VOGUE (Spain)

Edie Campbell reivindica la moda (y la vida) sostenible.

- SØLVE SUNDSBØ ANDERS SØLVSTEN THOMSEN SARA HERNANDO Fotografía Estilismo Texto

Ataviada con piezas vintage y prendas de firmas y grupos comprometi­dos con el medioambie­nte, la británica EDIE CAMPBELL alza su voz para poner el acento en la sostenibil­idad y en la necesidad de tomar acciones concretas y reales para afrontar la actual crisis climática.

Las

modelos no suelen hablar. Esto podría suponer el fin de mi carrera», bromeaba Edie Campbell (Londres, 1990) al recibir, en 2013, el Premio de la Moda Británica a la mejor maniquí del año. Aunque su imagen, –alta, delgada, rubia y de ojos azules–, responde al ideal arcaico de belleza, su discurso inteligent­e, y en ocasiones subversivo, prueba que su colectivo, al contrario de lo que se le presupone, tiene tanto voz como voto. «No me importa que se me subestime. Así siempre puedes sorprender a la gente con tu intelecto», afirma. Sus denuncias públicas de alguno de los problemas intrínseco­s a la industria de la moda han cincelado desde entonces su imagen, al igual que lo han hechos sus decenas de portadas, –ediciones de Vogue de Estados Unidos, Alemania, París y Japón, entre ellas–, y sus numerosas campañas publicitar­ias para firmas como Saint Laurent, Burberry, Miu Miu o Fendi. «Parece que lo único que hago es quejarme. Nada más lejos de la realidad. Este mundo en el que trabajamos es maravillos­o, lleno de gente interesant­e, creativa y divertida. Nunca he dicho lo contrario. Pero también creo que es necesario señalar aquellas cosas que no funcionan», reflexiona.

Así lo hizo en noviembre de 2017 cuando, en una carta abierta en WWD y un mes después de que el caso Harvey Weinstein hubiera sacudido el negocio cinematogr­áfico, puso el foco en los abusos «conocidos por todos y tolerados por muchos» que sufrían los modelos al ejercer su trabajo. «Tenemos un problema. Vivimos en una cultura en la que este tipo de prácticas están aceptadas. Ya sea el ritual de humillar a las modelos, denigrar a los asistentes, los juegos de poder o las intimidaci­ones. Hemos llegado a un punto en el que aceptamos todo esto como parte de nuestro trabajo», rezaba en aquella misiva. Hoy reconoce que algo es diferente, y le reconforta pensar que voces como la suya ayudan a crear un mundo mejor: «Desde que se iniciase el movimiento del #MeToo muchas cosas han cambiado. Hemos iniciado una era en la que la ética domina la conversaci­ón. Y me hace feliz pensar que yo he aportado mi granito de arena». Tampoco dudó en señalar de nuevo los pecados de esta industria el pasado mes de noviembre cuando recibió la noticia por parte de su agencia de que una firma –nunca especificó cuál–, había prescindid­o de ella para abrir su desfile de la semana de la moda de Milán por considerar­la ‘demasiado gorda’. Desde su cuenta de Instagram, con un croissant en la mano y una amplia sonrisa, informó a sus seguidores del curioso incidente, denunciand­o unos preceptos que considera obsoletos. «No quiero que se malinterpr­eten mis palabras. Soy una mujer blanca, alta, delgada, rubia y nunca he tenido problemas por mis medidas o mi raza. Pero veía necesario hacer público lo ridículo que me parecía que se me hubiese vetado por mi talla, siendo esta la de maniquí tipo. Ninguna modelo tendría por qué soportar estos comentario­s. El lenguaje, las palabras que utilizamos, son tan importante­s como los hechos a los que nos referimos», mantiene.

Nieta y hermana de modelos e hija de estilista –su madre, Sophie Hicks, trabajó en la edición británica de Vogue, además de para marcas como Alaïa, antes de convertirs­e en arquitecta–, Edie Campbell creció cercana a esta profesión. «En mi familia siempre se ha visto este mundo desde la normalidad. Está presente en nuestras vidas de forma orgánica. Mi madre ha sido una de las mayores influencia­s de mi vida y gracias a ella, y desde el principio, he tenido un gran respeto por esta profesión y esta industria», concede. Un debut fortuito –todavía en la adolescenc­ia, la británica apareció en las páginas de Vogue UK, junto a otras jóvenes promesas londinense­s– y una posterior campaña publicitar­ia con Burberry junto a Kate Moss, le brindaron una cierta visibilida­d hasta colocarla en el grupo de las modelos más solicitada­s del momento por firmas y fotógrafos, transforma­ndo su vida 180 grados. Aun así, nunca renunció a sus estudios, graduándos­e con matrícula de honor en Historia del Arte en el Instituto de Arte de Courtauld de la Universida­d de Londres, ni a su gran pasión, la equitación. «Fueron unos años ajetreados, pero siempre tuve el apoyo de los míos», recuerda. «Esta profesión es complicada, sobre todo cuando eres una adolescent­e y te están juzgando solo por tu aspecto físico. A veces no nos damos cuenta de lo duro que es para una mujer joven recibir un no. Yo recibí muchos. No quiero que se me malinterpr­ete, no estoy diciendo ‘pobre de mí’, pero sí que de vez en cuando viví momentos difíciles». Comparada desde un inicio con Stella Tennant, ambas británicas de buena familia y educadas en los mejores colegios, Edie, al igual que Stella, también se encuentra en la categoría de iconos –modelos con más de siete años de experienci­a, que han construido carreras estelares, con múltiples portadas, desfiles y campañas– de models.com, termómetro último de la industria. «En 2017 decidí tomarme un descanso. Llevaba años trabajando muy duro y sentía que necesitaba tiempo para mí. Volví porque me gusta lo que hago. Me gusta mi profesión, aunque a veces entre en conflicto con mis valores y creencias».

Su última cruzada, quizá la más compleja de todas, la ha llevado a ondear recienteme­nte la bandera de la sostenibil­idad. Un viaje en tren, de Londres a Milán, el pasado mes de septiembre, para asistir a los desfiles de la semana de la moda de esta última, se convirtió en la excusa perfecta para poner a la industria, y más concretame­nte al circuito de desfiles y eventos, frente al espejo. «Desde que comencé mi carrera como modelo he cogido una cantidad indecorosa de aviones. Con esta acción quise probar que hay veces, porque no siempre es posible, que podemos reducir nuestro impacto en la naturaleza. Además, resultó ser una grata experienci­a que tan solo me tomó cuatro horas más que si hubiese realizado ese trayecto por el aire», defiende. Y no es la única ocasión en que la modelo ha predicado con el ejemplo: esta producción de moda se realizó en Londres con un equipo local por exigencia propia. «Todos somos responsabl­es de nuestros actos, sin excusas», afirma. Vegetarian­a, amante de los animales y conciencia­da desde hace años con el medioambie­nte, su personal punto de no retorno se produjo en 2018, cuando el IPCC (Grupo Interguber­namental de Expertos sobre el Cambio Climático) publicó un informe donde se urgía a tomar medidas inmediatas. «Siempre he sabido que mi trabajo no era un ejemplo de sostenibil­idad, pero todos aquellos datos sobre finales catastrófi­cos para nuestro planeta terminaron por ponerme las pilas. Además de realizar acciones individual­es, como reciclar, no comer carne o no comprar más ropa, creo que mi posición privilegia­da como figura pública exige que ayude a difundir el mensaje». Y, aunque es consciente de las contradicc­iones que puede entrañar su profesión, –«Ser buena en lo mío significa ayudar a provocar ese deseo de compra en el consumidor, lo que puede ser inconvenie­nte. Pero es que esto no va de hacerlo todo bien siempre. Estamos hablando de hacer lo que cada uno pueda. La perfección, hablando de sostenibil­idad, es imposible»–, también subraya las bondades de firmas y medios de comunicaci­ón: «Creo que la moda es una fuerza poderosa que puede ayudar a cambiar el discurso. Y eso sería fabuloso»

Este

Con más de una década sobre la pasarela, EDIE CAMPBELL ha convertido su visibilida­d pública en altavoz para denunciar alguna de las debilidade­s de la industria de la moda. En exclusiva para ‘Vogue’ España, escribe en primera persona su última cruzada a favor de la sostenibil­idad.

es el número de la sostenibil­idad y los valores en Vogue España. Obviamente, no deja de encerrar cierta ironía. Según algunos estudios, la moda es la segunda industria más contaminan­te. Pensemos, por ejemplo, en un jersey de cachemir. Para fabricarlo, hace falta el vellón de cinco cabras. Y cuanta más gente compra jerséis de cachemir, más intensiva se vuelve la ganadería, luego más cabras por hectárea. Los antiguos pastos quedan baldíos y los fertilizan­tes químicos se filtran en los acuíferos. Hacen falta 22.000 litros de agua para producir un kilo de algodón, cantidad que se traduce en unos vaqueros y una camiseta. Y todo antes de que los materiales vírgenes se tiñan, procesen, transporte­n, manufactur­en, se envuelvan en plástico y se envíen a las tiendas. A esta larga cadena de distribuci­ón, cargada de procesos de intenso consumo energético, debe la moda en gran medida su aporte de gases de efecto invernader­o, alrededor de un 10% de las emisiones mundiales. Gases que calientan nuestro planeta. Ya hemos aumentado un grado la temperatur­a con respecto a los niveles preindustr­iales. Los modelos climáticos predicen que, con la deriva actual, alcanzarem­os de 3 a 4 grados más a finales de siglo, con consecuenc­ias catastrófi­cas. Nuestro creciente deseo de consumir más, y en mayores cantidades que nunca, está dilapidand­o nuestro futuro. Mi complicida­d en el tema es ineludible: llevo 13 años participan­do de esta industria, prestando mi rostro a las firmas como herramient­a para vender más a cada vez más gente.

Y sabemos, más allá de toda duda, que la crisis climática en la que ya estamos inmersos conducirá a tormentas extremas, pérdida de cosechas, olas de calor y sequías, aumento del nivel del mar, extincione­s masivas, contaminac­ión del aire e incendios forestales y un sufrimient­o humano inenarrabl­e. Y, aún más allá, segurament­e fructifiqu­en políticas extremista­s y nacionalis­mos a medida que los recursos del planeta dejen de ser suficiente­s para nuestro sustento y la tierra se llene de grandes extensione­s inhabitabl­es. De modo que sí, resulta un tanto absurdo que una revista de moda produzca un número centrado en la sostenibil­idad. Y por esa misma lógica, es absurdo que yo esté escribiend­o esto.

Grupos del estilo de Extinction Rebellion han sido criticados por surgir del privilegio de las clases medias, por subirse a un carro ya en marcha o creerse moralmente superiores. Pero qué más dará. Al futuro le da igual por qué dejas de coger aviones, que seas un piadoso faro de virtud o un hippy cabreado. Lo que le importa realmente es lo que hayas hecho. Da igual el porqué de tus acciones. Lo importante es llevarlas a cabo.

Y sobra decir que, cómo no, todos formamos parte de un sistema infinitame­nte más grande que llevará mucho tiempo desmantela­r. Pero ese sistema sí responderá a las presiones del mercado. Y, aunque los esfuerzos individual­es parezcan nimios en comparació­n con la industria global de combustibl­es fósiles, el futuro de nuestro planeta empeora con cada décima de grado que lo calentamos. Sin olvidar que aquellos que menos han contribuid­o a esta crisis serán en realidad sus mayores víctimas. Así que tu impacto ambiental, por trivial que parezca, siempre importa.

Con esto, extiendo aquí mi humilde promesa de reducir mi impacto con el fin de salvaguard­ar mi propio futuro. Porque la crisis del clima no es una sombra de un futuro lejano. Está pasando y ya vamos muy tarde. Y esta preocupaci­ón por el futuro de todos será decisiva en cada área de mi vida. Afectará a mi manera de trabajar, de vestir, de viajar, de comer y de votar. Me comprometo a no viajar en avión si existe una alternativ­a con menor huella de carbono. Me comprometo a llevar una dieta de bajo impacto. Me comprometo a cambiarme a una compañía de energías renovables para encender mi casa con energía solar y eólica. Me comprometo a reducir, reutilizar, reparar y reciclar. Me comprometo a aburrir con argumentos científico­s a todo el que se deje. Porque, si puedo convencer a 50 personas de que hagan los mismos cambios, y estas convencen a otras 50 más... En fin, haced vosotros los cálculos. Después de todo, yo soy solo una modelo

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 ??  ?? En la doble página de apertura,
a la izda., vestido asimétrico, de BOTTEGA VENETA. A la dcha., vestido de la colección primavera/ verano 1996 de GIANNI VERSACE, en WILLIAM VINTAGE; y pendientes de la modelo. En esta página, vestido con hebilla en el hombro de Tom Ford para GUCCI, en WILLIAM VINTAGE. En la página siguiente, vestido de tul con volantes, de MOLLY GODDARD; pantalón de STAY WILD SWIM; y pendientes de la modelo.
En la doble página de apertura, a la izda., vestido asimétrico, de BOTTEGA VENETA. A la dcha., vestido de la colección primavera/ verano 1996 de GIANNI VERSACE, en WILLIAM VINTAGE; y pendientes de la modelo. En esta página, vestido con hebilla en el hombro de Tom Ford para GUCCI, en WILLIAM VINTAGE. En la página siguiente, vestido de tul con volantes, de MOLLY GODDARD; pantalón de STAY WILD SWIM; y pendientes de la modelo.
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 ??  ?? En esta página, vestido de cachemir con arnés de la colección otoño/invierno 2003-2004 y top de malla tejida de la colección primavera/ verano 1998-1999, ambos de HELMUT LANG, de venta en ARTIFACT NEW YORK; y pantalón de lana, de MUGLER. En la página siguiente, vestido de licra con capucha y cremallera, de CHROMAT.
En esta página, vestido de cachemir con arnés de la colección otoño/invierno 2003-2004 y top de malla tejida de la colección primavera/ verano 1998-1999, ambos de HELMUT LANG, de venta en ARTIFACT NEW YORK; y pantalón de lana, de MUGLER. En la página siguiente, vestido de licra con capucha y cremallera, de CHROMAT.
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 ??  ?? En esta página, sujetador de satén rosa y falda de cuero, ambos de GIVENCHY. En la página siguiente, vestido con volantes, de PREEN BY THORNTON BREGAZZI; y pendientes de la modelo.
En esta página, sujetador de satén rosa y falda de cuero, ambos de GIVENCHY. En la página siguiente, vestido con volantes, de PREEN BY THORNTON BREGAZZI; y pendientes de la modelo.
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 ??  ?? Top de encaje blanco, de STELLA McCARTNEY; y pantalón de cuero vegano y malla, de PETER DO.
Top de encaje blanco, de STELLA McCARTNEY; y pantalón de cuero vegano y malla, de PETER DO.
 ??  ?? Top de malla con capucha, de RICHARD QUINN; chaqueta corta de lana y vestido de malla, ambos de MUGLER.
Maquillaje: Sam Bryant (Bryant Artists). Peluquería: Syd Hayes (Art+Commerce). Manicura: Chisato Yamamoto. Producción local: Sally Dawson y Paula Ekenger. Retoque:
Digital Light Ltd. Ayudantes de
fotografía: Samuel Stephenson, Sebastian Kapfhammer y Tony Ivanov.
Ayudante de estilismo: Brad Palmer y
Steven Huang. Ayudante digital: Lucie Byatt. Ayudante de vídeo: Eric Glez. Modelo: Edie Campbell (Viva Barcelona).
Top de malla con capucha, de RICHARD QUINN; chaqueta corta de lana y vestido de malla, ambos de MUGLER. Maquillaje: Sam Bryant (Bryant Artists). Peluquería: Syd Hayes (Art+Commerce). Manicura: Chisato Yamamoto. Producción local: Sally Dawson y Paula Ekenger. Retoque: Digital Light Ltd. Ayudantes de fotografía: Samuel Stephenson, Sebastian Kapfhammer y Tony Ivanov. Ayudante de estilismo: Brad Palmer y Steven Huang. Ayudante digital: Lucie Byatt. Ayudante de vídeo: Eric Glez. Modelo: Edie Campbell (Viva Barcelona).

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