VOGUE (Spain)

OTRO MUNDO QUE CONTAR

- Fotografía PABLO ZAMORA Estilismo VITO CASTELO Texto PALOMA ABAD

Ana Rosa Quintana ante sus días más difíciles como periodista.

‘El programa de Ana Rosa’ cumple quince años de liderazgo continuado en la franja televisiva de la mañana. Con ese motivo, ‘VOGUE’ ESPAÑA realizó las fotos de este reportaje con ANA ROSA QUINTANA, alma del magacín de política, sucesos y sociedad. Sin embargo, las cosas han cambiado (y mucho) antes de publicarlo. La presentado­ra ha convertido su espacio en una ventana para acompañar, entretener e informar a la sociedad española en tiempos de incertidum­bre. Hablamos con ella sobre cómo comunicar en tiempos de crisis.

Poco podía imaginar Ana Rosa Quintana (Madrid, 1956) cuando a principios de febrero se hicieron las fotos para este reportaje, que en el momento de su publicació­n, a finales de abril, el mundo sería otro totalmente diferente. El objetivo, por aquel entonces, era celebrar los tres lustros de liderazgo absoluto de El programa de Ana Rosa (Telecinco) en la franja televisiva de mañanas. El suyo era un matinal que combinaba informació­n política, sociedad y crónica rosa de un modo ameno y entretenid­o. Sin embargo, tras la confirmaci­ón del primer caso de COVID-19 en la península (el 26 de febrero) y la declaració­n del Estado de alarma por parte del Gobierno el 14 de marzo, la escaleta del espacio se modificó por completo para centrar todos sus esfuerzos en informar sobre la pandemia. «El mundo ha cambiado. En estos momentos, yo estoy viviendo otro programa, otras circunstan­cias. Y todos lo estamos pasando con muchísima amargura y dolor», declara la periodista, en conversaci­ón telefónica a finales de marzo.

En un país (un continente y casi un planeta, podríamos decir) confinado en sus casas por decreto gubernamen­tal, con todos los servicios no esenciales cancelados, y las tiendas, establecim­ientos hoteleros y restaurant­es cerrados a cal y canto... la labor de Ana Rosa se ha tornado más fundamenta­l que nunca: ofrecer una ventana a la actualidad, tratada de la manera más rigurosa posible, para mantener informados (y entretenid­os) a los cientos de miles de espectador­es que siguen eligiendo verla cada mañana. «Teníamos un programa de política, sucesos y entretenim­iento. Ahora es una crónica de cuatro horas y media de enfermedad, dolor y muerte. Con cifras que cada vez son más dramáticas. Con una sociedad confinada. Con unos medios de comunicaci­ón, los pocos que estamos haciendo directo, dividiendo las redaccione­s entre gente que se queda en casa y otros que vamos a la redacción cada día. Trabajando absolutame­nte en precario: con tres personas en mesas que antes tenían siete, con dos cámaras y sin grúas...», lamenta, emocionada. E insiste: «Esto que estamos haciendo ahora es una crónica diaria muy dolorosa en la que, por supuesto, intentamos poner lo positivo. Pero hay tan poco... que nos cuesta sacarlo. Intentamos, con nuestro esfuerzo, acompañar e informar. Y que las personas que están en su casa solas y tienen el hábito de vernos, nos sigan viendo. Queremos darles esperanza, pero es muy duro lo que contamos todos los días. Y es más duro lo que no contamos», añade Quintana. El discurso, pausado, delata su agotamient­o y, probableme­nte,el acusado peaje emocional que por fuerza ha de pagar, tras haber dedicado semanas enteras a hablar (en directo y en privado) con decenas de personas sobre un virus que, al cierre de esta edición, aún no había llegado al pico de contagios en España. También por salir cada mañana de su casa, exponiéndo­se a contraerlo. Y regresar, cada tarde, sin poder tocar a su marido e hijos por si ha sido infectada. Sin embargo, se mantiene firme en su decisión de continuar trabajando: «Somos un servicio público y estamos haciendo una cosa muy importante: acompañar, dar serenidad e informar. Nos hemos convertido en un programa informativ­o, y hay mucha gente sola en su casa que nos necesita para saber qué esta ocurriendo», sentencia.

El programa de Ana Rosa, desde su primera emisión, el 10 de enero de 2005, prometía «hacer historia del periodismo cada día». Aquella misma mañana, aterrizó en los hogares españoles con una entrevista exclusiva a Ramona Maneiro, que confesaba públicamen­te que había ayudado a morir al tetrapléji­co Ramón Sampedro seis años antes. Así de contundent­e avanzaba el tipo de personajes que pasarían por su plató a lo largo de los más de 3.800 programas emitidos hasta el momento. «Encontramo­s una fórmula, aunque lo del primer día fue fundamenta­l, porque marcó una línea que tuvo acogida desde el principio», decía el pasado febrero. Desde ese mismo plató de Mediaset, Ana Rosa Quintana ha comunicado el fallecimie­nto de un Papa, el nombramien­to de otros dos, la subida al trono de Felipe VI y la investidur­a de cinco diferentes presidente­s del Gobierno. Este año, el de su decimoquin­to aniversari­o, lo estrenó con la primera entrevista que Oriol Junqueras daba desde la cárcel [aunque no pudo ser grabada, Ana Rosa se hizo eco de sus palabras] «El equipo del programa se deja la piel en cada exclusiva», sacaba pecho la presentado­ra.

El camino también ha estado sembrado de polémicas y críticas. El año pasado la acusaron de morbosa por el tratamient­o que la televisión hizo sobre el rescate del niño Julen Roselló, en Totalán (Málaga). Este tipo de comentario­s jamás la han amilanado. «Estoy muy orgullosa de la cobertura de estos asuntos. España se paralizó con Julen. Todo el mundo estaba pendiente de salvar al niño. Lo que pasa es que si lo hace la televisión es morbo y si lo hace un periódico es informació­n. Aunque eso está cambiando, creo que nos estamos convirtien­do en un referente informativ­o», aseguraba. La fidelidad del público avala sus palabras: un 19% de share y 645.000 espectador­es de media tan solo en 2019. Los datos de 2020, por el momento siguen siendo similares. Hasta el convulso mes de marzo, con el país confinado, ha respetado las sólidas cifras de audiencia que la colocan como imponente reina de las mañanas. La productora ejecutiva del programa, Xelo Montesinos, explicaba el pasado febrero que este inusual equilibrio en la inestable parrilla televisiva se debía al liderazgo de la presentado­ra, rostro visible de un equipo de más de 150 personas. «Su personalid­ad, la impronta y la línea editorial que imprime son las que dan fortaleza al formato. Es una líder, consecuent­e con lo que hace y lo que dice», defendía entonces.

«Lo que hacemos ahora supone un esfuerzo emocional muy grande», dice Quintana. Lo pueden ver cada mañana en sus televisore­s: un equipo, el encabezado por Ana Rosa, dejándose la piel en busca de testimonio­s que arrojen algo de luz en este insólito escenario

En la página siguiente, Ana Rosa Quintana con vestido de punto, de ROKSANDA para MARINA RINALDI; y pendientes de aro oval hoop de oro rosa, de RABAT.

Maquillaje y peluquería: Piti Pastor (Ana Prado) para M·A·C Cosmetics y GHD. Ayudantes de fotografía: Orlando Gutiérrez y Eduardo Pérez. Ayudante de estilismo: Ángela Beviá.

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 ??  ?? En la doble página de apertura, a la dcha., Ana Rosa Quintana lleva vestido midi de crepé, de MATICEVSKI (en MYTHERESA); y pendientes de aro oval hoop de oro rosa, de RABAT.
En la doble página de apertura, a la dcha., Ana Rosa Quintana lleva vestido midi de crepé, de MATICEVSKI (en MYTHERESA); y pendientes de aro oval hoop de oro rosa, de RABAT.
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En esta página y en la anterior, con abrigo de piel brillante, de BOTTEGA VENETA; y pendientes de aro oval hoop de oro rosa, de RABAT.

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