Jameela huracán
Actriz por sorpresa y activista de vocación, la actriz británica JAMEELA JAMIL sorprende a propios y extraños por la frescura, transparencia y honestidad de su discurso. Su éxito global, de la mano de la serie ‘The Good Place’, y los millones de seguidores que acumula en redes le sirven como altavoz para movilizar una conversación honesta sobre el feminismo, la diversidad y la salud mental.
En 1991, Madonna dijo, medio en serio medio en broma, que «la gente piensa que ser una estrella significa ser fabuloso, estar en boca de todos, que te fotografíen constantemente, que te adore todo el mundo, ser muy, muy rico, tenerlo todo, ¿y saben qué? Es absolutamente cierto». En aquel momento, Jameela Jamil tenía 5 años y miraba las revistas de moda pensando que una niña como ella (anglopaquistaní, introvertida, de clase baja, no muy agraciada y con problemas de audición) no tenía un hueco en el mundo. Sin embargo ¡sorpresa!, el patito feo se ha transformado en cisne, ha triunfado como actriz de la mano de la serie The Good Place y dota de contenido a las publicaciones que un día la acomplejaron. Sin embargo, se encarga personalmente de matizar lo que supone este éxito: «La fama ha sido difícil para mí. No era lo que quería, aunque entiendo que es como consigo el poder para producir el cambio y ahora ya estoy feliz. Pero he tenido que ir a terapia para lidiar con todo esto. Con perder tu privacidad, perder la capacidad de confiar en todo el mundo, porque no sabes quién es tu amigo y quién simplemente quiere algo de ti», asevera.
Jameela Jamil, con su casi 1,80 m de altura, aparece en el hotel Crosby de Nueva York vestida totalmente de negro, chupa de cuero incluida, con una mirada desafiante que se va dulcificando conforme avanza la charla. Su juramento es el de la honestidad y eso convierte una conversación con ella es un acto de una transparencia casi violenta. Lo que con otra celebridad se convertiría en un veto a las cuestiones personales, en ella se transforma en una ametralladora de información íntima y dolorosa. «Es realmente extraño darle a la gente detalles tan íntimos de tu existencia. Pero si mucha gente me está mirando, es mi deber no proyectar una imagen falsa de lo que soy por dentro y por fuera. Si quieres ser como yo, debes saber quién soy realmente y entonces ya decides tú».
Su batalla principal, que ahora dispara desde la almena de I Weigh, es la de la salud mental. «La gente sigue hablando de mí como alguien del movimiento body positive, incluso cuando he dicho dos mil veces que no. Me importa lo que hay dentro, no el cuerpo», insiste. Por ello, habla sin tapujos de cómo intentó quitarse la vida a los 26 años, cuando era una de las presencias más cool de Londres, y a la vez profundamente infeliz. También de cómo fue sorda hasta los 12, de su sufrimiento con el síndrome Ehlers-Danlos, una enfermedad rara que afecta a la piel y a las articulaciones (y que también padece Lena Dunham), y de cómo ya no se mira en el espejo porque sufre un trastorno dismórfico corporal que le hace verse la cara «como un Picasso». Por eso se maquilla, incluso para esta sesión, en dos minutos y con un espejo de apenas tres centímetros de ancho («así tengo más tiempo para otras cosas como los amigos, el sexo o la creatividad», defiende). Y todavía quedan en el tintero el terrible accidente que sufrió a los 17 años, y que a punto estuvo de confinarla a una silla de ruedas, y su experiencia con la anorexia o el cáncer. Pero que nadie se equivoque, si algo no es Jameela Jamil es una víctima. Es una guerrera irredenta.
De la fama había estado huyendo, pero al fin le tomó la medida: explica cómo pasó de la visibilidad de la televisión británica a replegarse hacia la BBC Radio 1. Se trasladó a Los Ángeles para ser guionista, pero debutó de manera inesperada como actriz en la serie The Good Place, estrenada en 2016, y ahí fue cuando la fama la acorraló del todo y tuvo que aprender a utilizarla a su favor, como pedestal para su activismo. «No escuchamos a los camboyanos o a los paquistaníes sobre sus países, escuchamos a Angelina Jolie hablando de lo que ocurre en países extranjeros y sus guerras (...) Yo antes era marginada, no era famosa, no era delgada y tenía la piel oscura cuando no estaba de moda. La gente me ignoraba aunque dijese lo mismo que ahora, cuando de repente todo el mundo ama la piel oscura y escuchamos a las mujeres», afirma.
I Weigh, que comenzó como cuenta de Instagram –con un millón de seguidores– se convierte en 2020 en un plataforma de contenido multimedia en la que caben absolutamente todas las causas, desde la diversidad racial, sexual o afectiva a las relaciones paternofiliales. «Está muy bien que el activismo se haya puesto de moda, pero la gente se siente intimidada y no sabe por dónde empezar, o se siente avergonzada porque no había hecho nada hasta ahora. Yo quiero ofrecer un lugar en el que, estés en el punto en el que estés, puedes encontrar tu sitio y te ayudemos a averiguar la manera en que puedas ayudar o reivindicar a otros», dice con orgullo, mientras celebra un cambio social como el que ayudó a producir cuando Instagram y Facebook prohibieron, en septiembre de 2019, la promoción de productos adelgazantes para sus usuarios de menos de 18 años.
Jameela explica por qué la concienciación creciente no tiene un reflejo en las urnas. «La extrema derecha tiene éxito porque se organizan y ejecutan. Nosotros no nos organizamos, simplemente hablamos en bucle y discutimos entre nosotros mientras ellos progresan y ganan. Pensamos: ‘Si no soy racista ya no tengo nada más que hacer’. Y no. Tienes que actuar», argumenta. Al mismo tiempo, subraya otro de sus mantras: abrazar los matices y evitar el maniqueísmo. Ella misma se define como feminista in progress, cree en el diálogo y, sobre todo, se permite aprender. «Dejé los estudios con 16 años. No soy una experta de nada», asegura.
Tenemos que dejar de adorar a los ganadores, tenemos que adorar también a quienes lo intentan, esos que lo intentan con ahínco. Vivimos exigiendo que la gente no cometa ningún error, buscando las más pequeñas equivocaciones y yendo a por esas personas, para borrar así todo lo bueno que han hecho. ¿Dónde nos lleva eso? Si no has hecho un daño irrevocable, deberías tener la oportunidad de equivocarte. Eso sí: Harvey Weinstein se puede ir a tomar por culo indefinidamente». Su discurso, desde luego, no carece de honestidad.
Es precisamente esa transparencia a la hora de hablar la que la ha convertido en un personaje popular (controvertido, en ocasiones) más allá de la pequeña pantalla. Destacó como locutora en Radio 1 por decirle al cantante y actor Russell Brand que era una auténtica pesadilla entrevistarle. Le leyó la cartilla a Kim Kardashian por promocionar productos para vientre plano que tenían efectos secundarios nefastos para la salud (y consiguió que borrara su post). Y no deja de denunciar el machismo rampante en Hollywood, incluso en tiempos del #MeToo. «Los hombres parecen sentirse más capaces de hacer personajes para monstruos y para aliens que para mujeres, que seguimos siendo un enigma para ellos», apuntala. También matiza productos como la película Ocean’s 8 (la versión solo con mujeres de Ocean’s Eleven), donde estaban todas tan maquilladas y peinadas que «parecían emojis» y sobre la serie Modern Love (estrenada en HBO, en la que Anne Hathaway protagoniza un episodio centrado en la bipolaridad) critica: «Solo son mujeres blancas con hombres de color. No hay mujeres de color, no hay nadie con discapacidades, hombres bajitos con mujeres altas. Cuenta muchas historias diferentes y todas acaban siendo muy similares. Es bastante decepcionante». Ella, como mujer de color, habla de las maravillas de su relación con el músico James Blake, con el que mantiene una relación desde 2015.
La representación de los diferentes espectros de la sociedad es, al fin y al cabo, lo que más orgullosa le hace sentirse de su gran plataforma al éxito, The Good Place, una comedia multirracial (también participan Kristen Bell, William Jackson Harper, D’Arcy Carden, Manny Jacinto y Ted Danson) con la que también se ha reencontrado con esas sitcom que la acompañaron en sus peores momentos. «Ha estado genial y me ha dado mucho dinero», bromea. «Cuando era una adolescente enferma me encantaba ver este tipo de series, me ayudaban a escapar de mi vida horrible, así que hacer a la gente reír es el honor más grande de mi vida», concluye