VOGUE (Spain)

TENDENCIAS

La primavera llega cargada de cambios.

- Fotografía THEO WENNER Texto RAFA RODRÍGUEZ

Con un discurso estrictame­nte autorrefer­encial y sin concesione­s, el diseñador afroameric­ano TELFAR CLEMENS domina como ningún otro la conversaci­ón actual de la moda... desde hace tres lustros. Ahora está dispuesto a demostrar que para ser global no es necesario renunciar a tus principios, mientras se deja querer por la industria.

Aún no está claro qué sucedió la noche del 8 al 9 del pasado enero en el Palacio Corsini florentino. Que hubo un festín, desde luego. Una bacanal, un banquete pantagruél­ico en el que la moda fue consagrada en carne y sangre, abierta en canal, devorada y luego vomitada para renacer en un acto de creación extremo. Las evidencias saltan a la vista en la escena del ritual, presidida por una mesa/tabla redonda con restos orgánicos, sólidos y líquidos. En el suelo, una cabeza de jabalí yace sobre una sartén rodeada de flores. «Anoche nos reunimos, cenamos y bebimos y nos dejamos llevar», dice el anfitrión. Telfar Clemens comparece en el palazzo a la mañana siguiente con evidentes signos de resaca artística. Lógica cuando has invitado a 40 colegas a participar del que ha debido de ser el mayor aquelarre multidisci­plinar en tiempos. El performer cósmico Boychild, el fotógrafo y actor Jabari Flemings, el fundador del colectivo visual kuwaití Abdullah Al Mutairi, la muy polifacéti­ca Juliana Huxtable, la compositor­a de música electrónic­a Fatima Al Qadiri, el dj Total Freedom, la estilista Haley Wollens, la banda de jazz experiment­al Standing On The Corner y el cineasta Terence Nance, por nombrar unos cuantos, estuvieron allí. Algunos hasta durmieron allí. «No había una obligación específica de hacer algo, solo una serie de instrument­os y micrófonos dispuestos en la mesa, como en las Naciones Unidas, listos para improvisar. La idea era venir a Florencia... de fiesta», confiesa sin problema.

Segurament­e no haya mejor manera de explicar a Telfar Clemens (Nueva York, 1985) que la que evoca esa imagen del diseñador en la festiva compañía de sus pares. En perpetua celebració­n. «El nuestro es un diálogo continuo, cada vez más profundo, con artistas de todo tipo. Va más allá de un proyecto específico. De hecho, tanto si ideas una colección como si haces un desfile, compones una canción o diriges una película, la situación es esencialme­nte la misma. Somos una nueva generación que trabaja junta», tercia en un momento dado Babak Radboy, socio desde 2013 y mano derecha en calidad de director artístico de Telfar, la etiqueta. Esa de los desfiles como happenings. La que llevó la escena kiki/voguing a la pasarela (sí, antes que el Hood by Air de Shayne Oliver, que estaba convocado aquí pero no se personó). La de los saraos en la hamburgues­ería de la popular cadena White Castle de Times Square. El que celebró después de presentar la colección primavera/verano 2016, en septiembre de 2015, fue tan sonado que la prensa ya no pudo ignorar su nombre por más tiempo. Hasta entonces, apenas unos cuantos enterados acudían a ver un show sin celebridad­es ni figurantes en primera fila. Entre los vacas sagradas de la crítica, resulta imposible encontrar una reseña suya antes de tal fecha. Ahora se lo rifan. «¡Qué le voy a hacer si me llaman de todas partes!», exclama. El pasado septiembre, la Federación Francesa de la Alta Costura y de la Moda lo invitaba a participar en la semana del prêt-à-porter femenino, su debut al otro lado del Atlántico. Volvería este enero, previo paso por el salón Pitti Immagine Uomo de Florencia, donde las sobras de su palaciega orgía artística ambientaro­n el posterior desfile (colección otoño/invierno 2020-2021) que sentó a Solange con Suzy Menkes y a Kelela con Michèle Lamy. «Me siento como si estuviera de gira. Y muy feliz de trabajar con gente que nos apoya y mira en nuestra misma dirección. Por fin, ¡esto es Telfar Global!».

Hay que remontarse a 2002 para entender a Telfar Clemens, cuando era adolescent­e en Queens, estudiante en una escuela de negocios de día y pinchadisc­os para costearse la vida de noche. «Empecé a diseñar porque no encontraba lo que me gustaba. Creo que la ropa masculina siempre ha carecido de la libertad que goza la femenina. Eso es lo que me interesa. Desde que tenía 15 años. Y sigue siendo igual», concede. «No creo en la moda como algo exclusivo. Para mí, todo el mundo tiene estilo. Esa idea de lo que es moda y lo que no... Qué quieres que te diga: yo soy mucho más de lo que no [carcajadas]. Además, las cosas más aburridas pueden resultar las más excitantes sobre la pasarela». Jean-Paul Gaultier, Rei Kawakubo, Vivienne Westwood y Yohji Yamamoto están en su santoral, pero también Levi’s y Old Navy, el Gap de los pobres. No, el creador nunca se ha olvidado de quién es: en febrero de 2018, orquestó una pop-up para su colección del otoño/invierno siguiente en Century 21, el outlet de Manhattan por excelencia. «Iba mucho porque tenía una sección de diseñadore­s europeos total. Podías conseguir un Helmut Lang por 90 dólares y, sin salir del edificio, un microondas baratísimo», recuerda. Claro que, para entonces, ya había ganado el CFDA/Vogue Fashion Fund que lo validaba como mejor diseñador emergente de 2017. Emergente, 12 años después de haber lanzado comercialm­ente su marca. «Tampoco pasa nada. Ni se me había ocurrido presentarm­e al concurso antes. Se ve que aquel era el momento», zanja sin acritud.

El momento, en verdad, lo cambió todo. De repente, Telfar. El nuevo paladín del estilo estadounid­ense, su funcional minimalism­o tratado con barroquism­o de barrio, sus canónicos códigos deportivos/casuales pasados por la triturador­a de la fluidez de género, la inclusión y la diversidad. Las clásicas etiquetas sport de nuestros padres deconstrui­das, reconstrui­das para trascender raza, clase y orientació­n sexual. «No, no hago activismo. No quiero ser ejemplo de nada ni para nadie. Soy yo mismo. Y espero que cada cual sea un modelo para sí», espeta. «Yo reflejo lo que me gusta. ¿Es una reacción a lo que veo, a lo que me rodea? Seguro. Pero, ¿quién diablos puede ver una doble intención en una camiseta?», dice con sorna. Clemens elude cualquier referencia política en su trabajo porque, asegura, solo diseña para él: «Nadie más que yo ha creado mi identidad. Es la diferencia entre presencia y representa­ción. Esa narrativa de la inclusión es para marcas que la necesitan porque nunca han sido ni diversas ni inclusivas». También es cierto que al diseñador no le hace falta significar­se políticame­nte porque todo lo que hace es político, sea hibridar un pantalón vaquero y uno de chándal, ocupar un palacio barroco florentino o crear el bolso más democrátic­o (sic) del que haya noticia.

Blasonado con el logo de la marca, el tote bag de Telfar se ha convertido en una suerte de símbolo de estatus para una nueva generación de consumidor­es de moda. «Se me ocurrió unas Navidades, observando a la gente con sus bolsas de grandes almacenes de un lado para otro. De hecho, utilizamos una de Bloomingda­le’s como modelo. Me pareció muy cool», explica. Realizado en piel vegana y presentado con la colección otoño/invierno 2014, no sería una realidad hasta que la inyección económica del galardón CFDA/ Vogue le permitió producirlo de forma masiva: «Lo querían la hija y el hijo, la madre y la abuela. Empezaron a llamarlo Hood bag [el bolso del barrio] o el Birkin de Bushwick [alusión al área más obrera de Brooklyn, inevitable­mente hipsteriza­da]. Los pedidos en nuestra web eran abrumadore­s». El precio ayudó, claro: poco menos de 200 euros. «Lo que un dj puede ganar en una noche», dice. El accesorio cuenta ahora con una lujosa versión en piel natural con denominaci­ón de origen toscana, lanzada en ocasión de Pitti y reclamo del actual made in Italy de la marca. «París, Italia, estamos en pleno proceso de migración», finaliza, poniendo el acento en la idea de etiqueta migrante (y luego que si no es político). «No voy a ponerme límites. Yo lo que quiero es vestir a todo el mundo»

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 ??  ?? En la página de apertura, chaqueta de chándal, top asimétrico, vaqueros
cargo híbridos y pendientes, todo de TELFAR (en SSENSE.COM).
En la página siguiente, camisa sin mangas, camiseta estampada, shorts deportivos con logo y pendientes, todo de TELFAR (en SSENSE.COM).
En esta página, Telfar Clemens, retratado en su estudio neoyorquin­o.
En la página de apertura, chaqueta de chándal, top asimétrico, vaqueros cargo híbridos y pendientes, todo de TELFAR (en SSENSE.COM). En la página siguiente, camisa sin mangas, camiseta estampada, shorts deportivos con logo y pendientes, todo de TELFAR (en SSENSE.COM). En esta página, Telfar Clemens, retratado en su estudio neoyorquin­o.
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 ??  ?? Sobre estas líneas, modelos con prendas de la colección otoño/invierno 2020-2021 de TELFAR, presentada durante la última edición del salón Pitti Immagine Uomo de Florencia, en enero. A la dcha., arriba, momento del desfile tras la bacanal, la mesa con las sobras de la cena como pasarela; abajo, las nuevas versiones en piel toscana del tote bag de TELFAR.
Sobre estas líneas, modelos con prendas de la colección otoño/invierno 2020-2021 de TELFAR, presentada durante la última edición del salón Pitti Immagine Uomo de Florencia, en enero. A la dcha., arriba, momento del desfile tras la bacanal, la mesa con las sobras de la cena como pasarela; abajo, las nuevas versiones en piel toscana del tote bag de TELFAR.
 ??  ?? Estilismo: Julia Sarr-Jamois. Peluquería: Mustafa Yanaz. Maquillaje: Maki Ryoke. Manicura: Eri Handa. Diseño de ‘set’: Ian Salter. Retoque digital: October NY. Modelo: Anok Yai.
Estilismo: Julia Sarr-Jamois. Peluquería: Mustafa Yanaz. Maquillaje: Maki Ryoke. Manicura: Eri Handa. Diseño de ‘set’: Ian Salter. Retoque digital: October NY. Modelo: Anok Yai.
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