RETROSPECTIVA
El Victoria & Albert celebra el legado de Mary Quant.
Icono indumentario de la liberación femenina de mediados de los años sesenta, la diseñadora británica Mary Quant está de vuelta. Al menos en términos museísticos. El próximo 6 de abril, el Victoria & Albert de Londres inaugurará la que será la exposición más completa hasta la fecha dedicada a su muy influyente carrera. Quant no solo revolucionó la moda de la calle con su estética joven, vibrante y minimalista (inspirada en la simplicidad de los uniformes del colegio), anticipando el espíritu permisivo y optimista del Swinging London, sino que la liberó. Sus prendas estaban pensadas para que la mujer pudiera moverse, ir a trabajar y sentir el placer de estar viva. Organizada de manera cronológica (desde 1955 hasta 1975), he aquí una muestra que hará justicia al inmenso legado de una diseñadora cuya historia, más allá de popularizar la minifalda, ha tenido un impacto global durante décadas.
«Quant liberó a las mujeres de normas y regulaciones y su mensaje de empoderamiento, a través de su determinación, ingenuidad y estilo personal único, no puede ser más actual», dice al respecto Jenny Lister, comisaria de la exposición. La propia creadora lo explica así a Vogue España: «Lo que siempre quise fue hacer algo accesible a todo el mundo; que las jóvenes pudieran permitirse diferentes looks. No tenían que vestir como sus madres». Y remata: «Para mí eran muy importantes las sensaciones, a través de las texturas, los colores, los cortes dramáticos, siempre cambiando. La moda evoluciona constantemente y por eso resulta tan divertida».
La comisaria enfatiza la idea de que los diseños de Quant unían la naciente música pop y la nueva energía juvenil tras la posguerra, «llevando al extremo ideas innovadoras y provocando reacciones que, aunque chocantes, pusieron a Londres en el mapa de la moda». Cuando, en 1963, lanzó la línea de difusión Ginger Group para llevar sus creaciones al mercado de gran consumo, ya era la diseñadora más celebrada fuera del círculo parisino.
De ello da cuenta la exposición, que reunirá 120 prendas, amén de accesorios, cosméticos, bocetos y fotografías, la mayoría nunca vistos. «Además de los fondos del museo, que posee la ma-
yor colección de piezas de la diseñadora, hemos tenido acceso a los archivos personales, que guarda cerca de su casa al sur de Londres, gracias a Heather Tilbury, antigua directora y relaciones públicas de Mary Quant Limited», revela Lister. «Quant solía apartar cuatro modelos de cada colección para sus archivos. Su hijo Orlando, con la autorización de la madre, nos ha abierto las puertas del mismo, un hecho sin precedentes», apostilla la propia Tilbury.
Además de sus emblemáticas minifaldas, en la muestra podrán verse otros iconos, como esos pantalones y camisas inspiradas en el vestuario masculino, al que dio la vuelta con nuevas proporciones; prendas confeccionadas en materiales inusuales, como sus gabardinas de PVC; los minishorts y los famosos leotardos de sorprendentes colores, que sustituyeron a las medias.
Heather Tilbury explica la razón por la que el recorrido comienza en 1955: «Es el año en que abrió su tienda Bazaar, en King’s Road, con la herencia de su futuro marido, Alexander Plunket Greene, y de su amigo el abogado y fotógrafo Archie McNair. El éxito fue inmediato y las estrellas del cine, el teatro, la música y el arte eran asiduos, de The Beatles a Audrey Hepburn, pasando por Brigitte Bardot, Leslie Caron, David Bailey, Richard Avedon, Stanley Kubrick o las modelos Jean Shrimpton y Twiggy. En la planta baja estaba el Café Fantasie, lugar de encuentro de la Chelsea set ». A propósito de aquellas chicas del entonces barrio de moda en Londres, Quant recuerda, honesta: «Ni Courrèges ni yo: fueron ellas, las Chelsea girls en King’s Road, las que inven- taron la minifalda. Cuando entraban me pedían que subiera los bajos cada vez más y, en cierta forma, así surgió». L
a diseñadora nunca tuvo un aprendizaje formal, pero su comprensión innata de lo que las jóvenes querían llevar fue suficiente para convertirla en una magnate de la moda. Nacida en Blackheath, un suburbio de Londres, en 1934, Quant era hija de dos profesores que soñaban con un futuro similar para ella y se oponían a que se dedicara a la moda. Como solución de compromiso, se graduó en arte por el Goldsmiths College, donde conoció a Alexander Plunket Greene, un aristócrata «increíblemente guapo, exótico», rememora. «Junto con Archie McNair, formaban un equipo carismático, lleno de nueva energía», añade Tilbury. «Mary arrollaba con su personalidad. Era una mujer estimulante y exigente. Solo permitía lo que estaba perfecto».
Ideal de cualquier departamento de marketing actual, Quant fue también el rostro de su propia marca. «Era natural verla fotografiada con sus creaciones, porque correspondían a su personalidad. Su corte de pelo tazón, obra de Vidal Sassoon, y sus ojos ahumados fueron parte de su revolución, cuenta Tilbury. En plena explosión pop, solo pretendía divertirse. «En realidad, no éramos conscientes de que estábamos creando algo pionero», concluye. «Simplemente, andábamos muy ocupados saboreando las oportunidades y disfrutando de cada logro» � Mary Quant, en el Victoria & Albert Museum de Londres, del 6 de abril al 8 de marzo de 2020 (vam.ac.uk ).