PERSONAJE
El éxito –profesional, digital y comercial– de la maquilladora Lisa Aldridge.
LA MAQUILLADORA BRITÁNICA LISA ELDRIDGE TIENE A MEDIO HOLLYWOOD EN MARCACIÓN RÁPIDA Y SUMA CASI DOS MILLONES DE FIELES EN SU CANAL DE YOUTUBE. AHORA, TRAS LANZAR UNA PEQUEÑA COLECCIÓN DE LABIALES, SU OBJETIVO ES LLEVAR A UN MUSEO SU COLECCIÓN VINTAGE DE COSMÉTICA.
Diez minutos. Es el tiempo en que la maquilladora británica Lisa Eldridge (Inglaterra, 1974) despachó, algarabía y comercio digital mediante, The Ultimate True Velvet Collection, la primera edición limitada de labiales que ha creado. Al menos bajo el paraguas de su nombre («y con mi propio dinero, sin inversores ni otro tipo de apoyo», puntualiza al otro lado del teléfono), porque en eso de desarrollar cosmética para grandes firmas es toda una veterana.
Desde 1998, ha ayudado en la evolución del colorido de Shiseido, Chanel y Boots; y en 2015 se estrenó como directora creativa del maquillaje de Lancôme. «Llevo muchos años trabajando con químicos en laboratorios. De hecho es una de las partes más creativas de mi trabajo», explica Eldridge, justo antes de recordar cómo estuvo a punto de resistírsele la creación de sus nuevos (y agotadísimos) labiales, de una insólita textura aterciopelada. «No conseguía lo que quería, por la complejidad técnica de la elaboración. El color siempre acababa quedándose pegado al molde, así que desistí justo antes del pasado verano. Dejé las muestras en mi estudio, y cada vez que venía alguien me decía que eran maravillosas, así que volví a intentarlo. Al final, salió», cuenta. S u popularidad entre el gran público, sin embargo, no se debe a estas proezas galénicas (que bien podría). Ni al hecho de haber maquillado a Kate Moss, Cindy Crawford, Cate Blanchett, Katy Perry o Amanda Seyfried en reiteradas ocasiones. Sino a la más prosaica, pero tam- bién visionaria, idea de abrir su propio canal de YouTube en 2010. Acumula casi dos millones de seguidores, a los que tan pronto entrega un tutorial con un maquillaje ahumado, una lista de sus protectores solares favoritos o un vídeo en el que, sacando músculo de su extensa agenda profesional, invita a Claudia Schiffer o Alexa Chung a explicar sus rutinas cosméticas.
Es la frescura de sus propuestas la que la ha convertido en una estrella de la Red. El hecho de no haber compartido las mieles de su canal con ninguna empresa, también le ha ayudado a cimentarse una sólida reputación entre sus seguidores. Y lo sabe. «Nunca he hecho contenido patrocinado. De hecho, si alguna vez trabajo con una gran compañía, como ahora con Lancôme, siempre les explico que en mis vídeos no pueden tener ninguna jurisdicción. Si menciono uno de sus productos, es porque funciona y me gusta. Todo el dinero que gano por los visionados va a una ONG que se llama Plan International, que fomenta la educación de niñas en África (principalmente en Uganda) y les ayudan a acceder a colegios, sanidad, asesoramiento legal, etc. Recientemente supe que una de las beneficiarias, a la que Plan International rescató de la esclavitud sexual, ha podido abrir su propio salón de belleza. Imagínate, información sobre cosmética que ayuda a abrir salones. Increíble», cuenta.
En el momento de la entrevista, Eldridge se encuentra en plena mudanza. House of Eldridge, su emblemático estudio londinense [ciudad en la que la maquilladora reside con su hijos, George y Luke, y su marido, el fotógrafo y exdirector creativo de Vogue UK Robin Derrick] se le ha quedado pequeño. Desde el lanzamiento de su colección de joyas el pasado mayo (con precios que van desde los 300 a los 7.000 euros, la mayor parte del stock de anillos y pendientes está agotado) y la línea de maquillaje, que planea extender con «otro lanzamiento este año, no necesariamente labiales», le hacen falta más metros cuadrados. «También crecerá el equipo. Estamos justo moviendo el plató para los vídeos, los kits de maquillaje y toda mi colección vintage de cosmética», dice. No es empresa pequeña. P orque, además de maquilladora de las estrellas, experta alquimista en laboratorios, vendedora instantánea de labiales aterciopelados y gurú de YouTube, Lisa Eldridge también puede presumir de que su pasión por la historia del maquillaje le ha llevado a convertirse en una de las mayores coleccionistas de cosmética vintage del Reino Unido, tal y como dejó patente en su primer libro Face Paint: The Story of Makeup (Abrams, 2015), un repaso a la historia del colorido facial cuajado de imágenes de su archivo personal.
En él, polvos compactos de Chanel de los años cuarenta y coloridas paletas de Biba de los setenta conviven con un labial en forma de pájaro diseñado por Salvador Dalí a mediados de siglo. ¿La joya de la corona? «El portalabiales de Cartier, en oro con un zafiro, de Audrey Hepburn. Se lo regalaron en 1954 y lo llevó en su bolso tres decenios. En 2017 me enteré de que Christie’s lo iba a vender en una subasta y no pude resistirme. La puja fue muy estresante, pero logré comprarlo [la pieza fue adjudicada por 56.000 libras]. Fue emocionante descubrir que, dentro, aún tenía un labial. No solo eso, también marcas de sus labios. Dormí con él bajo la almohada la primera noche que lo tuve en casa. Menuda energía», recuerda, antes de puntualizar que el carmín, por los bajotonos que presentaba, debía ser el mismo que llevaba en Desayuno con diamantes (Blake Edwards, 1961). «Estoy tratando de convencer al Victoria & Albert para hacer una exposición con todos estos artículos. Ojalá se animen». Motivos no faltan �