VOGUE (Spain)

Exploramos el fenómeno de la moda ‘vintage’.

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De la democratiz­ación del lujo a su influencia en el diseño contemporá­neo, ningún aspecto de la industria escapa al impacto de la moda ‘vintage’. La sostenibil­idad prima, pero hay mucho más detrás del fenómeno.

Lo dijo Marc Jacobs: las prendas no son nada hasta que alguien ha vivido en ellas. Y si no, que se lo digan al bolso 2.55 de Chanel o al Kelly de Hermès, que han visto cómo sus ediciones de temporadas pasadas han llegado incluso a duplicar el precio de las actuales en la reventa. De hecho, el mercado de estas prendas vividas se estima actualment­e en 22,5 millones de euros, y alcanzará los 28 millones en 2021, según el Boston Consulting Group.

Pero por si este dato no resultase suficiente­mente revelador, ahí va otro: el vintage es hoy una apuesta tan sólida dentro del sector de la moda, que ya no solo rescata prendas del pasado; escribe las del futuro. «La fiebre ha llegado a tal punto que ahora muchos diseñadore­s replican los iconos de sus casas de moda, lo que a su vez incrementa el precio de los modelos originales», dice Fanny Moizant, presidenta de Vestiaire Collective, el gigante francés de reventa de moda (y moda vintage) de lujo.

Y pese a que resulta difícil imaginar a Greta Thunberg con un Versace del 93, no es ningún secreto que este auge del sector está directamen­te relacionad­o con la omnipresen­te

sostenibil­idad. Un tsunami que ya en los 2000 coqueteó con la industria -el trabajo de la firma Imitation of Christ o el diseñador Miguel Adrover así lo reflejanpe­ro que, en 2019, ha conseguido al fin poner en cuestión los mecanismos inherentes a la moda. Y, más importante, implantar nuevas prioridade­s en el consumidor.

Para Moizant, sin embargo, este cambio de mentalidad va incluso un poco más allá: «A la conciencia­ción hay que sumar la irrupción de las redes, que ha aumentado la necesidad de novedad constante y, por último, el cambio generacion­al, que ha afectado a la actitud del comprador frente al concepto de ‘propiedad’. Un comportami­ento especialme­nte apreciable en la generación más joven, que considera la moda en términos de uso más que de posesión». Una teoría con la que coincide el diseñador Lorenzo Caprile, ávido coleccioni­sta de moda vintage desde su adolescenc­ia y conocedor en primera persona del nicho. «Sobre todo en España, el público que compra este tipo de piezas es una generación muy joven que busca prendas baratas», dice. «La gente que apuesta por el diseño

como inversión, es todavía una excepción». Así, desde que en los mercados italianos se iniciase la venta de ropa de segunda mano como recurso para los más desfavorec­idos, la clientela del vintage ha evoluciona­do, pero también lo ha hecho el propio modelo mercantil que, sobre todo en el extranjero, ha sabido adaptarse a las nuevas demandas: si bien antes la oferta se limitaba a establecim­ientos que no siempre contaban con el entorno o la oferta más apetecible –el olor cuestionab­le sigue en la mente de muchos–, hoy el sector se ha sofisticad­o gracias a empresario­s especializ­ados que garantizan la autenticid­ad y fiabilidad de las prendas. Y, aunque pocos, en España también existen ejemplos: «Personalme­nte, llevo años viajando alrededor del mundo centrada en piezas denim. Encontramo­s jeans auténticos de los 70/80 en estado perfecto», explica Xin Jing, de la tienda vintage de moda vaquera, Friperie.

Pero si hay un factor que ha resultado determinan­te en la democratiz­ación del fenómeno, ese ha sido sin duda la irrupción del gigante web. «Internet ha hecho accesibles las compras online a todo el mundo

 ??  ?? Nuria Rothschild (izda.) y Mayka Merino (dcha.), con vestidos vintage de VALENTINO. Las prendas son del archivo personal de Lorenzo Caprile.
Nuria Rothschild (izda.) y Mayka Merino (dcha.), con vestidos vintage de VALENTINO. Las prendas son del archivo personal de Lorenzo Caprile.

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