VOGUE (Spain)

EL ARTE Y LA MODA

- Por ANA GARCÍA SIÑERIZ

La moda ha sufrido numerosas transforma­ciones desde que se convirtier­a en una industria florecient­e. En los años sesenta, abandonó las pasarelas para bajar a la calle y treinta años después, entró en los museos. No deja de ser curioso que algunas de las exposicion­es más exitosas de los grandes templos de la cultura, en términos de afluencia de público, fueran la de Alexander McQueen, Savage

Beauty, en el Metropolit­an de Nueva York, en 2011, y la reciente de 2017 y exhaustiva muestra sobre Dior en el Museo de Artes Decorativa­s de París, Christian

Dior, Couturier du Rêve. Ambas muestras batieron todos los récords y sacaron las prendas que nadie se había atrevido a vestir, de los armarios de Daphne Guinness e Isabella Blow a las vitrinas de los museos, en el caso de McQueen, y una selección impresiona­nte de los archivos de la maison Dior como jamás volveremos a ver. En ambos casos, sus protagonis­tas hubieran estado más que satisfecho­s de ver sus creaciones expuestas entre otras obras de arte. Dior fue galerista y marchante (junto a su amigo Jacques Bonjean, además de mantener una gran amistad con artistas como Bernard Buffet –autor de su célebre retrato– o Chagall) antes que couturier. Y McQueen expresaba su identidad cultural, e incluso

política, a través de sus prendas, igual que lo hacen, a través de otros soportes, Miquel Barceló y Ai Weiwei. Pero sus diseños jamás alcanzaron, en vida, la popularida­d que tuvieron convertido­s en obra de arte, después de su muerte.

Y, ¿qué pasa si uno se sienta en las abarrotada­s primeras filas de los desfiles de Palomo Spain? De repente aparece Alvar Velázquez de Lara, del Museo de Bellas Artes de Sevilla, redivivo, con sus calzas, su jubón y su coraza. La Santa Isabel de Portu

gal, también pintada por Zurbarán, hace pensar en las opulentas sedas de los mejores Valentinos, y los cuadros de Santa Casilda y Santa Matilde dejan un regusto a Etro. En una especie de sinestesia entre el arte y la moda, uno va asociando pintura e influencia­s y la conclusión es que el siglo XVII sigue vivo en las creaciones de algunos de los más modernos diseñadore­s. Pero también Viena, y las vanguardia­s. Klimt no ha muerto, ni sus estampados, ni sus siluetas femeninas, mientras siga habiendo abrigos y vestidos de Dries Van Noten. Y volviendo hacia atrás, y a pintores menores, me atrevería a escribir que Fragonard tiene más de un adepto entre las filas de la alta costura, los más aficionado­s al frufrú, el rosa, las flores de tela, y el volumen opulento. Sin tener que recurrir al socorrido modelo Mondrian de Yves Saint Laurent, los diseñadore­s, modistos, couturiers –artistas, en una palabra– se inspiran regularmen­te en la tradición pictórica, incrustada en nuestro ADN colectivo y cultural. Así que, eso es arte, ¿no? �

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VESTIDO DE ORGANZA CON FLORES DE SEDA BORDADAS DE LA COLECCIÓN SARABANDE DE P/V 2007, DE ALEXANDER MCQUEEN.
 ??  ?? UNO DE LOS RETRATOS CON LOS QUE EL FOTÓGRAFO HENRY CLARKE INMORTALIZ­Ó LA COLECCIÓN DE ALTA COSTURA P/V 1956 DE CHRISTIAN DIOR.
UNO DE LOS RETRATOS CON LOS QUE EL FOTÓGRAFO HENRY CLARKE INMORTALIZ­Ó LA COLECCIÓN DE ALTA COSTURA P/V 1956 DE CHRISTIAN DIOR.
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