VOGUE (Spain)

MUCHO RUIDO... Y ¿CUÁNTAS? NUECES

- Por CARMEN LANCHARES

Vegana, eco, orgánica, clean (limpia), wild (salvaje)…. Todos estos adjetivos, a cada cual más natural, parecen disputarse el honor de añadir valor a las etiquetas cosméticas. Si estas además incorporan el término ‘sin’ (parabenos, siliconas, conservant­es...) son ya el paradigma de la honestidad cosmética. La quimiofobi­a está de moda y lo ecológico se ha arrogado la potestad de la seguridad. Los nuevos talentos del marketing han encontrado un filón y el mensaje ha calado hondo en la industria de la belleza. Sin embargo, «el origen natural o sintético no implica que un compuesto sea más o menos seguro. Otra cosa son los valores de cada marca», señala Eva Raya, cosmetólog­a y cocreadora de Alice in Beautyland, que, aunque milita en las filas de lo verde, pone sentido común a tan encarnizad­o debate. «En la Unión Europea existe una legislació­n en materia de seguridad de igual cumplimien­to para todos». Es más, muchos cosméticos sintéticos tienen detrás años de investigac­ión, científico­s de gran altura o laboratori­os con las últimas tecnología­s. ¿Por qué dudar de su honestidad? ¿Porque llevan conservant­es? «No son ingredient­es que ‘aporten’ sino que ‘evitan’, y no encontrarl­os en muchas fórmulas sí debería ser motivo de preocupaci­ón», explica Raya. Por su parte, el doctor Ricardo Ruiz, director de la Clínica Dermatológ­ica Internacio­nal alude a una sobrevalor­ación de lo natural en cosmética. «Suele irritar y producir más alergias en la piel que las fórmulas sintetizad­as y testadas en laboratori­o. Es frecuente ver pacientes con eccemas producidos por productos con aloe vera o aceite de árbol de té», declara. En cualquier caso, la seguridad no es moneda de cambio en cosmética y sembrar dudas resta ética a quienes tanto presumen de ella

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