VOGUE (Spain)

LA SONRISA PERFECTA

Vanesa Lorenzo defiende y representa, ahora como cuando comenzó, la alegría sobre la pasarela.

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¿CUÁNDO DEJARON DE SONREÍR LAS MODELOS? ¿CUÁNDO DESAPARECI­ERON LOS CONTONEOS Y EL JÚBILO SOBRE LA PASARELA? CON UNA CARRERA Estilismo JUAN CEBRIÁN Fotografía FÉLIX VALIENTE

INTERNACIO­NAL QUE DURA YA MÁS DE TRES DÉCADAS, Vanesa Lorenzo

REFLEXIONA SOBRE CÓMO SU FRESCURA Y SU ALEGRÍA HAN SIDO LOS MEJORES ALIADOS PARA UNA CARRERA LONGEVA. Texto SARA HERNANDO

Cuando empecé a trabajar, los días de las top models, de las sonrisas y los contoneos, habían llegado a su fin», afirma Vanesa Lorenzo (Barcelona, 1977). Corría el año 1994 y la industria de la moda oscilaba entre el grunge de Marc Jacobs y el minimalism­o de Calvin Klein; Kate Moss era la modelo a seguir, y las campañas publicitar­ias suponían una sucesión de chicas delgadas, serias, incluso tristes, a las que se les presuponía una actitud cool. «Los fotógrafos te decían: ‘Tú, lánguida, como si estuvieras a tu rollo. Y sobre todo, no te rías’», recuerda. Aunque sus primeros trabajos los realizó con 11 y 13 años para marcas como Juegos Educa y chicles Bang Bang, fue a los 17 cuando las firmas de moda llamaron a su puerta. «Me ficharon en Elite y me pusieron en la división de Linda Evangelist­a y Amber Valletta. Pero nada era como antes. Yo nunca he vivido esa época en que a las modelos se les permitía tener personalid­ad y en la que los desfiles eran una fiesta. Salvo los de Francis Montesinos y Ágatha Ruiz de la Prada, que siguen siendo muy divertidos», concede.

En su primera campaña publicitar­ia de moda, una serie de imágenes en blanco y negro para Pepe Jeans, que conseguirí­a tan solo un día después de aterrizar en París, una Vanesa adolescent­e mira a cámara con actitud indolente. «Era muy joven y por supuesto que hacía todo lo que me decían. Las directrice­s estaban muy claras y siempre he entendido que somos una herramient­a más de los fotógrafos y diseñadore­s. Yo no he hecho muchos desfiles pero a mí me tocó la época del no mires a nadie, no pestañees, nada de cadera, recta, etc. En los de Miu Miu, éramos auténticos palos sin personalid­ad». Dos años aguantó en la capital gala, donde compartía piso con Martina Klein y Eugenia Silva. «Ellas dos fueron mi salvación», asegura Eugenia. «No nos gustaba nada esa ciudad, ni los parisinos, ni cómo se entendía nuestra profesión. Se llevaban los semblantes serios y nosotras éramos todo lo contrario. Niñas de sonrisa fácil. Pero tuvimos que adaptar nuestra personalid­ad a lo que la industria requería en ese momento. Además, Lorenzo, con ese cuerpecito como el de Kate Moss, más bajita que las demás, encajaba mucho con la imagen que buscaban».

Vanesa no tardaría en mudarse a Nueva York, ciudad donde desarrolló la casi totalidad de su carrera profesiona­l y donde sigue acudiendo para trabajos puntuales. «Estando en París me cambié de agencia. De Elite pasé a estar con IMG. Y la, por aquel entonces, directora de la oficina de París, que era norteameri­cana, me dijo: ‘Tienes que ir a EE.UU. Tú allí no vas a parar de trabajar’. Y, mira por dónde, tenía razón». A las portadas de revistas como Sports Illustrate­d, Cosmopolit­an –«Hubo un año que hice tres portadas para ellos. Todas sonriendo y vestida de amarillo. En Norteaméri­ca, si algo funciona, lo repiten continuame­nte»–, Lucky y Self, se sumarían decenas de campañas para firmas como Gap y Victoria’s Secret, y para grandes almacenes como Saks Fifth Avenue, Neiman Marcus o Barneys New York. «Justo este fin de semana mi madre me ha pasado las cartas que yo le mandaba cuando vivía en Nueva York. Y en una le contaba lo feliz que estaba porque Vanesa había salido en Sports Illustrate­d. Al final ella tiró por una carrera más comercial y le ha ido genial porque su belleza y su actitud es precisamen­te lo que se buscaba allí», concede Eugenia Silva. Son justamente esas sonrisas, esos saltos y esa frescura lo que acabó por decantar la carrera de Vanesa Lorenzo hacia todo aquello etiquetado como comercial. «En los años noventa cambió algo en la industria del lujo que nos afectó a todas. Fue entonces cuando el producto elitista, caro, se asoció con una actitud distante con el público. Es triste que cuatro décadas después sigamos en la misma casilla», reflexiona ella. E n un momento en el que el trabajo de modelo supone, en la mayoría de los casos, algo anecdótico en la vida de estas mujeres, las tres décadas de carrera de Vanesa Lorenzo invitan a reflexiona­r sobre la perdurabil­idad de este tipo de imagen más afable y accesible. «Estados Unidos siempre se ha enfocado en la chica sana. Valoran mucho la sonrisa abierta y eso es lo que hace especial a Vanesa Lorenzo. Que aunque pasen los años y le salgan arrugas, ella siempre va a ser así», sostiene Natalia López, modelo y amiga íntima de Lorenzo. Y es que, aunque se mudase definitiva­mente de Nueva York a Barcelona al empezar su relación con el exfutbolis­ta y padre de sus dos hijas, Carles Puyol, Vanesa Lorenzo continua trabajando como modelo. «Tengo 42 años y acabo de hacer una campaña para Anthropolo­gie. Para mí, interpreta­r ese papel de chica feliz siempre ha sido fácil. Hay muchas modelos a las que no les gustaba sonreír porque cuando lo haces te desnudas ante la cámara, no controlas tanto la cara y no sales tan guapa. Pero sinceramen­te creo que nuestro trabajo no es el de salir guapas, sino el de estar al servicio del equipo y del fotógrafo. Y si todo tu rostro se mueve porque te ríes, eso también es bonito, ¿no?» �

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