Ofrenda, el requiebro artesano de Leandro Cano.
La herencia sentimental de LEANDRO CANO impregna Ofrenda, la nueva colección que el creador jienense presentará en París a finales de septiembre. Con ella, rinde homenaje a los oficios artesanos a los que la industria de la moda debe todo su pasado y que, según él defiende, pueden ayudar a forjar su futuro.
Dádiva o servicio en muestra de gratitud o amor’. Es la definición que el diccionario nos devuelve cuando buscamos el término ofrenda. Precisamente, ha sido la gratitud el pilar sobre el que Leandro Cano (Ventas del Carrizal, Jaén, 1984) ha levantado su última colección, que a finales de septiembre presenta en París y que ha bautizado así: Ofrenda. Pero como siempre en cualquier proyecto que surge de la mente inquieta y revoltosa de Cano, nada es previsible. Desde que debutara en 2012 sobre la pasarela madrileña EGO, plataforma y cantera para los jóvenes creadores patrios, la forma en la que se ha aproximado a la creación ha seguido un camino serpenteante, impreciso a simple vista pero en definitiva siempre certero y lógico. «La única manera en la que puedo crear una colección es desde un concepto, algo que provenga de lo abstracto pero que me permita plasmarlo sobre el papel y de ahí trasladarlo a las prendas», explica. Así, cada año, elucubra una estructura sobre la que apuntalar su apuesta estética. Algo teórico que plasma en una línea artística, sin una temporalidad definida ni fines comerciales (ya que ni siquiera llega a estar a la venta) pero que nutre las prendas que presentará en las próximas temporadas. «Es como una hoja de ruta, un estandarte que abre el camino para todo lo que vendrá en los próximos meses», añade. «Suelo escoger temas muy complejos, con muchas dimensiones y aristas. Por eso sentía que el tiempo de crear una colección para una temporada era muy corto si nada mas terminarla tenía que ‘matarlo’ para buscar otro nuevo. Viéndolo con distancia, era cuando más ideas se me ocurrían para adentrarme por nuevos caminos». De este modo fue como a principios de año Leandro se topó con el documental Flamenco, encuentro con los gitanos españoles, una cinta rodada en 1962 por los suecos Lennart Olson y Dan Grenholm para la televisión de su país, y que se adentraba en la vida de los gitanos granadinos del Sacromonte poco antes de las inundaciones de principios de 1963, que supusieron el traslado forzoso de toda la comunidad y con ello, la desaparición de la vida gitana del Sacromonte. «Es una mirada muy directa, sin adulterar, de algo tan nuestro como la cultura flamenca, pero a través de los ojos de dos extranjeros, que además me hizo rememorar mis años como estudiante en Granada, y la vinculación directa que tuve con el Sacromonte, gracias a un amigo que vivía en la zona», cuenta. También influyó la distancia con la que ahora Leandro vive la herencia cultural andaluza, que siempre ha impregnado de manera natural y orgánica sus diseños, ya que alterna su residencia madrileña con periodos en París, desde donde trabaja la expansión internacional de su firma. Él mismo describe cómo «la sensación de añoranza de lo no conocido que el documental despertó en mí fue lo que me llevó a querer hacer un homenaje a esas personas que tanto contribuyeron a nuestro legado musical, cultural y estético. Por lo que yo he descubierto a través de su arte he querido hacer una ofrenda con la que demostrarles mi gratitud».
¿Cómo traducir esto en prendas? «Desde el comienzo tuve claro que quería que la colección estuviera compuesta por una serie de bodies, porque me producía mucha curiosidad ver hasta dónde podía llevar una prenda tan sencilla», afirma. Todos ellos están realizados junto a artistas artesanos con los que Cano lleva trabajando desde sus comienzos y que realizan minuciosas intervenciones, de una precisión manual insuperable, en técnicas ancestrales, muchas de ellas en peligro de extinción. Un hilo que conecta la herencia transmitida de padres a hijos (y que es el caso de todos los colaboradores de este proyecto) con la vanguardia de la moda. Desde una estructura confeccionada en esparto y realizada por los maestros Pedro y Jesús Blanco en su taller de Úbeda, a una armadura de cerámica creada por el alfarero Luis Torre, las superposiciones de tiras de cuero ideadas por Mercedes Vicente, finalista del Craft Prize de la Fundación Loewe en 2018, la realizada en almazuela, una confección a partir de retales originaria de la sierra de Cameros, al sur de la Rioja y de la que se tiene constancia desde el siglo XVII, obra de Mastelas, una empresa de Logroño gestionada por María Pascual y su madre María Luisa Gutiérrez, a los bordados de la artista experimental Carmen Castañeda.
Durante seis meses, Leandro ha estado trabajando directamente con cada uno de los talleres mano a mano para que sus bocetos se materializaran. «Ellos lo construyen a partir de mis dibujos. La relación y la complicidad que tengo con ellos es muy buena, por eso me he sentido muy tranquilo y he querido darles independencia a la hora de interpretar mi visión. Tampoco se me ocurrió eliminarlos, no quiero que pasen desapercibidos o que queden un tanto eclipsados por mi firma. Yo soy diseñador, y aunque las ideas surgein de mí y el atrevimiento para hacer locuras está en mis manos, quienes hacen todo realidad son ellos, y por eso les estoy muy agradecido. Es un trabajo de mucha preci
sión y eso me hace admirarles, y pretendo que el resto del mundo también lo haga», afirma. El escaparate para la ocasión también era propicio: la embajada española en París. Un auténtico logro para Cano y un debut en la capital francesa a la altura de las circunstancias y para el que ha contado con el realizador de ingeniería estructural Miguel Delgado, encargado de la escenografía de la presentación «impregnada por el espíritu andaluz», recalca.
Aunque para realizar la aproximación a Ofrenda Leandro ha querido refugiarse en su vertiente más creativa –no se trata de piezas que puedan ser llevadas en la vida real sino más bien obras de arte pensadas para ser expuestas y admiradas en un entorno de características casi museísticas–, la declinación de la colección ya tiene traducción directa al mercado comercial. En realidad, no una, sino dos: Descalzos (para el o/i 2019-20) y Tarara (de cara a la próxima p/v 2020). Aquí es donde el diseñador hace un importante ejercicio de versatilidad, en el que el costumbrismo y la moda de autor se entrelazan con la practicidad. Lana, neopreno, terciopelo con ornamentaciones tejidas a mano («en especial flores de croché») aplicadas en capas, blusas o abrigos estructurados que transpiran sus recuerdos de infancia. «Lo importante de la moda es la faceta comercial, aunque me ha costado aprender a querer hacerlo. Todas las colecciones deben salir de un ímpetu artístico, eso lo tengo muy claro y es algo a lo que no quiero renunciar. Las prendas de la línea creativa, como Ofrenda no son rentables, pero son las que calan en la gente. Al final, se compran cosas pero porque les atrae la narrativa de la marca. A los clientes les gusta el mundo Leandro Cano por sus locuras y luego compran prendas ponibles», apostilla. No hay duda de que su universo posee unas coordenadas muy concretas, delimitadas por él mismo y que se remontan a sus recuerdos de infancia con los que pinta un cuadro colorido y vívido. La casa del pueblo de su abuela, las tardes de verano jugando a los recortables, las cabañas en los olivos…. «La palabra que mejor define mi mundo es infantil, pero no porque sea naíf ni cándido o simple, sino porque nace de escuchar al niño que llevo dentro; de ahí salen mis ideas. Saco mi parte más infantil para las colecciones artísticas, que están cargadas de nostalgia. Ahí es donde vive mi yo real». El mayor esfuerzo para él quizás haya sido precisamente canalizar su visión hacia una vertiente comercial, algo a lo que sin duda contribuyó alzarse en 2017 con el premio Vogue Who’s On Next. Una inyección de ánimo que llegó en un momento en el que comenzaba a plantearse seriamente su futuro como diseñador e incluso la continuidad de su marca. «Amplió mis miras mucho más allá de lo que nunca hubiera imaginado», añade. «Aunque tiendo a abstraerme mucho y a hacer introspección a la hora de crear, he aprendido a ponerme en el lugar de la clienta. En esta época de mi vida estoy muy cómodo haciendo lo que hago y esa presión es buena. Me siento en la necesidad de crear más allá de las tendencias. Creo que como diseñador debo crearlas, no sumarme a ellas. Mi meta es que se reconozcan mis prendas, que tengan identidad propia. Así, cada día, lucho por construirla y poder ser fiel a ella. Llevo ocho años con la marca y la identidad siempre ha sido la misma: artesanía, Andalucía, nostalgia…. No quiero cambiar eso y, de repente, ser urbano o futurista, por ejemplo, es algo que no podría hacer por mucho que quisiera. Y no porque ahora el flamenco o lo andaluz estén de moda me voy a sumar a eso, yo ya soy eso desde que empecé. Por ejemplo, cuando presenté mi primera candidatura a Vogue Who’s On Next utilicé música de Rosalía, y todavía no era conocida. Soy así, es algo intrínseco en mí, independientemente de que esté en París o en Madrid», defiende. Otra de las grandes lecciones que Leandro reconoce haber atesorado durante esta última etapa es la de asimilar su responsabilidad como diseñador, tanto para la industria como hacia el cliente, ya que ambos observan con avidez el discurrir del potencial que tienen las firmas que tomarán las riendas en el futuro. «Me siento en la necesidad de crear un nuevo lenguaje. La elegancia del siglo XXI aún está sin inventar y somos los jóvenes diseñadores quienes estamos obligados a hacerlo. Los nuevos códigos de la modernidad los proporciona la calle, eso está clarísimo, pero de alguna manera nuestro trabajo es imponer la estética en la que creemos. Aunque mis propuestas no sean muy urbanas, creo que poco a poco voy incluyendo algunas pinceladas. Quizás haberme sumado a esa corriente hubiera sido lo fácil, pero no quiero hacerlo radicalmente sino llevándolo a mi terreno, a mi manera. La mayor lección para mí ha sido darme cuenta de que nunca debes ser uno más sino marcar la diferencia. En la industria hay que llamar la atención. Estar en el sitio adecuado en el momento exacto. Hay que creer en lo que haces y ser muy humilde. Eso lo proporciona la dedicación a tu trabajo, evitar las distracciones y las frivolidades». Una resolución que mantiene muy presente en su filosofía vital y que él mismo reconoce haber basado en dos acciones tan sencillas como efectivas: «Con los dedos cruzados y los pies en la tierra»