VOGUE (Spain)

EL CHALECO (AMARILLO)

- Por ANA GARCÍA SIÑERIZ

Hace diez años se lanzó en Francia una genial campaña de publicidad institucio­nal. El protagonis­ta era el también genial Karl Lagerfeld, con la imagen impecable a la que nos tiene acostumbra­dos –corbata de lazo, traje negro y rostro impertérri­to– rematada con un complement­o que desentonab­a: un chaleco amarillo reflectant­e de los de todo a cien. El objeto de la campaña, del organismo equivalent­e a nuestra Dirección General de Tráfico, fue un éxito total a pesar de que glosaba las caracterís­ticas de la prenda que nos vendía sin literatura ni piedad: «Es amarillo, es feo, no pega con nada, pero puede salvarte la vida». La propuesta estética/salvadora de Lagerfeld caló tanto y tan hondo que, desde entonces, no hay francés que no lleve un chaleco amarillo guardado en el capó, al lado del gato y la rueda de repuesto. Desde hace unos meses, muchos se lo han colocado cada fin de semana. ¿Quién iba a imaginar que una prenda cuya única función era ser visto para evitar accidentes en las carreteras iba a convertirs­e en el emblema de una revuelta popular? Malditos publicitar­ios, que diría Macron. El chaleco amarillo ha traspasado su propia utilidad para convertirs­e en una seña de identidad: la de todo un grupo social. Como en su día la parka verde de los mods, la cazadora de cuero de los punks, el polo y las perlas de los niños bien. Las prendas y complement­os con que nos cubrimos, nos definen. Un trozo de tela diminuto puede ser revolucion­ario, como la minifalda de Mary Quant. Pueden ser el estandarte de un movimiento, como los chalecos amarillos o el símbolo de una reivindica­ción, como los sujetadore­s que quemaban las feministas del siglo pasado. Un estilo, como el de los hippies, también es capaz

de cambiar el curso de una generación y de toda una sociedad. Pero, además, la moda es un fenómeno de ida y vuelta. La moda recoge lo que encuentra en la calle, lo interpreta y lo devuelve convertido en objeto de deseo para otro grupo social. Visita las cárceles y encumbra los pantalones caídos de los presos a los que se les priva de cinturón. Sube a las pasarelas la ropa deportiva. Escruta, chupa, devora. Transforma y sublima, convierte en arte lo que no tiene más que utilidad. No sería tan raro que esos mismos chalecos que promocionó Lagerfeld, y que han saltado a las calles para convertirs­e en el símbolo del malestar de una parte de la población francesa, vuelvan al universo del diseñador que tan brillantem­ente, y para otro uso, los promocionó. Casi imposible que los veamos en un desfile en el Grand Palais, pero, atención a las coleccione­s de Katharine Hamnett, Vivienne Westwood o Vetements. ¿Chaleco amarillo como tendencia? Veremos lo que nos trae el 2019 �

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KARL LAGERFELD EN LA CAMPAÑA PARA SÉCURITÉ-ROUTIÈRE EN 2008.
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 ??  ?? SUZY MENKES, CON CHALECO AMARILLO, JUNTO A ANGELA AHRENDTS, DE APPLE, EN WASHINGTON DC.
SUZY MENKES, CON CHALECO AMARILLO, JUNTO A ANGELA AHRENDTS, DE APPLE, EN WASHINGTON DC.

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