El refugio en Segovia de las hermanas de Lab Lamarca.
Para MISCHKA y MAGALLY CAPRILES los valores que transmiten desde LAB LAMARCA –su espacio de moda y vida saludable en Madrid– se conectan con la naturaleza de su refugio en Segovia, por cuyos alrededores corren en libertad bisontes, gatos monteses y lobos
Algo tiene la finca segoviana de las hermanas Mischka y Magally Capriles que hace de su ecosistema un privilegiado entorno para la vida animal. Serán las cercanas aguas del río Cega las que propician la existencia de especies autóctonas como el gato montés o el lobo ibérico, o quizás sea el bosque de fresnos el que ha mantenido intactas las características biológicas de este lugar. El caso es que a escasos metros de las dos jóvenes una imponente manada de bisontes europeos pasta libre con total tranquilidad. La emblemática especie que habitó la península, como revelan las pinturas rupestres de Altamira, desapareció de España durante milenios y han sido varias iniciativas privadas las que se han propuesto salvar al mamífero más grande del continente europeo de la extinción. La más exitosa, la de esta familia empresaria venezolana asentada en Madrid, ha conseguido instalar y reproducir, de la mano de un programa biológico para la recuperación del bóvido, a una veintena de ejemplares procedentes de Polonia. «Son mi hermana Mischka y mi padre los que se pasan el día investigando sobre estos asuntos y los que descubrieron lo idóneo de nuestra tierra para los bisontes», concede Magally. La mayor de tres hermanas (que a sus 27 años de edad se encontraba en la recta final de su primer embarazo durante la realización de este reportaje) fue la primera del clan en animarse a sembrar en Madrid el germen de LAB Lamarca, el proyecto que ahora ilusiona a toda la familia. Situado en el número 10 de la calle de Fernando VI, el mítico edificio Lamarca se transformó de la mano de estas emprendedoras en un pequeño templo para los amantes de la vida activa. Engloba una tienda multimarca de productos de deporte y moda athleisure, dos centros de entrenamiento (con el famoso y reconocido método de Tracy Anderson en uno de ellos) y un restaurante saludable llamado Roots. «En Caracas, donde me licencié en Derecho, había montado junto con dos amigas un pequeño estudio de fitness. En el local de al lado había un sitio de comida orgánica y rápidamente se creó entre los dos espacios una comunidad muy interesante. Cuando llegué a Madrid, hace dos años y medio, se me ocurrió poner en marcha algo similar aquí», concede. «Antes de ser nuestro negocio era nuestra forma de vida», añade Mischka. La pequeña de las Capriles (la hermana mediana, Mayra, vive en EE.UU.) finalizó sus estudios de periodismo y no dudó ni un segundo en sumarse a un proyecto que, en apenas un año de vida, se ha asentado en la capital. «Empezamos 2020 con una nueva sede para Roots en la calle Ayala, que se suma a la que incorporamos a finales de año en la plaza Pablo Ruiz Picasso», cuenta con entusiasmo Mischka. «Pero la expansión de Lamarca no es necesariamente algo físico», añade Magally. «Lo que queremos es consolidar una comunidad en Madrid que crea en esto. Un hub de wellness con unos valores definidos que proporcione herramientas para poder tener un estilo de vida saludable. Para ello organizamos charlas, eventos, clases, talleres... Nuestra preocupación va desde saber qué es lo que comes hasta conocer el origen de las prendas con las que te vistes, porque al final del día todo se une en una cosa común, que es vivir de manera consciente», concluye.
Una conciencia en la que ellas han vivido desde pequeñas, cuando el destino vacacional familiar se decidía en función del deporte que se podía practicar en él. «Somos una familia muy deportista. Desde niñas hemos jugado al fútbol, hemos hecho ballet, practicado surf, montado a caballo o en bicicleta cada domingo con nuestros padres. Estar tan cerca del mar y de la tierra te dota de un especial grado de sensibilidad con el medio ambiente. Las primeras marcas sostenibles de moda que aparecieron fueron de trajes de baño o de ropa deportiva por ese mismo
motivo», reflexiona Magally. «En Venezuela nuestra vida estaba muy conectada con la naturaleza», añade Mischka. «Caracas es un valle entre montañas, una ciudad llena de pájaros y rodeada de verde donde el Parque nacional El Ávila nos separa del mar y nos limpia el aire. Por eso venir al campo nos hace sentir un poco más en casa». Un nuevo hogar castellano leonés en el que refugiarse los fines de semana con sus perritas Una y Mika y del que inevitablemente extraer nuevas ideas y proyectos. «Venir aquí no significa desconectar, significa aprender algo nuevo cada día. Además de los bisontes, tenemos un buen rebaño de ovejas negras merinas, que es otra especie amenazada que estamos intentando preservar», cuentan las hermanas. «Leyendo descubres que, aunque en la Edad Media nadie la quería porque no se podía teñir con facilidad, su lana es un tejido de gran valor que tiene tres propiedades fundamentales: es impermeable, transpira y calienta, por lo que es ideal para fabricar, por ejemplo, ropa de esquí», cuentan casi terminando la una la frase de la otra. «Lo que inevitablemente nos lleva a querer hacer algo con esa lana. Nuestra madre, que es muy creativa, forró las sillas del jardín con la primera esquila. Nosotras estamos pensando en desarrollar pequeños productos de manera eventual para Lamarca, respetuosos con los animales y el entorno, que nos permitan contar esta historia completa que hay detrás. No nos interesa hacer nada que no nos permita seguir desarrollando nuestro discurso de conciencia»