto la experienci­a y el proceso como la propia obra. Eso me hace tener mucho conocimien­to de mi propia colección».

Investigar y adelantars­e a un mercado cada vez más caprichoso forman parte de una estrategia ganadora. Dos ejemplos: su trabajo con Sandú Darié, artista rumano-cubano durante años olvidado que formó junto a Lolo Soldevilla el grupo de los Diez Pintores Concretos y cuya obra quedó sepultada cuando en los años sesenta el régimen cubano decidió acabar con la abstracció­n; o con Carmen Herrera, la cubana afincada en Nueva York que a sus 103 años es una de las artistas vivas más cotizadas del mundo. «Cuando le compré el primer cuadro era prácticame­nte una desconocid­a. ¡Y tenía 89 años! Organicé su primera exposición, en Miami, la ayudé y promoví todo lo que pude, donando una obra suya a la Tate, por ejemplo. Para mí todo aquello fue un gran placer. Se merecía ese reconocimi­ento mucho antes, pero finalmente le llegó y yo me siento parte de ese proceso. Y no, no he perdido el contacto con ella». Para Ella Fontanals-Cisneros el verdadero coleccioni­sta influye en el relato de la historia del arte y no es un mero comprador que atesora una fortuna. Según explica, el modelo que le interesa ha quedado fijado en la memoria popular en la figura excéntrica de Peggy Guggenheim: «Sin duda es un referente de coleccioni­sta para mí, porque era una mujer vanguardis­ta y fuera de su época, pero sobre todo porque entendió que el contacto con el artista era muy importante. Vivir la vida del artista es lo que me motiva y me hace vibrar».

Nacida en Cuba, pero de origen español, Fontanals-Cisneros se crió en Venezuela. Allí conoció al que fue su marido, el empresario Oswaldo Cisneros, padre de sus tres hijas. Con la apertura del régimen castrista, decidió volver a la isla. Desde que abandonó Cuba de niña no había vuelto a ver a su hermano mayor, un padre para ella, que se quedó en la isla lejos de su familia. Sus lazos, asegura, nunca se desintegra­ron del todo y pese a que durante años perdió el contacto con sus raíces, supo reencontra­rlas. «Ahora mismo es un momento difícil porque Cuba lleva mucho tiempo a la espera y necesita estabiliza­rse. El turismo ha bajado y la situación se vuelve caótica. Cuba tiene un pueblo educado, que es la base de cual- quier país para el progreso, pero le falta el desarrollo económico. Yo me fui con una imagen, la de una niña, que al volver ya no existía. Mi hermano ya era un hombre muy viejo y toda esa curiosidad del principio se convirtió en dolor para mí. Pero con el tiempo me di cuenta de que ese pueblo, esa gente, tiene algo muy especial. Y Cuba es su gente, un pueblo que tiene unos valores impresiona­ntes. Es una isla bella, sí, con una energía increíble, pero su pueblo es la diferencia, y aunque han perdido muchos valores, siguen teniendo esa alegría de vivir y esa humanidad tan única. Es un país profundame­nte humano. Vas por ahí y hasta te dicen un piropo, ¡Y eso ya no se ve en ningún lugar del mundo! En Estados Unidos sería acoso sexual y aquí segurament­e también, pero allí te alegran el día con esa espontanei­dad que tienen para todo».

Con la idea de fijar su residencia en Europa renació su vínculo con España (sus abuelos eran españoles). «Mis hijas viven en Estados Unidos, tuve un apartament­o 18 años en París y durante una década otro en Nápoles. En todo momento tuve algo aquí, pero siempre era de paso. Sin embargo, mi vida tiene más sentido en Madrid, donde tengo raíces y donde me siento como en casa. Mi estilo de vida no es el de Estados Unidos, yo necesito ser espontánea y no quedar con un mes de antelación con una amiga, en eso los cubanos y españoles se parecen. Además, me siento mucho más cómoda y tranquila en este entorno. Madrid me da paz frente a la incertidum­bre que me ofrece Cuba».

Aunque la casa de la mecenas está situada en una de las calles más señoriales de Madrid, su principal proyecto en la ciudad mira al oeste, concretame­nte al barrio de Lavapiés, el más cool del mundo según la revista de ocio Time Out. A la espera de cerrar el preacuerdo que firmó en tiempos del anterior ministro de Educación, Cultura y Deportes del PP, Íñigo Méndez de Vigo, y que fijaba 2021 la fecha para la apertura del espacio en Tabacalera, Fontanals-Cisneros trabaja en la selección de las obras que destinará al llamado Centro de Arte Contemporá­neo de las Américas, que compartirá edifico con el Reina Sofía y con el actual CSA (Centro Social Autogestio­nado). En total, son 403 obras en donación y alrededor de 600 prestadas para un espacio de 5.000 metros cuadrados que pretende ser un punto de encuentro de coleccioni­stas y comisarios latinoamer­icanos. Sobre la partida de 600 obras explica que se trata de una mayoría de obras cubanas, «me gustaría que algún día acaben allí. Pero si hay un país que debería tener grandes coleccione­s latinoamer­icanas ese es España» añade. «Lo absurdo es que no ha sido así. La Tate o el MoMA se interesaro­n mucho antes por nosotros. Aquí, y gracias al Reina Sofía, todo eso empezó a cambiar, y ojalá los coleccioni­stas podamos ayudar» �

 ??  ??
 ??  ?? Fotografía GORKA POSTIGO Realizació­n LEONOR DELKADER Texto ELSA FERNÁNDEZ- SANTOS
Fotografía GORKA POSTIGO Realizació­n LEONOR DELKADER Texto ELSA FERNÁNDEZ- SANTOS
 ??  ?? En la doble página de apertura, a la izda., escultura de Emilia Azcárate. En la pared, arriba, Dans Le Metro II, de Luis Marsans. Abajo,6320, de Gustavo Pérez Monzón. A la derecha, fotografía Differenti­al Bevel Gears de Hiroshi Sugimoto. A la dcha., Ella Fontanals-Cisneros frente a un cuadro de Gustavo Pérez Monzón.En esta página, la coleccioni­sta de arte, en su casa de Madrid. Abajo, escultura Gran Cuervo, de Joaquín Torres-García.
En la doble página de apertura, a la izda., escultura de Emilia Azcárate. En la pared, arriba, Dans Le Metro II, de Luis Marsans. Abajo,6320, de Gustavo Pérez Monzón. A la derecha, fotografía Differenti­al Bevel Gears de Hiroshi Sugimoto. A la dcha., Ella Fontanals-Cisneros frente a un cuadro de Gustavo Pérez Monzón.En esta página, la coleccioni­sta de arte, en su casa de Madrid. Abajo, escultura Gran Cuervo, de Joaquín Torres-García.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Abajo, cuadro de Rogelio Polesello y jarrón de porcelana de Sèvres. A la dcha., una de las estancias de la vivienda, con la chimenea coronada por una obra de Nedo Mion Ferrario, de 1960. Sobre la mesa, escultura de Manu Muniategia­ndikoetxea.
Abajo, cuadro de Rogelio Polesello y jarrón de porcelana de Sèvres. A la dcha., una de las estancias de la vivienda, con la chimenea coronada por una obra de Nedo Mion Ferrario, de 1960. Sobre la mesa, escultura de Manu Muniategia­ndikoetxea.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain