Así sienten y crean Rodarte las hermanas Mulleavy.
Orgullosas de gestionar su marca de manera independiente, KATE y LAURA MULLEAVY han convertido RODARTE en el faro de la nueva modernidad. Quince años después de su debut, la libertad estética sobre la que han cimentado su libertad creativa ahonda en las mil facetas de la personalidad femenina.
Sylvia Plath bailando desenfrenadamente al ritmo de Kool Thing de Sonic Youth mientras se prueba el armario de David Bowie y recita párrafos de Jack Kerouac. Puede que la ecuación provoque que los más puristas levanten una ceja, pero sin duda la metáfora encapsula la esencia de Rodarte. La firma a la que las hermanas Kate y Laura Mulleavy dieron alas en septiembre de 2005 representa hoy al unicornio que la industria de la moda venera: un bastión que sobrevive de manera independiente y es capaz de crear un universo propio en el que conviven amazonas posapocalípticas con surferas angelinas, skaters de tribus urbanas de extrarradio o cortesanas versallescas.
Nacidas en California (donde aún hoy residen) en 1979 y 1980 respectivamente, Kate y Laura crecieron fascinadas por las obras maestras del cine, de las cintas de Hitchcock a las de Bergman, cuyas protagonistas, vestidas con creaciones de Max Goldstein y Edith Head, hicieron mella en su sensibilidad. «Desde muy pequeñas nos fascinaba el diseño de vestuario, de esa imagen que daba de la ropa el Hollywood clásico. De ahí proviene nuestro gusto por la moda y la mayoría de nuestras referencias», explica Kate. «Descubrimos que a través de la moda podíamos transmitir nuestra forma de pensar y crear una narrativa. Es una disciplina que, como la literatura, cuenta una historia y eso surgió de forma natural», añade Laura. Prueba de ello es la última colección de p/v 2020 que acaban de presentar mediante un formato al que ya recurrieron en el o/i de 2018: una serie de retratos producidos en un decorado bucólico que parece un jardín palaciego abandonado, inspirado en las fotografías con las que Cecil Beaton inmortalizó durante los años cuarenta a las grandes damas de la aristocracia internacional, de la duquesa de Westminster a la reina Isabel II de Inglaterra o las hermanas Jackie Bouvier y Lee Radziwill. «Como si Degas hubiera pintado a las asistentes a un baile de graduación», se aventuran a describir al unísono. Cascadas de tul en tonos pastel, brocados, lentejuelas y volantes de satén se alían sobre modelos de excepción: algunas de las actrices más destacadas del panorama independiente de Hollywood que, además de amigas, son buenas clientas y embajadoras fieles de las Mulleavy. Entre ellas, Gabrielle Union, January Jones, Lili Reinhart, Yalitza Aparicio o Kirsten Dunst. Esta última, musa absoluta de la firma desde hace años, ha sido incluso la protagonista de Woodshock, la primera película que Laura y Kate escribieron y dirigieron en 2017, una prueba más de la simbiosis creativa que mantienen con el cine y las artes escénicas en general. Artífices del vestuario de Don Giovanni en la Ópera de Los Ángeles en 2012, o del de la cinta de Darren Aronofsky Cisne negro (2010) y, posteriormente, del vestido púrpura con el que Natalie Portman recogió el Oscar a la mejor actriz, hace tiempo que renunciaron a que las pasarelas fueran su única vía de expresión. En sus prendas colisionan cuadros de Van Gogh con imágenes de Luke Skywalker, ilustraciones micológicas y homenajes al cóndor de California. Todo ello sin comprometer ni su creatividad ni la independencia de la empresa, manteniendo la producción local y la factura artesanal, que casi roza los estándares de la alta costura. «Siempre nos hemos dejado llevar por nuestro instinto y tenemos muy clara la visión de marca que queremos transmitir. Ni evitamos los cambios ni los tememos. Y derribar esas barreras hace que no nos acomodemos», añaden con orgullo