DISEÑADORES
Presentamos a los tres finalistas de la novena edición del galardón Vogue WHO’S ON NEXT, patrocinado por Inditex desde 2012. DOMINNICO, YNÉSUELVES y MANS encarnan el diverso y estimulante panorama de la moda española.
Los finalistas de Vogue Who’s on Next
No pudieron abrazarse con sus equipos ni brindar con sus familias, pero al menos la noticia de que eran finalistas del premio Vogue Who’s On Next les proporcionó una alegría inmensa en pleno confinamiento. El mayor galardón de la moda en España para un diseñador emergente, que desde 2012 otorga Vogue España en colaboración con Inditex, tendrá este año un calendario diferente y se fallará en otoño en lugar de en mayo. Un aplazamiento que afecta a las siguientes fases del concurso, cuya primera selección se ha realizado gracias a la tecnología. El jurado ha podido analizar los dosieres de los 15 finalistas a través de completos vídeos y entrevistas. Mercedes Domecq, directora de comunicación de Inditex; Pepa Bueno, directora ejecutiva de ACME; Nuria de Miguel, directora de MBFWM; Javier Goyeneche, fundador de Ecoalf; la periodista Lola Carretero, los diseñadores Nacho Aguayo y Carlota Barrera, la modelo Marina Pérez, la empresaria Alessandra de Osma y miembros del equipo de Vogue España y Condé Nast formaron el comité de expertos que seleccionó con sus votos a los tres diseñadores que pasan a la fase final del concurso. Uno de ellos será quien se alce finalmente con los 100.000 euros de un premio que también incluye la entrada en ACME, la asociación de diseñadores españoles, y la posibilidad de participar en la pasarela Mercedes-Benz Fashion Week Madrid. Además de pasar a formar parte de la Generación WON junto a Marcela Mansergas, Juan Vidal, Maria Ke Fisherman, Mané Mané, Moises Nieto, Leandro Cano, Palomo Spain y Carlota Barrera.
DOMINNICO
Cualquiera hubiera querido vestir a Rosalía en su triunfal concierto de regreso a Barcelona, el año pasado, durante el Primavera Sound. Cualquiera hubiera querido, pero quien lo hizo al final fue Dominnico, la firma de Domingo Rodríguez, un alicantino de 25 años que en cuatro ha conseguido colocar sus prendas poppy y comiqueras –él dice también que son brutalistas– en los cuerpos de Lady Gaga, Lizzo, Rita Ora, Katy Perry y Rosalía. Lo suyo con la de Sant Esteve Sesrovires viene de lejos. Cuando escuchó su colaboración con C. Tangana en 2018 le pareció que compartían códigos estéticos, le envió varias prendas y zapatos y empezaron a interactuar en Instagram y Facebook. «Hasta que un sábado a las once de la noche me llamó Pilar, su hermana y me preguntó si quería formar parte de El mal querer», recuerda. Ha diseñado varios looks para su gira, como el espectacular crop top de manga larga con volantes color
menta que llevó en el Mad Cool, y juntos han creado un lenguaje estético que se puede percibir incluso cuando la cantante viste de Mugler o de otras marcas, tres cuartas partes harajuku girl, un quinto de coplera y un aderezo de trap.
El nuevo sistema de la moda ha dotado de un enorme poder a los estilistas de las estrellas, que se han cansado de barajar solo las 20 o 30 opciones que les dan las grandes casas y se han puesto a buscar creativos en los rincones más remotos de la red. Esto da una oportunidad de oro a diseñadores que hacen prendas visualmente impactantes y que se manejan en Instagram con sabiduría y descaro. Dominnico, desde luego, entra en esta categoría. «Cuando me contactaron los estilistas de Lady Gaga, en 2018, yo solo tenía 1.800 seguidores, pero llegaron a mí y la vestí para Coachella. Ahora me siguen los estilistas de Taylor Swift, Christina Aguilera...», cuenta. Eso le pone a la par con marcas que multiplican por varios millones su presupuesto en relaciones públicas. Pero no le vale todo. No se trata de enviar prendas gratis a cualquiera que supere cierto número de seguidores, ni de asociarse con celebrities que no compartan su universo, que está
firmemente radicado en dos momentos históricos: la era espacial de los sesenta y el cambio de siglo (los 90 y dosmiles expresados vía Lil’ Kim, Gwen Stefani y las Destiny’s Child).
Se puede decir que Dominnico, que desfiló en la Mercedes-Benz Fashion Week, ya tiene la atención y ahora le falta el músculo, la estructura para poder dar una solidez a su empresa. «No quiero que esto quede en las redes sociales o en un titular, quiero llegar a las tiendas, ampliar mi boutique online, poder servir los encargos que me hacen». En definitiva, pasar de lo gaseoso a lo sólido.
YNÉSUELVES
«Siempre digo que igual que nací rubia, nací diseñadora». Ynés Suelves (Madrid, 1991) no recuerda el momento en que decidió que se dedicaría a la moda, porque siempre estuvo ahí. «Cuando todas las niñas querían juguetes, a mí lo que más me gustaba era irme de compras con mis tías y con mi madre. Ella me daba mucha bola y me dejaba siempre hacer el ridículo. Cuando se llevaban los zapatos de punta me empeñé en tener unos y me los compró. Era bastante cómico, una niña enana con
zapatos rosas de punta». Su madre, María de Osorio, condesa de Vilaumbrosa, es ahora, junto a una de sus hermanas, una de sus principales colaboradoras. «La fuerza está en nuestro trío. Mi madre es una loca artista. Todo lo ve mágico, todo lo ve posible y crea cada vez que habla. Mi hermana, que estudia matemáticas, es la más realista. Ella nos baja a la tierra y tiene una sabiduría que nosotras no poseemos». Entre las tres han formado un estudio, MYL (de María, Ynés y Lucía), que es la base de Ynésuelves, la marca que creó cuando terminó sus estudios en el Istituto Marangoni de Londres.
Además de en el aspecto creativo, en la escuela se incidía mucho en la parte empresarial, algo que Suelves valora. «Al final, el diseño lo aprendes tú solo, pero es importante que te guíen en cómo crear una marca. Ahora mismo en España, por ejemplo, hay muchísimo talento entre la gente de mi generación pero no veo que nadie esté haciendo una marca sólida, con impacto. A mí me apetece crear eso, quiero hacer ropa que la gente se quiera poner. No solo Lady Gaga». En ello está, y cree que ganar el premio Who’s On Next le daría el impulso necesario para consolidar un proyecto que ya tiene algunas señas de identidad. Como el Pocket, un bolso que creó intentando poner orden en su propio caos. Como su nombre indica, es como un bolsillo compacto que se lleva a la cadera, como un zurrón. Tiene cierre de cremallera y representa algo que a primera vista puede no relacionarse con su estilo, la funcionalidad. También son facilmente reconocibles sus camisas extragrandes con cuello extraíble, «como en la sastrería antigua», apunta. «Las camisas siempre me parecen las prendas con más elegancia y más luz. En cambio, con las chupas me divierto más. Pongo cremalleras, metálicos. Ahí saco mi lado más gamberro».
Irónicamente, su pieza más mediática hasta la fecha ha sido un vestido de novia, algo a priori en las antípodas de su estilo. Se lo pidió su cuñada, Beatriz Febres-Cordero para su boda con el hermano de Ynés, Juan José Suelves, en el castillo familiar de Tamarit, en Altafulla (Tarragona). «Ella quería vestirse como una princesa. Estaba harta de vestiditos simples. Y pegaba con el ambiente». A Suelves se le ocurrió crear un vestido formado por un corsé y una falda con crinolina que encargó a Cornejo, la casa donde tradicionalmente se hace la ropa de época para los teatros. A lo largo del día, el mismo vestido pasó por tres estados distintos, primero modificando la crinolina por una más corta y luego eliminándola. «Todo el proceso fue mágico. Me permitió indagar en la historia de Altafulla. Al tener que hacer también mi vestido, el de mi madre y el de mis hermanas me lo planteé como una pequeña colección».
Los planes para su marca pasan por hacer una doble línea, «a lo Alexander Wang. Una de lujo y otra más asequible. Aunque, en general, mis prendas son caras porque es ropa de calidad y cuando produces poco cuesta mucho negociar el precio con los proveedores».
En poco tiempo ha aprendido algo que otros diseñadores tardan décadas en comprender: apelar a lo comercial no siempre funciona. «Cuando no eres honesta, se nota», sentencia.
MANS
Jaime Álvarez (La Luisiana, Sevilla, 1994) fue el ave más rara del IED. Mientras todos sus compañeros de curso en la escuela madrileña hacían proyectos de moda de mujer y acudían vestidos como extras en un videoclip de C. Tangana, él iba a clase con camisa y su blazer, y presentó un proyecto final de carrera centrado en la renovación de la sastrería masculina. Aunque apenas tenía 20 años, se puede decir que llevaba ya media vida haciendo ropa, porque empezó a los diez, aprendiendo costura varias veces por semana con las modistas de su pueblo, La Luisiana, en Sevilla. Creó su primer vestido, para una amiga, a los 14. «Balenciaga lo hizo a los once, pero es que era Balenciaga», bromea. Al poco de graduarse, ya con el germen de lo que sería su marca, MANS, en la cabeza, terminó de formarse en la sastrería Yusty de Madrid. «Las charlas que me daba el sastre eran vida para mí. Aprendí mucho de la paciencia que hay que tener para hacer una americana, una camisa, las horas que hay que echarle y las veces que hay que intentarlo para que al final esté perfecta».
Tras ganar tres veces el premio a la mejor colección en la pasarela 080 de Barcelona, Álvarez presentó la colección otoño/invierno 20-21 en la Casa de Velázquez de Madrid. Titulada Philippe e inspirada en el impresionismo y en los colores de Degas, Renoir y Monet, se tradujo en cazadoras cortas de piel de color azul empolvado, pantalones de cuero en azul y malva con camisas y jerseys jaspeados. Sus cortes ahondan en su idea de una nueva masculinidad y una tercera vía en la ropa para hombre (de la que se apropian muchas mujeres) que vio clara cuando estudiaba: «Me di cuenta de que había un vacío enorme entre lo clásico y el diseño estrambótico y excéntrico. Intenté buscar un punto intermedio». Que nadie interprete eso como una cosa timorata. En las colecciones de MANS hay desde camisas con gorgueras hasta batines pasando por blusas de seda con lazada. «Mi hombre ideal no tiene edad. Lo único que hace falta para vestirse con mi ropa es actitud y pensamiento moderno. Imagino a un chico que elige su atuendo sin escuchar los comentarios que le puedan hacer». Se identifica con esa «sastrería de toque chic» que hace Kim Jones para Dior y le hace gracia comprobar que alguien como Virgil Abloh ha terminado por rendirse al patronaje clásico en Louis Vuitton. «Con una última colección exquisita y puramente formal», señala.
«Respeto a las marcas que hacen streetwear pero flipo con los precios, ¿cómo pueden cobrar 900 euros por un chándal? Un suéter de algodón te sale a un euro el metro de tela. Nosotros trabajamos con tejidos italianos, británicos y japoneses, porque una americana bonita te la da el tejido. Hay que entender por qué una pieza vale mil euros». Aunque cuesta poner en pie una marca como la suya, Álvarez ha conseguido a sus 25 años tener un modelo de negocio claro. Dispone de un taller que emplea a ocho personas en la zona de Conde Duque de Madrid. Desde allí, vende sus diseños de prêt-à-porter en su tienda online y elabora trajes a medida, siguiendo
el ritual de Savile Row, es decir, un total de cinco pruebas sobre el cliente, las primeras con toile y la última con el tejido final. Ahora está en conversaciones con una tienda multimarca de Londres, aunque lo que le encantaría es plantarse más firmemente en el mercado asiático, desde donde empiezan a llegar algunos pedidos. «Creo que allí se entiende muy bien el espíritu de marcas como la nuestra. Me identifico mucho con ese cliente japonés que lleva una prenda buenísima pero que solo lo sabe él. No necesita un logo gigante que lo vaya pregonando. Me encantaría vender en Dover Street Market Ginza de Tokio ¡Es un templo para mí!». Sospecha que llegar allí con el título de ganador del premio Who’s On Next de Vogue España le ayudaría. El consumidor japonés hiperinformado no es el único público al que Álvarez respeta al máximo. Hay otras juezas cuyo veredicto se toma muy en serio. Se llaman Pilar y Aurora y son las modistas que le enseñaron a coser en La Luisiana. «A veces son muy duras conmigo, pero me gusta que sean estrictas»