Aunque pertenece a la más reciente hornada de la generación de modelos milénicas, KARLIE KLOSS ha sabido demostrar con creces su versatilidad para ponerse, como es el caso este mes, en la piel de las maniquíes que alimentan la nostalgia estética por los a
KARLIE KLOSS se ha convertido en una de las modelos más respetadas de su generación y ha hecho de su compromiso una visión empresarial. Embajadora de Good Girl de CAROLINA HERRERA, visitó España para presentar Bad Boy –la versión masculina de la fragancia– e interpretar para Vogue la nostalgia que inunda la moda.
En la página de apertura, a la izda., Karlie lleva vestido Alek Tea con lazada al cuello, de ROSIE ASSOULIN; zapatos en crepé y charol, de MANOLO BLAHNIK; sombrero de seda, de MIMOKI; guantes de piel, de GUANTE VARADÉ; y pendientes de strass, de KENNETH JAY LANE para YOOX. A la dcha., tocado de terciopelo, de PHILIP TREACY LONDON; collar rivière de oro blanco y diamantes, y pendientes de oro, diamantes y zafiros, ambos de ANSORENA. En esta página, capa de tafetán de seda, de MOSCHINO COUTURE; medias de microfibra, de CALZEDONIA; zapatos de terciopelo, de MANOLO BLAHNIK; tocado de TOLENTINO HATS para PERTEGAZ; guantes de piel, de GUANTE VARADÉ; pendientes en platino y brillantes, de BARCENA; y pulsera de oro blanco con diamantes, de ANSORENA. En la página siguiente, vestido de ROCHAS; tocado de terciopelo, de BETTO GARCÍA; zapatos de charol, de DOLCE & GABBANA; collar de perlas en oro y platino, pendientes de platino y brillantes y pulsera de perlas, todo de BARCENA.
LOS últimos tres días de Karlie Kloss (Chicago, 1992) serían, para cualquier mortal, una maratón capaz de provocar un ataque de pánico. Son las doce del mediodía y la modelo estadounidense repasa la agenda del viaje que la ha traído a Madrid para presentar la versión masculina de Good Girl, el perfume de Carolina Herrera del que es embajadora. La noche anterior ejerció de anfitriona en una cena en el museo del Prado, junto a la hija de la diseñadora, Carolina A. Herrera –quien ejerce también de directora creativa en la división de fragancias de la firma– y el actor Ed Skrein, rostro del recién estrenado perfume Bad Boy. Horas antes acudió a El hormiguero, protagonizó la sesión de fotos que ocupa la portada de Vogue España y la mañana a la que se enfrenta no se perfila menos intensa. En estas 72 horas, ha de cumplir con un puñado de compromisos que le dejarán pocas horas de sueño y un equipo de diez personas pendiente constantemente de que la maquinaria del asunto no baje el ritmo. Con todo, cuando Karlie se sienta en el sofá de esta suite en un hotel de la capital, dejando el almuerzo a medias y disculpándose por media hora de retraso, el cansancio brilla por su ausencia. «Me gusta ser puntual, pero estos días están siendo una locura», murmura acomodando sus 188 centímetros sobre el sofá de terciopelo. A primera vista, su imponente altura y un anguloso rostro que parece esculpido con compás podrían imponer, pero el carácter afable y locuaz del que pronto hace uso convertirá una entrevista con una de las modelos más respetadas y cotizadas de su generación en una charla sincera y reflexiva más parecida a la que uno tendría con una amiga del instituto.
A sus 27 años, Karlie Kloss ha conseguido que esa sea precisamente su fórmula de éxito. Tal y como soñaba durante su infancia en Saint Louis (Missouri), su rostro ha ocupado las marquesinas de todo el globo para mutar, después de una década, en sinónimo de compromiso e implicación de diferentes causas sociales. En los últimos seis años, Kloss ha reemplazado algunos de sus contratos millonarios –como el de Ángel de Victoria’s Secret, que abandonó en 2015– para emprender proyectos como su canal de YouTube, Klossy, donde aborda desde lecciones vitales a cuestiones de salud mental, la iniciativa tecnológica y educativa Kode with Klossy o el programa de televisión Project Runway, que estrenó el pasado marzo en el canal Bravo. «En los últimos cuatro años, mi vida se ha transformado por completo», reflexiona. «Durante mucho tiempo pensé que me traería los cambios que ansiaba, pero el cambio más grande ha venido de mí misma. Esta década ha sido un punto de inflexión en el que he ganado autoestima, seguridad y valores. Comprender lo que es el amor propio me ha permitido no solo concentrarme en quién soy, sino en cómo traducir eso en proyectos que me importen. Eso ha implicado decisiones como volver a estudiar [Teoría feminista en la Escuela Gallatin de la Universidad de Nueva York, en 2015], asociarme solo con marcas que compartan mis creencias y sentar las bases de Kode with Klossy. Sin ese aprendizaje, hoy no sería capaz de enseñar a otras niñas y jóvenes a apreciarse a sí mismas, que es mi objetivo de ahora en adelante».
La reflexión inicial llega al tiempo que dos personas se esmeran en retocar su maquillaje y peinado para el resto de compromisos que le esperan después. No es la situación más relajada para hablar sobre el florecer de esta modelo, y ahora empresaria, que el año pasado celebró su enlace con el empresario Joshua Kushner, cuyo hermano Jared está casado con Ivanka Trump y ejerce de consejero de su padre, Donald
Trump, actual presidente de los Estados Unidos. Aunque prefiere guardar silencio sobre este vínculo –en agosto de este año confesó en la edición británica de Vogue que algunas situaciones «pueden ser complicadas»–, considera su matrimonio uno de los factores que han propiciado este salto a la madurez. «Nos casamos en la más estricta intimidad, rodeados solo de familia y amigos más íntimos. Lo recordaré toda mi vida», apunta sobre una ceremonia que tuvo su réplica el pasado junio con una segunda fiesta en Wyoming. «Mi conversión al judaísmo, la religión de Joshua, me trajo también un aprendizaje sobre cosas que ni me había planteado antes», añade sobre tradiciones como el Sabbat (sábado en judío), que implica descanso absoluto este día de la semana. «He encontrado muchísima paz en esta práctica, porque me obliga a desconectar de móviles y tecnologías ese día. Con el tiempo, se ha vuelto un tiempo sagrado que me hace meditar, olvidar la locura de mi rutina y estar presente para mi gente. Ha sido uno de los mejores cambios que me ha traído esta transformación».
Sorprende oír hablar con tamaña serenidad a alguien que apenas roza la treintena, pero la carrera de Karlie Kloss justifica que haya aprendido lecciones a pasos agigantados. Tras ser descubierta con solo 13 años debutó, para Calvin Klein, en la semana de la moda neoyorquina. Seis meses después hacía lo propio en 64 desfiles, ocupando las campañas de Bvlgari o Dolce & Gabbana y ganándose la atención de firmas como Carolina Herrera, Estée Lauder o Express, de las que hoy ejerce como embajadora. En septiembre de 2009 debutó como portada de Vogue en su edición portuguesa, iniciando un vínculo que la ha llevado a repetir hasta en cuarenta ocasiones en todas sus ediciones. Un ascenso meteórico que no le fue fácil asimilar, confiesa. «Mi error fue pensar que tenía que jugar a ser un personaje sofisticado y adulto para que me tomaran en serio. Cuando alguien me decía: ‘Karlie, eres increíble’, no entendía por qué, y me daba pavor si alguien se me acercaba en la calle. Me sentía incómoda porque no me sentía merecedora de esa atención, después de todo no estaba salvando vidas. Pero con el tiempo entendí que podía utilizar mi fama como una fuerza de cambio, así que lo hice».
La revolución empezaría desde dentro, alabando en su canal de YouTube los equipos humanos en sus sesiones de fotos y mostrando la moda como una industria creativa y ética, en contra del relato que tan a menudo se hace de ella desde el exterior. «No es un sector perfecto, pero sí capaz de hacer soñar y generar cambios reales. Hay algo poderoso en lo que hacemos y somos responsables de promover la igualdad, la diversidad o la riqueza de la diferencia, así como de apoyarnos entre nosotros. Yo tuve la suerte de contar a mi lado con mujeres increíbles en mis comienzos, como Christy Turlington. Ella demuestra que puedes ser una modelo de éxito longevo y perseguir otras pasiones, como hace en su fundación Every Mother Counts. Me gustaría que Kode With Klossy siguiera un camino similar». Es la tercera vez que Kloss nombra este proyecto que cumple ahora cinco años, donde instruye a estudiantes en programación informática, y que este verano sumó un campamento intensivo de dos semanas. «Más allá de eso, nuestra misión es explorar oportunidades para dar trabajo a chicas con talento en diferentes ámbitos, sea tecnología, moda o preparar galletas, otra de mis pasiones», dice sonriendo. «Este año, algunas de las mujeres detrás del éxito de Good Girl, la fragancia con la que estoy vinculada a Carolina Herrera, dieron una de las charlas. Por eso es tan importante que las marcas con las que trabajo estén alineadas con lo que hago fuera de esta industria».
Su fortuna incluye inversiones en empresas dirigidas por mujeres –Away, Lola o SkinTe, entre ellas–, y Kloss tiene claro su objetivo a largo plazo. «Tengo una suerte enorme en mi vida privada: conservo mi grupo de amigos de toda la vida, me escapo a Saint Louis siempre que puedo y decido cómo empleo mi tiempo, en la medida de lo posible. Me gustaría mantener lo que he construido pero, sobre todo, ayudar a otras mujeres alrededor del mundo a conseguir sus propios sueños»