VOGUE (Spain)

CARTA DE LA DIRECTORA

- EUGENIA de la TORRIENTE

Las cajas habían realizado un traslado de lo más mundano desde casa de mis padres en Barcelona, pero aún así me parecían auténticas viajeras del espacio-tiempo. Contenían, entre otras cosas, una cinta de casete Acid Mix de la revista Súper Pop, un videojuego Nintendo de Super Mario Bros, una libreta con mis primeros textos literarios escritos con 9 años y un manual del sistema informátic­o Framework. Un montón de trastos que, sin embargo, me emocionaro­n casi hasta la lágrima.

Tendemos a pensar que somos demasiado únicos como para reconocern­os en un arquetipo, pero hay ocasiones en las que es imposible negar la evidencia y nos vemos retratados en él. La nostalgia no es algo exclusivo de mi generación, pero hay algo muy específico en la forma en la que los que crecimos en la década de los ochenta nos aferramos a los símbolos de nuestro pasado. Hasta el punto de crear fenómenos como Yo fui a EGB, que ensalza todos aquellos denostados elementos de la cultura pop que formaron parte de nuestra infancia.

Si la moda actual parece más nostálgica que nunca es porque en ella se entremezcl­an las referencia­s de varias generacion­es: el furor por los años 90 de los más jóvenes; la pasión por la ciencia ficción ochentera de los que ya tienen 40; el suspiro por la elegancia de la era dorada de la alta costura de los que nacieron en los años cincuenta; la constante evocación de los sesenta como un momento liberador... Son recursos que cada época ha inventado para barnizar la (muy humana) licencia de no querer crecer con una cierta legitimida­d cultural. La emoción siempre es la misma, aunque el símbolo se llame magdalena de Proust o El País de Nunca Jamás.

Es un tema especialme­nte propicio en Navidad, como ya demostraba el cuento de Dickens, y por eso le dedicamos este número de diciembre. En estas páginas, el eterno retorno de la moda y los ciclos vitales se combinan para, sin embargo, dejarnos estampas nuevas. Como no puede ser de otra forma en Vogue. Entre ellas, Karlie Kloss evocando la elegancia de las supermodel­os de los años cincuenta; los vestidos de fiesta inspirados en las fiestas de las películas de John Hughes para una sociedad que ya no se parece nada a aquella o una Pamela Anderson riéndose de su propio mito y reinventán­dose en clave política. Porque lo más interesant­e de rebobinar es que cuando lo haces es imposible no darte cuenta de lo mucho que has cambiado. Como le pasaba a James Stewart en Vértigo –acaso mi película favorita de todos los tiempos–, empeñarte en volver al pasado es la mejor manera de darte cuenta de que no puedes recuperarl­o. Así que mirar por el retrovisor termina siendo la mejor manera de comprender lo importante que es vivir y disfrutar del presente

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