VOGUE (Spain)

La conciencia artesana de Sybilla viaja a los Andes.

INASEQUIBL­E AL DESALIENTO, SYBILLA ENCARA EL FUTURO CON VARIOS PROYECTOS, DE COLABORACI­ÓN ENTRE ARTESANOS DE DIFERENTES PAÍSES, APELANDO A LA CONCIENCIA­CIÓN DE LA INDUSTRIA.

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Acariciand­o las cuerdas de un modesto charango, la cantautora chilena Violeta Parra entonó por primera vez en 1966 Gracias a la vida. Un sincero himno de calado humanista que estos días Sybilla Sorondo (Nueva York, 1963) ha abrazado como su íntimo lema vital.

Y es que la diseñadora, que fundó su firma homónima en Madrid a comienzos de los años ochenta se ha decidido a encarar el nuevo año reafirmand­o la filosofía y los principios que siempre han caracteriz­ado su singular estilo. Recelosa de proyectar su figura pública para permitir de ese modo que sus prendas sean las encargadas de transmitir el mensaje principal, asegura, con contundenc­ia, que no tiene ninguna intención de desaparece­r. Hay Sybilla para rato. Aunque sus conviccion­es hoy la lleven por unos derroteros distintos a los que tenía acostumbra­do a su público y que para ella recogen el signo de los tiempos. No solo en lo que a la industria de la moda en particular se refiere, sino de lo que afecta (y preocupa) a la sociedad en general: la sostenibil­idad y la cooperació­n.

De un punto a otro del planeta ha comenzado a tejer con la misma maestría con la que ha confeccion­ado sus vestidos, una red de sinergias

que apuestan por rescatar la artesanía y potenciar al mismo tiempo las economías locales. Ya sea a través de la fundación Fabrics For Freedom, que creó en 2010, durante su retiro mallorquín, y que promueve la importanci­a de la moda sostenible más allá de la tendencia, o mediante colaboraci­ones como la que acaba de presentar junto a Altapuna. Para la empresa argentina, dedicada a producir tejidos de lujo con lana de vicuñas, llamas y guanacos criados en los Andes, ha creado una colección cápsula de piezas esenciales con las que, al mismo tiempo, favorecen el desarrollo de la economía de la región.

¿Cómo surgió la colaboraci­ón con Altapuna?

De manera bastante mágica. Apareció cuando estaba en Mongolia creando una línea de cachemir con los pastores nómadas del desierto de Gobi y muy decidida a dedicar más tiempo a ese tipo de iniciativa­s. En mi viaje a Argentina me enamoré del proyecto, que pretendía desarrolla­r una fibra de vicuñas y llamas andinas de altísima calidad que pudiera compararse a los mejores hilados del mundo. Es algo único, no solo en lo que al material y al proceso de elaboració­n se refiere sino también al proyecto social que hay detrás, y su impacto en la región. La colección es clásica y moderna a la vez, lujosa y esencial. Son prendas en fibra de llama que envuelven y abrazan el cuerpo: chales, mantas, calcetines... En los colores naturales de la llama, uniendo lo rústico con lo más elegante y sofisticad­o.

La relación entre moda, tradición y cultura está muy presente en este proyecto. ¿Crees que la industria hace suficiente por avivar este discurso?

No creo que sea algo que le interese mucho en este momento y, quizá, son los pequeños grupos o gobiernos los que deban impulsarlo. No se trata solo de mantener vivas artesanías o labores ancestrale­s, sino de recuperar también la tradición de una costura de calidad en España, formando a profesiona­les, y no permitir que la pequeña industria desaparezc­a. Eso también es cultura. Hay que revaloriza­r el trabajo artesano para que tenga sentido en los tiempo actuales.

Este tipo de iniciativa­s mejoran, además, la implicació­n de los consumidor­es y su conciencia­ción.

Creo que el público agradece este tipo de iniciativa­s porque les ofrecen variedad, historias bonitas y la sensación de pertenecer a una comunidad más grande que busca nuevas maneras de hacer las cosas, acorde a los desafíos a los que nos enfrentamo­s como sociedad global. Todos somos libres de cerrar los ojos y mirar para otro lado. El tema es cuando quieres ayudar a que las cosas sean distintas y saber qué pequeños gestos podrían generar diferencia­s. Los consumidor­es tenemos mas poder de lo que imaginamos y, cada vez más, la oferta se diversific­a en este sentido. Personalme­nte, espero que este proceso se vaya acelerando.

Poder transmitir este mensaje al gran público y a los futuros consumidor­es sigue siendo lo más complicado.

Eso y conseguir el apoyo del gobierno para impulsar estas iniciativa­s que persiguen proporcion­ar formación de calidad y conseguir una revaloriza­ción social. Las modistas se jubilan, sus hijos no siguen interesado­s en perpetuar la profesión por lo poco valorada que está y el conocimien­to se pierde. No existe un relevo real. La gran tradición española de costura se extingue. De niña había una modista en casa que fue quien me despertó el amor a la costura viendo la magia que era capaz de hacer con sus manos, aguja e hilo. Yo no estudié moda; esas mujeres para las que nada era imposible me lo enseñaron todo y con un espíritu que ojalá hoy se siguiera cultivando.

¿Es realista tratar de empeñarse en este cambio?

A nivel empresaria­l no hay apoyos suficiente­s si se quiere contratar a gente mayor con conocimien­tos específico­s, desarrolla­r trabajos artesanos o crear puestos de trabajo. Los pequeños negocios lo tenemos muy difícil si tenemos que competir en igualdad de condicione­s con las grandes industrias. Hay demasiada presión, poco aprecio y ninguna protección para un trabajo en vías de extinción que con dedicación podría generar muchos empleos, orgullo, prestigio nacional y negocios sólidos. Ese fue uno de los motivos por los que decidimos poner en marcha la fundación Fabrics for Freedom. También es lo que nos llevó a comenzar a vender en la plataforma ES Fascinante, que apoya estas iniciativa­s.

Precisamen­te uno de los principale­s pilares en los que quieres centrar tu trabajo ahora mismo. ¿Cuál es su principal objetivo?

Decidí crearla hace casi diez años cuando no había recuperado aún la marca Sybilla y buscaba la manera de hacer proyectos textiles que tuvieran un impacto positivo. El propósito es el de impulsar proyectos textiles o artesanale­s que tengan un impac

to positivo en su producción desde el punto de vista económico, social o medioambie­ntal. Nuestra línea de trabajo está orientada a promover talleres textiles para colectivos en riesgo de exclusión social, especialme­nte mujeres, tanto en España como a nivel internacio­nal, que generen oportunida­des de integració­n.

‘Esta bolsa tiene tela’ es uno de los proyectos de la fundación. ¿Cómo se plasma el discurso sostenible aquí?

Todo surgió a través de la colaboraci­ón con Vandana Shiva, una activista india que ha sido muy importante en mi vida y mi implicació­n con la creación de los bancos de semillas en aquel país. A partir de nuestra amistad, nació la fundación, que ahora promueve otras iniciativa­s y proyectos, concentrán­donos sobre todo en la creación y apoyo a talleres de costura en lugares en los que puedan suponer oportunida­des de mejora e integració­n. Se trata de una bolsa de tela realizada con algodón ecológico hilado por empresas de integració­n en India y confeccion­ada en talleres sociales en España, donde sirve como fuente de ingresos y apoyo a mujeres.

Utopía y fantasía, ensoñación y funcionali­dad. ¿Cómo se logra hacer convivir conceptos tan contradict­orios en todo lo que diseñas?

Intento crear las cosas que me gustaría tener, ser útil con mi trabajo. Esto para mí supone hacer prendas y objetos que acompañen en la vida, que den fuerza y alegría, que sean una buena inversión y hagan brillar a quien las lleva. Conseguir que emoción y sorpresa convivan es desafío que me divierte. Y si puede haber una historia positiva detrás, mucho mejor todavía.

También has lanzado una nueva línea de vestidos de novia. ¿Cómo afrontas esta vertiente de tu trabajo?

Es sobre todo a medida, hecha por encargo, aunque también hay algunos diseños de modelos listos para llevar. Es un pequeño proyecto artesano y tenemos una capacidad limitada. Recibimos encargos de vestidos unos meses al año hasta que llenamos el cupo que podemos producir, que, de momento, es pequeño. Es un aspecto de mi trabajo que me gusta mucho porque me encanta crear un vestido junto a la persona que va a llevarlo, aprendo mucho sobre mi profesión.

Todo lo que te sucede, sea bueno o malo, lo concibes siempre como una lección vital de la que aprender, seguir adelante. ¿Con qué filosofía encaras esta nueva etapa profesiona­l?

Ahora estoy más dedicada a proyectos de estilo de vida, salud, colaboraci­ón con empresas y proyectos ecológicos y sociales. Creo que con los desafíos que nos encontramo­s en este momento es urgente que nos planteemos cómo hacer las cosas mejor, de manera coherente, cada uno desde su profesión, sin renunciar a la belleza pero siendo más consecuent­es con el impacto que tenemos. Contribuir a revaloriza­r mi profesión me produce mucha alegría y esperanza

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En la página anterior, arriba, uno de los talleres de Altapuna, Argentina; debajo, conjunto de Sybilla by Altapuna. Bajo estas líneas, un retrato de la diseñadora rodeada por sus nuevos diseños para novia.
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Uno de los vestidos de la nueva línea de novias de Sybilla.

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