UN SIGLO DE ‘MUJERCITAS’
La que firmó en 1933 George Cukor, titulada en español Las cuatro hermanitas (izda.), fue la primera adaptación cinematográfica de la novela de Louisa May Alcott. A ella le seguiría otra versión en 1949 (Mervyn LeRoy), con Elizabeth Taylor; en 1994 (Gillian Armstrong), con Winona Ryder; y la de este año, firmada por Greta Gerwig.
Emma Watson y yo estamos sentadas, codo a codo, en el sofá más lujoso de la suite real de The Savoy. Hace diez minutos me saludó con un abrazo y, desde entonces, no he podido quitarme la sensación de que estamos en el colegio y vamos a ensayar nuestra actuación de Navidad. Pedimos que nos dejen a solas para poder hablar libremente, pero aún queda una séquito de asistentes y estilistas escondidos tras los focos. Se quedan quietos y en silencio mientras la cámara nos graba, como los cupidos de bronce que descansan sobre la chimenea. Con todo, parece cómoda con el ambiente; supongo que lleva acostumbrándose toda una vida.
La historia de cómo Watson se convirtió en una de las mujeres más reconocidas del planeta podría ser carne de leyenda popular. Tenía nueve años cuando fue elegida entre un grupo de aspirantes a actores en el gimnasio de su escuela para aparecer en una película que cambiaría su vida para siempre. «Es tan extraño lo que me pasó», cuenta, con ese inequívoco acento inglés de alta cuna, en su primera alusión, dentro de esta charla de casi dos horas, a las trampas de crecer y existir frente al ojo público.
Veinte años después, esa estrella infantil es ahora una de las actrices y activistas más famosas del planeta. En los últimos años, Watson se ha servido de su fama para reinventarse como una mujer con el poder de cambiar corazones y mentes sobre temas que van desde la desigualdad de género hasta la moda sostenible. Ha sido pionera en la promoción del vestuario ético, y es una activa defensora de Good On You, una campaña para informar a los consumidores sobre qué firmas venden ropa fabricada de manera ética. Ella misma usa esta aplicación, que califica a las marcas basándose en sus métodos de producción para verificar la sostenibilidad de un atuendo según su impacto ambiental. En 2014, Watson fue nombrada Embajadora de buena voluntad de ONU Mujeres, con el lanzamiento de HeForShe, una iniciativa para incluir a los hombres en la conversación sobre la equidad de género. A la luz de las revelaciones de #MeToo, el año pasado donó un millón de libras para ayudar a personas afectadas por el acoso sexual, y ese mismo verano lanzó una línea de asesoramiento legal en Inglaterra y Gales por la misma causa. «Me siento incómoda al recibir tanta atención como la que estoy obteniendo y no hablar de estos asuntos», dice sobre su activismo. «No me parecería correcto».
El cambio de estación, con la entrada del otoño, parece haberla puesto en un estado de ánimo reflexivo y sincero. Lleva una enorme camisa negra con costuras blancas de Alexander McQueen, y su ondulado cabello castaño ha crecido desde el corte pixie que lucía hace pocos años. Confiesa no sentirse demasiado cómoda concediendo entrevistas, pero aún así desprende un carismático carácter locuaz y amable, apretando la mano en la rodilla cada vez que las cosas se ponen sentimentales. Nos conocimos el año pasado en una reunión de activistas, y aún recuerda lo emocionada que estaba al poder escuchar y aprender de revolucionarios de todos los ámbitos. Me hizo muchas preguntas sobre mis experiencia como mujer trans y activista. Me impresionó su empatía –después de todo, como actriz, su trabajo es ponerse en el lugar de otras personas– y me encantó el tiempo que dedicó a tratar de conectar con historias muy distintas a la suya. Me fui de allí pensando en cuánto interés y pensamiento dedica a formar su opinión. «Necesito estar conectada, con personas que comparten ese sentimiento de ‘anoche tampoco dormí’», dice al respecto. «Crear este tipo de espacios y reunir a grupos de personas ha sido lo más alentador que me ha pasado en los últimos seis meses».
Otro gran consuelo ha sido su trabajo. Estas Navidades, Watson asumirá el papel de Margaret March, Meg, en Mujercitas. Dirigida por la nominada al Oscar Greta Gerwig, esta adaptación del clásico estadounidense de Louisa May Alcott es un filón para milénicos, protagonizada por artistas como Saoirse Ronan, Timothée Chalamet, Laura Dern y Meryl Streep. El proyecto no podría encajar mejor con Emma, ya que combina algunas de sus pasiones: la literatura (su club de lectura, Our Shared Shelf, suma 420,000 seguidores en Instagram), el cine y la exploración femenina.
Como Meg, Watson interpreta a la más conservadora de las March, que insta a sus hermanas a convertirse precisamente en
‘mujercitas’. La elección del papel resulta intrigante, ya que Meg es un personaje que ha sido criticado a lo largo de los años por no ser lo suficientemente libre de pensamiento. Pero ella es, dice Watson, un recordatorio de que hay muchas maneras diferentes de ser mujer. «Tengo esta teoría», cuenta, «Louisa [May Alcott] tenía muchas hermanas en su vida real, pero también puso un poco de sí misma en todas las March. Creo que fue un recurso literario muy bueno para explicar que no hay una única forma de ser feminista, algo con lo que todavía parece que estamos lidiando».
Se emociona con el tema. «En el caso de Meg, su forma de ser feminista es poder tomar decisiones. Porque, al menos para mí, de eso trata realmente el feminismo. Su elección es que quiere ser madre y esposa a tiempo completo. Para Jo, estar casada es en realidad una especie de sentencia de prisión. Pero Meg dice: ‘Le quiero, estoy muy feliz y esto es lo que deseo tener en la vida. Solo porque mis sueños son diferentes a los tuyos, no significa que no sean importantes’». Lo que lleva a la pregunta: ¿cuáles son los sueños de Emma Watson? Cumplirá 30 años el próximo abril y describe 2019 como un año «duro, porque tenía muchísimas ideas sobre cómo se suponía que debía ser mi vida a esta edad. Pensé, ‘¿Por qué todos arman tanto alboroto por llegar a la treintena? Tampoco es para tanto’. Ahora que he cumplido 29, sí que estoy estresada y ansiosa. Porque me doy cuenta de que hay una maldita nube de mensajes subliminales alrededor de mí. Si no has construido un hogar, si no tienes un esposo, si no tienes un bebé o no estás en un lugar seguro y estable en tu carrera, o aún estás descubriendo cosas...», se detiene para respirar, «puedes llegar a sentir una ansiedad terrible».
Aunque asombra comprobar que Watson se preocupa por estas cosas, también resulta reconfortante. «Nunca me creí el discurso de ‘soy feliz soltera’», dice. «Pensaba que era un timo. Me llevó mucho tiempo, pero estoy muy feliz [siendo soltera]. Yo lo llamo ‘una autorrelación’». Sin embargo, después me aclara que está saliendo, «no con una persona en específico, pero tengo citas». ¿Cómo gestiona esas lides una de las mujeres más conocidas del planeta? «Las aplicaciones de citas no son lo mío», confiesa, y le replico que me parece positivo. «Soy muy afortunada en el sentido de que fui a la universidad y mis amigos son realmente buenos para organizarme citas. Lo mejor es que algunos de mis mejores amigos son personas con las que tuve una primera cita que no fun
cionó», bromea. Una reflexión madura, le digo impresionada. «No pensé que fuera posible, pero sí lo es. Y, en realidad, es genial».
Es una concesión insólita a su vida cotidiana, que habitualmente guarda con celo y discreción. Ella sonríe y dice que divide su tiempo entre Londres y Nueva York (me sorprendió saber que, como autoproclamada nómada, no tiene una dirección permanente), y sus pasatiempos parecen ser bastante tranquilos. Adora la lectura y ha compaginado trabajo y educación durante tres años, en los que estudiaba Literatura inglesa en la Universidad de Brown y el Worcester College de Oxford. También es maestra de yoga. Y lo más interesante es que, para alguien con una voz tan oída como la suya, pasa diez días al año en un retiro de silencio. Francamente,
¿quién podría culparla si no quisiera hablar con nadie durante 10 meses, mucho menos 10 días?
A pesar de que tiende a ser una mujer introvertida, se nutre de construir comunidades con personas que, como ella, están tratando de cambiar las cosas. Dice que uno de sus mayores placeres al hacer Mujercitas fue pasar tiempo con sus compañeros actores, y también activistas. «Me encantó trabajar con Laura Dern y Meryl Streep, ya que nos conocíamos antes de hacer la película. Nos reunimos en foros sociales, así que teníamos esta alianza y solidaridad como activistas que habían sido parte de conjunta de cierto movimiento anteriormente».
Si bien hoy es una respetada feminista, cuando Watson comenzó a hablar sobre cuestiones de género fue criticada por muchos como una ‘feminista blanca’, alguien cuyos privilegios le impedían ver que otras mujeres pueden encontrar mayores dificultades en la vida al ser de color, transgénero o de clase trabajadora. La mayoría de las personas actúan a la defensiva cuando se señalan sus privilegios, pero su reacción fue una clase magistral sobre escuchar y aprender: «Vi que esto del ‘feminismo blanco’ surgía una y otra vez, y dije: ‘Es algo con lo que me debo involucrar. Necesito entender esto mejor». Acudió a lecturas firmadas por feministas negras e hizo uso de su plataforma para visibilizar mujeres que no suelen ser escuchadas. Algunos de sus colegas en Hollywood, por no mencionar ciertos medios británicos, podrían tomar nota.
Watson también es una firme defensora de la comunidad trans, de lo que está ansiosa por discutir hoy. Mientras que la prensa británica continúa demonizando a las personas trans e insiste en que hay un conflicto entre los derechos trans y el feminismo tradicional, le pregunto qué le diría, por ejemplo, a quienes piensan que permitir que las mujeres trans usen los baños públicos pone a las mujeres ‘reales’ en peligro. «Eso me enfada muchísimo», dice. «Hay problemas mucho más importantes que no se están discutiendo. Estamos hablando de situaciones de vida o muerte».
Emma traza una aguda comparación entre ser famoso y trans, ya que ambas condiciones pueden provocar que uno tenga miedo de salir de casa. «Me generan ansiedad, en muchos momentos, cosas tan sencillas como caminar por la calle o subirme a un tren», añade con tono serio. «Es totalmente diferente, y muchas veces no es mi seguridad la que está en riesgo. Pero siento una enorme empatía por lo que puedas sentir tú». También señala –correctamente, creo– que la mayoría de las personas que hablan sobre temas trans nunca han hablado con una de esas personas. «Entiendo sentir miedo por lo desconocido, pero escucha y aprende. Hacer sentir excluidas a las personas es algo doloroso y horrible», dice con la voz quebrada, «cuyos efectos son enormes».
La infancia de Watson está bien documentada: sus padres son abogados; ella nació en París y pasó sus primeros cinco años en Francia. A los seis años, asistió a la Dragon School de Oxford y tomó clases de actuación en la sede local del Stagecoach Theatre Arts. Estaba decidida a convertirse en actriz incluso desde pequeña, mucho antes de ser elegida para Harry Potter.
«Interpreté un símbolo», dice pensativa. «Lo sé, porque ella es un símbolo para mí». Pero Emma Watson no es Hermione Granger. «Yo no lo soy. Y tampoco soy lo que, extrañamente, mi nombre ha llegado a significar», dice sobre su propia fama. «Incluso mis más cercanos amigos, a veces, no pueden separar los dos mundos. O verme a mí por mí. En ocasiones, me veo obligada a recordárselo. ‘No, no, necesito exactamente lo que tú necesitas. Soy tan humana como tú. Soy tan insegura como tú. Batallo tanto como tú’».
Curiosamente, es una bisoña charla sobre besos incómodos la que parece ilustrar la situación en la que se encuentra: «Puedo estar besando a alguien y, de repente, aparezco en la televisión detrás de nosotros», dice, «y todo lo que puedo escuchar es la melodía del tema de Harry Potter mientras nos besamos, y me pregunto: ‘¿Lo apago? ¿Lo ignoro? ¿Éstará dándose cuenta o solo soy yo quien lo piensa? Tal vez no sabe cómo suena la canción de Harry Potter. Tal vez soy solo yo’». Comenzamos a reírnos, pero la soledad que implica ser famoso desde una edad temprana se palpa tras el momento cómico. ¿Alguna vez disfruta el lado extravagante de la vida frente a los focos? ¿Las sesiones de fotos? ¿Las alfombras rojas? ¿Las fiestas? «Eso es algo de lo que he hablado en terapia y me he sentido realmente culpable al respecto, sinceramente», dice. «Me pregunto ‘¿por qué yo?’. A otros les gustaría mucho más. A menudo, he lidiado con este sentimiento de culpabilidad, y he llegado a pensar que debería estar disfrutando más de esto. Debería estar más emocionada. En realidad, es una lucha interna».
Hubo momentos en que todo se volvió tan grande que mi propia vida me daba vértigo», continúa. «Y se hizo tan grande, que acabé sintiéndome desconectada». Es en estos momentos cuando encuentra paz al recordar sus raíces. «Soy una hermana. Pertenezco a una familia. Tengo toda una identidad que es realmente importante, contundente y sólida, y que no tiene nada que ver con todo esto». Cuenta que incluso ha sentido la necesidad de preguntar a sus padres: ¿Sigo siendo vuestra hija, no? «Porque he llegado a desubicarme en algunos momentos». Le cambia el rostro al compartir esto conmigo y siento una abrumadora necesidad de darle un abrazo. ¿Qué es lo que más la enorgullece de todo lo que estamos hablando? El activismo es una gran parte de ello, por supuesto, pero a pesar de todas las facilidades que tiene en su vida, se siente muy cómoda con pequeños detalles y gestos. «Me siento cuerda, me siento normal, me siento yo misma. Creo que de eso es, precisamente, de lo que más orgullosa me siento. Porque a veces lo dimensiono todo y digo: ‘Tuve la suerte de salir ilesa de todo esto’».
Antes de despedirnos, le pregunto cómo sería esa otra Emma Watson de un universo alternativo, a la que no eligieron en el gimnasio de la escuela para una audición hace ahora 20 años. «¿Cómo en esa película, Dos vidas en un instante? Quiero decir, tengo 29 ahora. Fui elegida para Harry Potter cuando tenía nueve años. Ni siquiera albergo tantos recuerdos de lo que era mi vida antes de eso». Me pregunto si esa Emma habría encontrado la fama de todos modos. «Siempre amé la poesía. Siempre me encantó esa forma de expresión», responde, regresando a la mujer empoderada que es hoy. «Creo que lo habría logrado de otra manera»