Baleárics, el tributo gráfico a las islas de Gabriel Escámez.
Después de cuatro años de investigación, el editor y director creativo GABRIEL ESCÁMEZ presenta un homenaje a las islas que cuidan la costa Mediterránea española: el libro Baleárics, con alma de pieza de coleccionista.
No tengo más que una atadura profunda: el Mediterráneo. En todo me siento mediterráneo. Mi resorte, mis fuentes, hay que encontrarlas en el mar que nunca dejé de amar». A la romántica declaración de Le Corbusier sobre el mar que baña este país hay que encontrarle una justificación necesaria: en 1928, tras viajar en tren por Madrid, Toledo, Segovia o El Escorial, el arquitecto francosuizo encontró en Barcelona una obsesión que serviría de base para muchos de sus proyectos, la bóveda catalana, y entendió el carácter de la Europa occidental como un Dorado particular para concebir la arquitectura. Así lo constata el libro Le Corbusier e l’antico: viaggi nel Mediterraneo, de Benedetto Gravagnulo, que recorre sus viajes bordeando las costas del viejo continente fascinado por el folclore y los edificios que encontraba a su paso. De una manera más costumbrista y personal, si cabe, el diseñador Gabriel Escámez se propuso un objetivo similar hace alrededor de cuatro años, iniciando su propio periplo por una de las áreas más cautivadoras de España: las islas Baleares. «Siempre he estado muy relacionado con estas islas, pero quería dar un paso más e indagar en sus costumbres, sus tradiciones, sus fenómenos folclóricos», relata Escámez, que ha reunido en Baleàrics cuatro tomos de 150 páginas dedicados, respectivamente, a Menorca, Mallorca, Formentera e Ibiza. En ellos se relata la vida local de estas islas lejos del turismo y los tópicos, con la ayuda de un ejército de aliados como los fotógrafos Nacho Alegre, Adrià Cañameras o Adrián Catalán, la ilustradora María Pratts o la diseñadora gráfica Ana Mirats. «Es un esfuerzo titánico, ya que cada isla tiene sus propios capítulos entre los que se relatan las fiestas, la indumentaria, las tradiciones ancestrales y los espacios más singulares de las cuatro islas. Ha costado casi tres años capturar, en la medida de lo posible, el folclore de Baleares en todo su esplendor».
No es la primera vez que Escámez hace suyo un folclore popular patrio: colaborador habitual de Vogue Living o AD, el proyecto que encabeza se divide entre Cobalto Studio –donde ejerce de director creativo, diseñador de atrezo y estilista en sesiones de fotos– y La Cobalta, esta nueva rama editorial dedicada en cuerpo y alma a divulgar la cultura mediterránea. «Creo que en España no siempre damos valor a la riqueza que tenemos, y mi pasión es precisamente ensalzar nuestra cultura como principal motor de evolución para el futuro. Si somos conscientes de lo que tenemos, entonces podemos avanzar», arguye. Con esa intención, este recorrido visual hace escala en cada una de las islas Gimnesias (Mallorca, Menorca y Cabrera, junto a islotes como Dragonera o la minúscula isla del Aire) y Pitiusas, entre las que aguardan los islotes de Espalmador y Espardell frente a las celebérrimas Ibiza y Formentera. Entre todas ellas, es curioso el nexo de su legado pero también algunas particularidades. «Por ejemplo, en el pue
blo mallorquín de Pollença, el día del Corpus Christi se puede ver la procesión de las Águilas y Sant Joan Pelós, una horda de jóvenes vestidas de blanco que cargan kilos y kilos de oro. Las piezas que llevan encima se cosen durante dos meses, en los que se van recogiendo joyas de las diferentes familias que van cediendo algunas de sus posesiones. O l’anellada, un conjunto de anillos que los novios regalan a sus novias en Ibiza hasta un máximo de tres por dedo, junto a los que se colocan una cadenetas con diminutos colgantes en forma de llave, corazón o triángulo invertido. Cada isla está conectada con sus vecinas, pero la idiosincrasia es propia y particular». Una ornamentación que contrasta con la austeridad que vemos en muchas de las iglesias baleares, conocidas por sus fachadas de piedra blanca y sus tres cruces ofreciendo la bienvenida a los visitantes. «Precisamente en Formentera, las familias representaban su economía a través de conceptos como l’emprendada, un conjunto de joyas que lucían las payesas sobre el pecho para ir a misa, y que podía encontrarse realizada en coral o plata hasta las más modernas, de oro».
En un punto de inflexión para el turismo en Baleares –si en 2020 la única manera de introducir un coche en Formentera será con autorización previa, Menorca ya se postula como destino sostenible favorito con una campaña que recalca su valor como Reserva de la Biosfera– proyectos como el de Escámez hacen pensar que al final, lo más exótico es lo que queda a un Mediterráneo de distancia