PERSONALIDAD (VISUAL) MÚLTIPLE
LA TERCERA COLECCIÓN DE GAFAS QUE GIGI HADID HA DISEÑADO PARA VOGUE EYEWEAR ES UNA ODA SENTIMENTAL A SU CIUDAD DE ACOGIDA. CITA EN NUEVA YORK CON LA MODELO QUE VE LA VIDA DE TODOS LOS COLORES.
La primera vez que Gigi Hadid (Los Ángeles, 1995) hizo las maletas y se instaló en Nueva York con la firme determinación de hacerse un hueco en la industria como modelo tenía 18 años. La meca de la moda estadounidense fue el trampolín que la catapultó a la fama planetaria, de ahí la vinculación sentimental que desde entonces tiene con la metrópoli. Un amuleto y un testigo silencioso que, en el transcurso de estos cinco años de carrera, la ha visto triunfar hasta alzarse no solo como una de las tops más cotizadas, sino también como la imagen de 2018, elegida por la web especializada Models.com. «Siento que esta es la única ciudad en el mundo donde la gente es capaz de salir a la calle y expresar su verdadera personalidad, sin sentir miedo o vergüenza», cuenta mientras se dispone a desvelar su nueva colección de gafas para Vogue Eyewear. Ya es la tercera ocasión en la que Hadid se hace con los mandos creativos de la firma
de óptica para desplegar su talento más allá de los contoneos que la pasarela le permite. Una vocación natural en ella, hija de un arquitecto y una interiorista, cuya infancia transcurrió entre bocetos y proyectos.
El arte es algo que lo trasciende todo, que me relaja y a través del que puedo expresarme», confiesa la modelo, que de pequeña ya sentía fascinación por las gafas de sol. «El primer par que tuve fue un modelo de Barbie, de plástico rosa», recuerda con una sonrisa nostálgica. «Desde que llegué a Nueva York, las gafas se han convertido en mi accesorio favorito. Son algo esencial para mí. Tengo una conexión emocional con ellas porque, cuando salgo de casa cada mañana y hay fotógrafos en la puerta, es como si se convirtieran en mi escudo protector. Me dan confianza para enfrentarme al mundo».
De las aceras del SoHo y su incombustible vida nocturna surge un modelo que fusiona el glamour de los noventa con la irreverencia del vintage (con incrustaciones de cristales Swarovski incluidas). La resplandeciente silueta de los rascacielos de Manhattan vista desde el High Line inspira piezas vanguardistas con geometrías futuristas y lentes de espejo. La feminidad de la montura en forma de ojo de gato se estrecha para doblegarse ante el regreso de la cultura underground, que la modelo asocia con la calle Lafayette. Así hasta una docena de diseños en los que plasma las personales memorias sentimentales que Nueva York ha fijado en su retina. «Tras las dos experiencias previas con la marca, siento que esta entrega es con la que he estado más cómoda a la hora de salir de mi zona de confort», termina. «Ha sido un reto poder explorar nuevas formas, colores y texturas» �