La actriz Lily Collins reivindica, con Lancôme, el valor de la diferencia.
CON DOS PELÍCULAS POR ESTRENAR, LA ACTRIZ INGLESA LILY COLLINS, EMBAJADORA DE LANCÔME, REIVINDICA EL AMOR PROPIO COMO FUENTE DE FELICIDAD.
De la moderna y revolucionaria Blancanieves con la que saltó al estrellato –en 2012, de la mano de Julia Roberts–, a su más reciente estreno, dando vida a las penurias de la desamparada Fantine para la miniserie sobre Les Misérables que emitió la BBC a principios de año y que le ha proporcionado fabulosas críticas por parte de los medios especializados. «Me siento muy orgullosa de haber interpretado a Fantine. Aceptar ese papel, que lleva décadas siendo reverenciado y respetado, me provocó mucha ansiedad, pero la he superado y me siento tremendamente orgullosa del trabajo que hemos hecho. Me sentí muy vulnerable siendo Fantine, pero también Lily, de un modo que no me había sentido jamás», explica, durante un
receso del rodaje de su próxima película, Inheritance, que arranca con el fallecimiento del patriarca de una familia rica y la súbita aparición de una herencia secreta que amenaza la paz de su viuda y su hija.
La de Lily Collins (Guildford, Inglaterra, 1989), hija del cantante inglés Phil Collins y la actriz estadounidense Jill Tavelman, está siendo una carrera de fondo en la actuación. Lo mismo se embarca en una película de aventuras ( Cazadores de sombras: Ciudad de hueso, en 2013) que se atreve a protagonizar un descarnado, y más personal de lo que parece, relato sobre la anorexia ( Hasta los huesos, 2017). «Desde pequeña me ha encantado contar historias y disfrazarme de personajes. Creo que nací con la creatividad en la sangre, y nunca me cuestioné hacer algo que no estuviera relacionado con el arte. Debuté en las obras de teatro del colegio en primaria y a los dieciséis, más o menos, ya sabía que quería ser actriz. Siempre me ha parecido mágico el hecho de poder transportar a la gente desde su día a día hasta un mundo imaginario», explica la joven intérprete, que cuenta con casi dos decenas de títulos a sus espaldas y ha ganado el premio New Hollywood Film Award por su participación en La excepción a la regla (Warren Beatty, 2016), por el que también consiguió su primera nominación a los Globos de Oro.
Embajadora del maquillaje de la firma cosmética Lancôme desde 2013, donde comparte estatus con Penélope Cruz, Julia Roberts y Lupita Nyong’o, entre otras, Collins asegura que no siempre se sintió tan bien como ahora en su propia piel. «Pero con el paso de los años me he dado cuenta de que todas somos bellas, cada una a su manera. Como actriz, no puedes ser perfecta para todos los papeles. Y, una vez que sabes eso, la presión de encajar y gustar, desaparece», revela, deshaciéndose en elogios a la marca. «Si hay algo que me gusta de representar a Lancôme es que anima a todas las mujeres a descubrir su belleza interior y brillar desde dentro, dos
cosas que creo que nos permiten vivir de manera positiva y feliz».
« De pequeña siempre me enseñaron que lo peculiar, lo que te hace diferente, es también lo que te embellece. Esta perspectiva sobre la belleza se me antoja ahora más relevante que nunca. Hay infinidad de razones para sentirse bella, y muchas de ellas ni siquiera tienen que ver con el físico. Cuanto más seguros nos sentimos en nuestro cuerpo, más bellos seremos», defiende. Quien le inculcó esos valores sobre la autoestima fue su madre, Jill Tavelman, toda una heroína para Collins, quien ha tardado años en tener una relación ‘tranquila’ con su padre (según ella misma confesó en sus memorias, Unfiltered: No Shame, No Regrets, Just Me, publicadas en 2017, durante prácticamente toda su infancia fue un progenitor ‘ausente’). «Mi madre es una de las personas más amorosas, generosas, apasionadas, alentadoras y motivadoras que conozco. Siempre me inspira a sacar lo mejor de mí misma y luchar por lo que creo. Me ha ayudado a ser quien soy hoy en día, y consigue que todo el que la conoce se sienta especial. Ojalá algún día pueda llegar a ser la mitad de mujer que ella», dice. Su devoción continúa: «Ella siempre ha sido (y sigue siendo) juvenil, porque le pone a todo mucha energía y pasión. Eso es lo que importa. Si uno se siente bien, qué más da la edad. La edad es solo un número, y creo que uno es todo lo joven o viejo que se sienta».
Apesar de que creció, como muchos hijos de famosos, frente a una cámara [a la tierna edad de dos años sus padres la llevaron a su primer evento relacionado con los premios Grammy], a Lily Collins no parece molestarle ser un rostro popular. «Pienso que fama equivale a ser conocida por algo que te apasiona. Si significa que la gente te respeta y se siente identificada contigo, puede ser algo bonito. Por supuesto, siempre hay quien quiera investigar más sobre lo que ocurre en mi vida una vez que los focos se apagan, pero he crecido viendo ambos lados de la ecuación y creo que he aprendido a sortear esas dificultades. Yo simplemente estoy agradecida de poder hacer lo que me gusta y conectar con gente de todo el mundo gracias a ello», argumenta.
Su carrera, para el caso, es estelar. En junio, sin ir más lejos, ‘conectará’ con los fans de El señor de los anillos gracias al estreno de Tolkien (Dome Karukoski). La actriz se ha encargado de dar la réplica a Nicholas Hoult [que interpreta al célebre escritor] encarnando a Edith Bratt, su musa y esposa. No se queda ahí la conexión. Durante el último festival de Sundance, presentó Extremely Wicked, Shockingly Evil, and Vile (Michael Werwie), aún sin fecha de estreno en España. En ella da vida a Liz Kendall [Elizabeth Kloepfer en la vida real], la que fuera novia durante siete años
del asesino en serie Ted Bundy (encarnado por Zac Efron). Embarcada ahora en el rodaje de Inheritance (a las órdenes de Vaughn Stein), se espera que, a lo largo de 2019, participe también en los filmes Titan (Austin Bunn) y The Cradle (Hope Dickson Leach), aún en fase de preproducción. «Mi trabajo me da muchísimas alegrías. Me permite viajar y conocer a algunas de las personas más interesantes y creativas del planeta. Me hace sentir orgullosa de pertenecer a esta industria. En el otro lado de la balanza, también sé que puedo ser mi crítica más despiadada. Así que, según pasa el tiempo, más me tranquilizo pensando que lo he hecho lo mejor que he podido y enorgulleciéndome de ello. Juzgarse a uno mismo es muy fácil, pero conviene darse cuenta y tomar cartas en el asunto», explica. Y seguir encontrando la manera de quererse �