LA MIRADA DE PENÉLOPE
Hace 15 años entrevisté a Penélope Cruz por primera vez. Recuerdo con asombrosa claridad nuestra conversación en su casa, a la que acababa de mudarse. Ella llevaba un vestido verde de lunares blancos y tenía el libro que recogía 30 años de Grace Coddington en Vogue en una mesa del salón. Hablamos de muchísimas cosas y, cuando nos despedimos, me recomendó que durmiera más, preocupada porque no cumpliera las ocho horas de sueño reglamentarias. Era una mañana de verano y su madre le iba a preparar pasta para comer. No sé por qué atesoro tantos detalles de aquella entrevista, a la que he vuelto mentalmente durante los últimos e intensos meses que he compartido con Penélope.
La idea de que ejerciera como editora invitada de Vogue España llevaba algún tiempo barajándose. Pero fue el pasado 25 de octubre cuando oficialmente empezó a tomar forma. Nos volvimos a ver en su casa, que había cambiado casi tanto como nosotras en estos tres lustros. Penélope tenía muchas ideas y quería saber si yo estaba dispuesta realmente a dejarle ejercer como editora. Para ella no se trataba de intervenir en un par de los temas más llamativos de la revista, sino de dirigirla por completo. Yo acepté el reto y, cuatro meses después, puedo decir que ambas hemos sido fieles a nuestra palabra. Este es el número de Penélope porque no hay página en la que no esté su huella: ha preparado referencias, ha elegido modelos, diseñadores y localizaciones, ha seleccionado temas y personajes y ha corregido titulares y hasta pies de foto. Y, por primera vez en España, ha publicado su trabajo como fotógrafa en una revista. No solo en una, sino en dos sesiones cuya dirección creativa también ha orquestado. Es una directora nata, lo lleva en la sangre.
Este es un Vogue irrepetible porque recoge el universo personal y profesional de la mayor estrella internacional de nuestro país. Que ha querido que el talento español, de Palomo a Ángela Molina y de Ecoalf a Rosalía, estuviera ampliamente representado. Un icono para el cine y también para la moda que se ha entregado en cuerpo y alma a estas páginas, con una dedicación en términos de tiempo, ideas y creatividad que trasciende con mucho a lo que se estila en este tipo de colaboraciones. Pero cualquiera que conozca un poco a Penélope sabe que no hace nada a medias. Perfeccionista como es, su visión está presente hasta en el más pequeño detalle. Tal vez por ello esta es una revista tan llena de emociones, porque la entrega de Penélope ha sido respondida en la misma medida por sus más allegados, los que mejor conocen la profundidad y rigor de su implicación. Pedro Almodóvar, Antonio Banderas, Gwyneth Paltrow, Javier Bardem, actrices del cine español de varias generaciones…. Todos han escuchado su llamada, han entendido lo personal del proyecto y se han abierto a él de una forma realmente íntima y genuina.
Aunque es injusto establecer jerarquías en un proyecto que rebosa tanto cariño y generosidad, este será para siempre un número marcado por una presencia, que es una ausencia. La sombra de Karl Lagerfeld se alarga sobre estas páginas, majestuosa. Casi dejó preparado su tributo, que se terminó horas antes de su muerte. Fue como si él mismo lo organizara todo para que Penélope –con la que había establecido lazos muy estrechos– fuera retratada por su amigo Peter Lindbergh. Y no parece casualidad que ella fuera la única de sus muchas musas que desfilara en su desfile póstumo ya en el cierre de esta edición. Me gusta pensar que Karl, siempre tan previsor, nos manejó a todos cuando sentía el aliento de la muerte cerca.
Creo fervientemente que una revista es un punto de vista y no es un ejercicio fácil cederle el timón a otro mientras estás a bordo del barco. Pero ha resultado también apasionante hacerlo y ver sus imágenes y sus reportajes con otra mirada. A lo largo de nuestras larguísimas conversaciones de estos meses, intercambiando centenares de fotografías, de ideas y de referencias, Penélope y yo hemos bromeado a menudo sobre lo mucho que nos vamos a echar de menos cuando este número se termine. Y es cierto. En esta profesión, para bien o para mal, siempre sabes que el mes que viene habrá otra revista por hacer. Pero también tengo la certeza de que nunca haré otra revista como esta.
Gracias, Penélope