LA CURA NO ESTÁ EN LA HEROICIDAD, SINO EN LA HUMANIDAD
Homenaje a los sanitarios de España.
Los sanitarios no se conforman con dejarse la piel para salvar al mayor número de pacientes en la crisis sanitaria que asola el país (y el planeta). También buscan maneras creativas para que los contagiados por COVID-19 se sientan lo más arropados posible en su obligado aislamiento.
POR la profundidad con la que se expresa, la médico madrileña Clara Isabel Pérez podría tener 67 años. Nada más lejos de la realidad: tiene 27. Es residente de tercer año de cirugía cardiovascular en el Hospital Universitario de Cruces (Vizcaya) y una de las impulsoras de la iniciativa que pone en contacto, a través de cartas, a pacientes ingresados por COVID-19 en dicho centro con ciudadanos anónimos. «Siempre digo que la enfermedad más prevalente que tenemos en el mundo es la soledad», sentencia. Una soledad a la que ella y sus compañeros se enfrentan a diario, pero que se ha visto exponencialmente agravada durante la actual crisis sanitaria, que obliga a los infectados por el virus a permanecer aislados, sin la posibilidad de recibir visitas de familiares debido al alto riesgo de contagio.
Por eso, para hacer más llevadera la hospitalización —que alcanza un valor mediano de 4 días, según el Ministerio de Sanidad— Pérez y otros seis residentes de distintas especialidades comenzaron a poner en marcha la idea de las cartas. Una propuesta que fue aceptada por sus superiores, quienes dieron las claves para su implementación: para no introducir dispositivos electrónicos externos, se utilizaría un canal de la televisión de las habitaciones para emitir los vídeos y las misivas recibidas (recitadas, en muchos caso, por personal del propio hospital). A día 1 de abril, tal como relata Pérez, habían aceptado 1.810 cartas procedentes de todo tipo de personas, incluyendo decenas de estudiantes locales. La acogida ha sido tan buena, que hasta se han puesto en contacto con ellos de otros hospitales para adaptar la idea en sus centros. «Se trata de ser médicos de cuerpos y almas. De ahí, la inquietud por ofrecer un acompañamiento lo más humano posible, a pesar de las circunstancias. Las cartas son un vehículo perfecto para ello porque tienen una dimensión muy personal. A veces las lees y se te parte el alma. Lo que es capaz de decir la gente cuando quiere abrirse es brutal».
Para Pérez, lo mejor de esta experiencia de comunicación entre desconocidos que se arropan en la distancia es que trasciende las paredes del hospital. «Durante el rato que se ha empleado en escribir la carta, el autor ha salido de sí mismo para darse a conocer a otra persona. Se ha arriesgado a expresar emociones profundas. Ha dado ánimos sinceros, con una ternura muy a destacar. Todo ese proceso tiene un impacto aún mayor en las comunidades. Estos ejemplos inspiran, hacen que nos planteemos si el vecino de al lado puede necesitar ayuda. No se necesita la etiqueta de infectado para estar pasándolo mal en estos momentos», concluye la residente. Aunque aún no cuentan con las valoraciones completas de los pacientes sobre el proyecto, al ser dada de alta, una mujer le comentó a las enfermeras que los vídeos le habían ayudado a distraerse de la realidad de estar ingresada.
Los datos avalan su teoría. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2019 había 4.793.700 millones de personas viviendo solas en España. De ellas, un 41,9% tenían 65 años o más y eran mayoritariamente mujeres —cerca de una de cada tres—. Mujeres como las protagonistas de varios de los vídeos que se han hecho virales en las últimas semanas. Ancianas confinadas sin compañía, como Lolita, que el día en el que cumplía 89 años salió al balcón y se encontró a un nutrido puñado de vecinos del madrileño barrio de Embajadores cantándole por sorpresa el Cumplea
ños feliz y aplaudiendo con ímpetu. Su reacción es una mezcla de incredulidad y emoción, que hace que se lleve las manos al rostro mientras sonríe y solloza a la vez. Tanto le ha llegado el detalle, que, según cuenta una de sus vecinas, piensa organizar una auténtica celebración con toda la calle cuando termine la cuarentena.
Las redes sociales, ese catalizador de polémicas y enfrentamientos virtuales, se han convertido durante la crisis en el gran amplificador de los gestos solidarios. Especialmente, de acciones que tienen lugar dentro del ámbito sanitario. Son muchos los usuarios de Twitter capaces de ponerle cara, por ejemplo, a Azahara Simón, una sanitaria del Hospital de Valdepeñas (Ciudad Real), que optó por escribir ‘¡Hola! Soy tu enfermera: Azahara’ junto a un alegre emoji en una tira de papel pegada a la pantalla facial de su traje de protección. Junto a una imágen de su propio rostro en la que se mostraba la sencilla ocurrencia, tuiteó: «A veces nos olvidamos que vamos tan tapadas que a los pacientes les resulta imposible saber quién es quién. A quién le han pedido o preguntado algo. Eso puede generar desconcierto y ansiedad. Así que, si una idea parece estúpida pero funciona, no es tan estúpida».
En situaciones tan delicadas, los pequeños guiños de amabilidad son los que marcan la diferencia. Lo saben bien los pinches de cocina del Hospital Ramón y Cajal (Madrid), quienes han empezado a añadir pósit con mensajes de ánimo junto a los menús de los pacientes: «Después de la tormenta, siempre sale el sol. Ánimo, no estás solo». Mercedes Medina, enfermera exhausta de 59 años redestinada a este enorme hospital para reforzar la plantilla —el número de sanitarios infectados en toda España hasta el 3 de abril era de 17.241, según Sanidad—, describe en qué estado se encuentran estos pacientes. «Son personas que suelen presentar fiebre, dificultad respiratoria y malestar generalizado, un cuadro que se puede agravar mucho con la edad». Toda amabilidad suma.
Cerca de allí, en el Hospital 12 de Octubre, otro proyecto que se ha hecho famoso en esta coyuntura ha sido Acortando la distancia. De nuevo, la idea es insuflar ánimos en los aislados por Covid19, en este caso, a través de videollamadas que les conectan con sus seres queridos. La promotora es Esther, la persona que se encuentra detrás del popular perfil de redes sociales ‘Mi enfermera favorita’. Fue ella quien se puso en contacto con una de las médicos intensivistas del centro, Victoria Trasmonte (Badajoz, 1983), para poner en marcha la iniciativa. Y así se hizo. «Tras haber realizado unas cuantas llamadas, estamos estableciendo protocolos para hacerlo todo muy bien. La idea es coordinar a la dirección de enfermería y a la asistenta social para detectar, desde la misma urgencia, a los pacientes más vulnerables», relata Trasmonte. Con ‘vulnerables’ se refiere sobre todo a las personas mayores que ingresan sin teléfono móvil o no tienen las habilidades técnicas para realizar las conexiones por sí mismos.
A veces, cuenta Trasmonte, se trata de saber parar un segundo y tender una mano silenciosa. «Hace unos días, un paciente empeoró estando en planta y hubo que trasladarlo a la UCI para dormirle y conectarlo a ventilación mecánica. Es una situación en la que todo ocurre muy rápido, lo que hace que ciertos detalles se pierdan, a pesar de ser fundamentales. En este caso, percibí que el señor sí llevaba un teléfono en la mano, así que, como estoy muy sensibilizada con el tema, le pregunté si quería llamar a su familia y contarles que iba a ingresar en cuidados intensivos. La llamó para decirle que la quería mucho y que esperaba verla a la vuelta. Cuando colgó, se le saltaban las lágrimas».
Momentos como este hacen que, quizá, cuando todo pase, las siglas de COVID no solo traigan a la mente el sufrimiento y la pérdida, sino que, como defiende Clara Isabel Pérez, «entre todos, aún podemos dotarlas de un nuevo significado: COmpatir VIDa»