El gran momento, artístico y personal, de Salma Hayek.
La de Salma Hayek y Penélope Cruz se ha revelado como una de las relaciones más sólidas y duraderas de Hollywood. Con cinco películas pendientes de estreno, la mexicana vive, además, un momento dulce.
Antes de conocerla ya era muy fan de Penélope (sigo siéndolo, creo que es una de las mejores actrices de nuestra generación). Veía todas sus películas y, además, teníamos varios amigos en común. Cuando fui a Cannes para presentar Desperado (Robert Rodriguez, 1995), la prensa española me preguntó con quién me gustaría trabajar. No lo dudé: con ella, porque me encanta. Su papá vio la entrevista y se lo contó. No recuerdo ni qué dije, pero seguro cosas muy buenas y muy ciertas. Ella consiguió mi teléfono, para darme las gracias e, inmediatamente, hicimos clic. Iba a ir a Los Ángeles, donde yo vivía entonces, para una audición, y la invité a quedarse en mi casa. Fui a buscarla al aeropuerto, se subió a mi coche y desde ese mismo momento somos mejores amigas». Así es como recuerda la actriz y empresaria Salma Hayek (Coatzacoalcos, México, 1966) el instante en que conoció a Penélope Cruz, a mediados de los noventa.
Más de dos decenios desde aquel primer tanteo telefónico, su amistad (trasladada una única vez a la gran pantalla, en la comedia del oeste Bandidas, en 2006) se ha demostrado longeva, inquebrantable y genuina. «Es que no sabes la importancia que ha tenido Penélope en mi vida», incide la mexicana. «Nadie va a apreciar y entender sus logros mejor que yo. Tampoco hay quien aprecie y entienda los míos mejor que ella. Porque siempre hemos transitado por caminos similares, como un hilo invisible que nos une. Y no te puedes imaginar qué fuerte es. Sin ir más lejos, ahora mismo estamos doblando, al mismo tiempo y por pura casualidad, una serie documental sobre naturaleza [ Nuestro planeta]. Ella para España y yo para Latinoamérica. Hablamos en todo momento sobre cómo vamos evolucionando. Yo empecé antes, pero ya vamos iguales, porque a mí me toma el doble de tiempo que a ella, porque soy disléxica y cambio todas las palabras. Le cuento muchas de las anécdotas gramaticales que me suceden, y cuando ella llega a esa parte... se ríe muchísimo y tiene que
parar. O, si me agarra un ataque de llanto, de preocupación por el planeta... también se lo puedo contagiar», cuenta la actriz.
Hayek es célebre en la industria por su sensibilidad. También por un espíritu justiciero que la lleva a alzar la voz siempre que lo considera necesario, aprovechando el altavoz que su profesión le ha dado. Sin pudor. Sin miedo. Lleva años ayudando a que mujeres maltratadas puedan rehacer sus vidas (además de varias campañas de concienciación con Gucci y Avon, la artista ha sufragado la construcción de varios refugios en México); tampoco ha perdido ocasión de alzarse como ferviente defensora de la lactancia materna. Así lo demostró durante un viaje a Sierra Leona con UNICEF, donde amamantó a un bebé cuya madre no tenía leche en sus propios pechos [fue en 2009, dos años después de dar a luz a su única hija, Valentina Paloma Pinault, fruto de su unión con el magnate de la moda François Henri Pinault]. «Es una filosofía de vida. El compromiso de saber quién eres. Las labores filantrópicas son, solamente, una reacción sistemática paralela», explica. «Pero yo creo que el enfoque está realmente en querer evolucionar constantemente, de manera mental, espiritual, profesional, personal... la pregunta no es ¿cómo puedo ser una buena persona? Sino cómo puedo crecer y conquistar mis debilidades».
Nadie le puede negar que no se haya esforzado para llegar a donde está. Proveniente de una pequeña ciudad en el estado de Veracruz, debutó en la pequeña pantalla encarnando a Fabiola, en la telenovela Un nuevo amanecer (entre 1988 y 1989). No tardó en dar el salto a Hollywood y, de la mano de su compadre, el director Robert Rodriguez, protagonizó, junto a Antonio Banderas, Desperado (1995). Después de bailar con serpientes en Abierto hasta el amanecer (1996), vivió en sus propias carnes las dificultades de construir una carrera cinematográfica solvente siendo latina y sexy. Así que decidió agarrar el toro por los cuernos. En 2002, bajo la dirección de Julie Taymor, protagonizó Frida. Sería el primer gran éxito de su entonces joven productora, Ventanarosa (que más tarde entregaría Ugly Betty para la ABC y este año prepara Monarca, para estrenar en Netflix). De encarnar a la emblemática artista mexicana, destaca que aprendió que «todo
es posible; incluso lo que parece imposible y no tiene ningún sentido para nadie. Si sigues tus instintos y tienes convicción puedes lograr cosas inimaginables. Lo que más me inspiró de ella, como persona, fue su valentía para ser diferente, para ser ella misma. Única».
Con esa cinta se convertiría en la primera mujer mexicana nominada al Oscar como mejor actriz principal. Habría que esperar 17 años a que otra compatriota, la mixteca Yalitza Aparicio, volviera a optar al mismo galardón. «Me niego a pensar que son casos aislados. Porque si todo lo que ha pasado desde que llegamos Penélope y yo a Hollywood, que además hemos sido parte de ese reconocimiento a la comunidad latina, no hubiera sucedido, no habría sido apreciada Yalitza en este momento. Y el hecho de que ahora ella tenga este reconocimiento también es una cadena hacia el futuro. Todos estamos conectados, nada es aislado», defiende. La industria, eso sí, ha cambiado mucho desde que ella aterrizase en la ciudad de las estrellas. «Las actrices ahora tenemos una voz, la gente es consciente de que nos deben un respeto, que no estamos conformes con la desigualdad de pago, que queremos igualdad de oportunidades... Antes, cuando lo decías, eras la loca y te echaban a un lado. Sobre todo, para las mujeres latinas era una utopía desear ser una estrella».
Cuenta Hayek que, durante muchos años, cuando alguien le preguntaba qué película le había hecho querer ser actriz, les remitía a Willy Wonka y la fábrica de chocolate (Mel Stuart, 1975). No porque tuviese vocación de Oompa Loompa, sino porque descubrió que «existía un universo en el que todo era posible, donde se podía usar la imaginación y no existían las leyes físicas. Me dio mucha libertad: el cine puede ser de chocolate». Recuerda. Sin embargo, tras cumplir los cincuenta, cambió de parecer. «Me di cuenta de que no estaba enamorada de la actuación, sino del cine en sí. De la idea de ser parte de un universo más extenso. En aquel momento no se me hubiera ocurrido pensar en producir o dirigir... era muy joven y no hubiera tenido la valentía. Pero una vez que comencé a hacerlo, me pareció fascinante. Mucha gente notaba que yo era diferente a los demás actores, que mi personalidad era diferente, me interesaban otras cosas. Y quizá por eso pude embarcarme en tantos otros proyectos».
¿Ha bajado el ritmo (y las ansias de conocimiento) con los años? Para nada. «A mí me decían que después de los 35 ya no iba a trabajar, y nunca he trabajado tanto en la vida como ahora. Nunca he tenido tantas oportunidades», arguye. Este año, además de dar voz a la versión latinoaméricana del documental Nuestro planeta, que estrena Netflix el 5 de abril [no es su primera locución: fue Teresa Taco en la versión inglesa de La fiesta de las salchichas (2016) y Kitty Patitas Suaves en El gato con botas (2011), entre otros], tiene previstos tres estrenos. En junio llegará a los cines Limited Partners (Miguel Arteta), que narra la historia de dos mujeres que se unen, con fortuna irregular, para montar una compañía cosmética. «Uno de los temas más bonitos de la película es que el éxito está ligado con la amistad, en este caso entre mujeres. Si no tienes con quién compartirlo, no significa nada». Pendientes de fecha de estreno en España están The Hummingbird Project (Kim Nguyen), un lucha filosófica entre la bondad y la avaricia empresarial; y Drunk Parents (Fred Wolf), una comedia en la que da una achispada réplica a Alec Baldwin. Más muestras de que está en un momento dulce: en diciembre del año pasadó rodó en Almería, junto a Javier Bardem, la cinta Molly (Sally Potter), y está a punto de comenzar la producción de The Hitman’s Wife’s Bodyguard, junto a Ryan Reynolds y Samuel L. Jackson. Ambas producciones aterrizarán en las salas en 2020.
La cosa no se limita a la actuación. Si los directores con los que trabaja no tienen clara alguna secuencia, Hayek contribuirá a sacarles de dudas. En Abierto hasta el amanecer coreografió su célebre baile sensual, Frida le descubrió que sabía pintar. Gracias a las películas que hizo con Robert Rodriguez ( Desperado, El mexicano...) comenzó a editar cortes para el montaje de las cintas. «Siempre he tenido curiosidad por muchas cosas. Y sed de aprender. A mí me pones en un set y llegan los marcianos y se llevan a todos menos a unos actores, alguien que sepa manejar lo eléctrico y la tecnología (porque yo sé qué decir qué hacer con ella pero no todo), y te acabo la película. Te hago maquillaje, peinado, sé montar la luz, usar la cámara, elegir los planos, actuar, editar (que me encanta, es mi parte favorita), me encargo del marketing, elijo el póster... ». Palabra de estrella �