El hechizo incombustible de Andie MacDowell.
Debutó en los 80 como modelo, y en los 90 triunfó como actriz. Hoy, a sus 61 años, ANDIE MACDOWELL, mantiene su estatus como portavoz de L’ORÉAL PARIS y sigue rodando películas.
Ella lo vale. Y lo así ha demostrado a lo largo de las más de tres décadas que dura ya su relación con L’Oréal Paris. Es la colaboración más longeva de la industria de la belleza y todo un hito si se tiene en cuenta que esta, antes de abrazar las causas de la diversidad y la inclusividad, gustaba vender sus productos, incluso las cremas antiarrugas, con modelos casi adolescentes. Al principio,
Andie MacDowell no fue una excepción. Empezó joven en el oficio y con la veintena recién inaugurada lució palmito en pasarelas, campañas de publicidad y editoriales de revistas. A los 27, se unió a L’Oréal Paris (el sueño de toda modelo), y con 61 sigue vinculada a la marca. Con ella ha vuelto a subirse estos dos últimos años a una pasarela, participando, junto al diverso elenco de portavoces de la firma, en Le Defilé, que en su tercer año se ha erigido en uno de los eventos más plurales de la semana de la moda de París. Como actriz, este otoño ha estrenado Ready or Not (Noche de bodas, en España) una comedia de terror, producida por Fox Searchlight, en la que interpreta a la excéntrica tía Ivy.
Recuerda que cuando la llamaron de L’Oréal Paris estaba embarazada. «Y mi hijo ya tiene 33 años, eso te dice lo larga que es nuestra unión. Les he visto evolucionar, liderar el movimiento de inclusividad y llegar a todo el mundo con diversos tipo de mujeres. Valoro mucho que cuenten con mujeres maduras y muestren que cumplir años no es motivo de vergüenza, que es un proceso natural y que puedes verte bien a cualquier edad», explica la actriz. Una
relación tan longeva solo se explica cuando ambas partes se entienden y comparten algo más que un contrato. «Me han acompañado durante muchas etapas de mi vida. Hice un anuncio con ellos embarazada de ocho meses de mi hijo. Luego nacieron las niñas, Raney (cantante) y Margaret Qualley (bailarina, modelo y con una exitosa carrera como actriz –este año ha estrenado cuatro películas, entre ellas Érase una vez en Hollywood, de Tarantino). Con 40 años me pidieron protagonizar una campaña para cabellos grises y recuerdo haber pensado ‘soy muy joven para hacer esto, pero es lo que quieren que haga y voy a estar agradecida’. No funcionó bien y lo repetimos. Entonces, aparecí diciendo ‘¿qué canas?. No tengo ni una’. Ahora tengo demasiadas para decir eso (ríe). En cualquier caso, siempre prefiero hablar de melena plateada; suena mucho mejor que gris».
Aunque ahora Andie MacDowell es conocida por su carrera en el cine y sus papeles en películas como Sexo, mentiras y cintas de vídeo (1988), Matrimonio de conveniencia (1990), Atrapado en el tiempo (1993) o Cuatro bodas y un funeral (1994), su salto a la fama le llegó con el anuncio de un esmalte de uñas. «La gente me veía por la calle y me decía, ‘¡Ah! Tú eres la chica de L’Oréal, la de las uñas agrietadas», recuerda.
Alta, espigada, de porte elegante y con esa melena que siempre fue una de sus señas de identidad, es difícil creer que sea una mujer sexagenaria. Y dispuesta a desmentir el dicho de que la edad no perdona. Cierto que la genética ha sido generosa, pero también, asume, ha tenido un proceso de crecimiento personal que ha hecho de ella una mujer luminosa, por dentro y por fuera. Quizás sea por el yoga. «Hago muchísimo yoga. Y cuando te haces yogui, aprendes a aceptar las cosas. Cuando empecé era sumamente competitiva y me medía con las otras personas que había en la sala. Ya no. Es lo que ganas a medida que envejeces», un desarrollo vital que en su caso ha ido acompañado por un progresivo interés por la alimentación. «Estudio mucho sobre este tema. Soy consciente del papel de los intestinos, hago una dieta alcalina y me gusta comer crudo. También hago ayuno intermitente y doy buenas caminatas». Tiene cada vez más claro que hay otras prioridades a los brillos de la fama.
Como modelo en los años ochenta, MacDowell ha sido testigo de la presión que se vivía entonces por adaptarse a unos cánones estéticos. «Tenías que ser joven y muy delgada. Decían que a los 30 acabaría tu carrera. Eso ha cambiado. Los consumidores son diversos, y tenemos que representarlos a todos, incluyendo a las mujeres maduras». En consecuencia, poder subirse de nuevo a una pasarela es una muestra más de ciertos aires de cambio. «Aunque estos cambios llevan su tiempo. Para nosotras, el envejecimiento tiene unas connotaciones negativas, más que en los hombres. Todavía tienen que cambiar algunas cosas», puntualiza. Y por ello, cree que ser feminista es positivo. «Pienso que ser capaz de levantarte, por ti y por otras mujeres, debería ser algo de lo que sentirse orgullosa»