Angustia climática: ¿Qué es la solastalgia?
Sentir vergüenza por viajar en avión, culpabilidad por tener hijos o miedo por la destrucción del planeta, son algunos síntomas del ecoagobio, un nuevo malestar que crece entre la población.
Motivos hay para preocuparse. El planeta está herido casi de muerte y el cambio climático ha dejado de ser una suerte de entelequia para imponerse en su cruda realidad. Mientras, políticos y científicos debaten sobre si hemos alcanzado, o no, el punto de no retorno. Aun en el mejor de los escenarios, es difícil no inquietarse ante un panorama que se presenta ciertamente desolador. En este contexto, además, una adolescente (Greta Thunberg) está haciendo zozobrar numerosas conciencias. Y no es la única ni la primera, pero posiblemente sí la más mediática, que está dando la voz de alarma. Este entorno hostil se ha convertido en el caldo de cultivo de una nueva afección psicológica: la ecoansiedad, un estado de desasosiego y profundo malestar que en algunos casos llega a los límites de la depresión y la angustia vital. El origen de este concepto se le atribuye a Glenn Albrecht, filósofo ambiental y exprofesor de sostenibilidad de la Universidad de Newcastle (Australia), que en 2007 publicó un artículo titulado Solastalgia: la angustia causada por el cambio ambiental, un término inglés acuñado para definir la sensación de impotencia o falta de control sobre el deterioro provocado por el cambio climático. Tal es su impacto en el bienestar emocional de algunas personas que entre 2009-12 se desarrolló en Reino Unido la Climate Psychology Alliance (CPA), una organización sin ánimo de lucro orientada al apoyo terapéutico de los afectados por esta patología, que, según exponen los expertos, la padecen de forma especialmente virulenta quienes son padres. Estos llegan incluso a incubar un elevado sentimiento de culpa por haber tenido hijos y no poderlos proteger de la catástrofe. Paralelamente, hay quien, ante ese futuro que percibe tan amenazante decide no tener descendencia. El problema tiene un nombre nuevo, pero los síntomas se asocian a dos viejos conocidos: estrés (en sus distintas formas y manifestaciones) y, en algunos casos, depresión.
«La sociedad actual lleva a las personas a tener cada vez más ocupaciones y preocupaciones, así como menos tiempo para la familia, el ocio y el autocuidado. Al mismo tiempo, somos más conscientes del impacto de nuestros hábitos en nuestra salud y en todo lo que nos rodea. Cuando una demanda o situación supera los recursos de una persona, se activa un proceso de estrés que, mantenido en el tiempo, tiene repercusiones en la salud mental y general, con un impacto negativo en el sistema inmune, digestivo, endocrino, etc. Esa excesiva activación emocional lleva a un malestar que se manifiesta también en alteraciones de sueño, pensamientos obsesivos e interferencia en sus relaciones sociales. En definitiva, repercute en su calidad de vida», explica la psicóloga clínica, María Victoria Sánchez, directora de Grupo Laberinto Psicoterapia para la Salud. ¿Significa esto que sería mejor quitar hierro al asunto? «La clave en estos casos, continúa la psicóloga, no es la preocupación concreta, sino los patrones de afrontamiento de la persona; y esto tiene que ver con cuestiones de estrés previas no elaboradas, creencias rígidas y habilidades aprendidas de funcionamiento mental». Preocuparse por el medioambiente es una reacción positiva y una expresión del compromiso de la persona con la sociedad. El problema es cuando esto deriva en emociones de impotencia, ira, dolor o miedo, unos síntomas que están llevando a cada vez más personas a solicitar ayuda profesional, según exponen en la CPA. Por ello, este colectivo está creando un manual de psicología climática, con el fin de proporcionar a los usuarios de la web (climatepsychologyalliance.org) un recurso para entender y prepararse para el cambio.
Una de las claves para no sucumbir al fatalismo es transformar ese miedo en un motor para la acción compartiendo experiencias con personas que tengan valores similares, involucrarse en asociaciones o programas por la sostenibilidad y adoptar un estilo de vida minimalista. Todo, al final, suma en positivo