VOGUE (Spain)

LA CURA NO ESTÁ EN LA HEROICIDAD, SINO EN LA HUMANIDAD

- Fotografía y ‘collage’ ERNESTO ARTILLO Texto EVA BLANCO

Homenaje a los sanitarios de España.

Los sanitarios no se conforman con dejarse la piel para salvar al mayor número de pacientes en la crisis sanitaria que asola el país (y el planeta). También buscan maneras creativas para que los contagiado­s por COVID-19 se sientan lo más arropados posible en su obligado aislamient­o.

POR la profundida­d con la que se expresa, la médico madrileña Clara Isabel Pérez podría tener 67 años. Nada más lejos de la realidad: tiene 27. Es residente de tercer año de cirugía cardiovasc­ular en el Hospital Universita­rio de Cruces (Vizcaya) y una de las impulsoras de la iniciativa que pone en contacto, a través de cartas, a pacientes ingresados por COVID-19 en dicho centro con ciudadanos anónimos. «Siempre digo que la enfermedad más prevalente que tenemos en el mundo es la soledad», sentencia. Una soledad a la que ella y sus compañeros se enfrentan a diario, pero que se ha visto exponencia­lmente agravada durante la actual crisis sanitaria, que obliga a los infectados por el virus a permanecer aislados, sin la posibilida­d de recibir visitas de familiares debido al alto riesgo de contagio.

Por eso, para hacer más llevadera la hospitaliz­ación —que alcanza un valor mediano de 4 días, según el Ministerio de Sanidad— Pérez y otros seis residentes de distintas especialid­ades comenzaron a poner en marcha la idea de las cartas. Una propuesta que fue aceptada por sus superiores, quienes dieron las claves para su implementa­ción: para no introducir dispositiv­os electrónic­os externos, se utilizaría un canal de la televisión de las habitacion­es para emitir los vídeos y las misivas recibidas (recitadas, en muchos caso, por personal del propio hospital). A día 1 de abril, tal como relata Pérez, habían aceptado 1.810 cartas procedente­s de todo tipo de personas, incluyendo decenas de estudiante­s locales. La acogida ha sido tan buena, que hasta se han puesto en contacto con ellos de otros hospitales para adaptar la idea en sus centros. «Se trata de ser médicos de cuerpos y almas. De ahí, la inquietud por ofrecer un acompañami­ento lo más humano posible, a pesar de las circunstan­cias. Las cartas son un vehículo perfecto para ello porque tienen una dimensión muy personal. A veces las lees y se te parte el alma. Lo que es capaz de decir la gente cuando quiere abrirse es brutal».

Para Pérez, lo mejor de esta experienci­a de comunicaci­ón entre desconocid­os que se arropan en la distancia es que trasciende las paredes del hospital. «Durante el rato que se ha empleado en escribir la carta, el autor ha salido de sí mismo para darse a conocer a otra persona. Se ha arriesgado a expresar emociones profundas. Ha dado ánimos sinceros, con una ternura muy a destacar. Todo ese proceso tiene un impacto aún mayor en las comunidade­s. Estos ejemplos inspiran, hacen que nos planteemos si el vecino de al lado puede necesitar ayuda. No se necesita la etiqueta de infectado para estar pasándolo mal en estos momentos», concluye la residente. Aunque aún no cuentan con las valoracion­es completas de los pacientes sobre el proyecto, al ser dada de alta, una mujer le comentó a las enfermeras que los vídeos le habían ayudado a distraerse de la realidad de estar ingresada.

Los datos avalan su teoría. Según el Instituto Nacional de Estadístic­a (INE), en 2019 había 4.793.700 millones de personas viviendo solas en España. De ellas, un 41,9% tenían 65 años o más y eran mayoritari­amente mujeres —cerca de una de cada tres—. Mujeres como las protagonis­tas de varios de los vídeos que se han hecho virales en las últimas semanas. Ancianas confinadas sin compañía, como Lolita, que el día en el que cumplía 89 años salió al balcón y se encontró a un nutrido puñado de vecinos del madrileño barrio de Embajadore­s cantándole por sorpresa el Cumplea

ños feliz y aplaudiend­o con ímpetu. Su reacción es una mezcla de incredulid­ad y emoción, que hace que se lleve las manos al rostro mientras sonríe y solloza a la vez. Tanto le ha llegado el detalle, que, según cuenta una de sus vecinas, piensa organizar una auténtica celebració­n con toda la calle cuando termine la cuarentena.

Las redes sociales, ese catalizado­r de polémicas y enfrentami­entos virtuales, se han convertido durante la crisis en el gran amplificad­or de los gestos solidarios. Especialme­nte, de acciones que tienen lugar dentro del ámbito sanitario. Son muchos los usuarios de Twitter capaces de ponerle cara, por ejemplo, a Azahara Simón, una sanitaria del Hospital de Valdepeñas (Ciudad Real), que optó por escribir ‘¡Hola! Soy tu enfermera: Azahara’ junto a un alegre emoji en una tira de papel pegada a la pantalla facial de su traje de protección. Junto a una imágen de su propio rostro en la que se mostraba la sencilla ocurrencia, tuiteó: «A veces nos olvidamos que vamos tan tapadas que a los pacientes les resulta imposible saber quién es quién. A quién le han pedido o preguntado algo. Eso puede generar desconcier­to y ansiedad. Así que, si una idea parece estúpida pero funciona, no es tan estúpida».

En situacione­s tan delicadas, los pequeños guiños de amabilidad son los que marcan la diferencia. Lo saben bien los pinches de cocina del Hospital Ramón y Cajal (Madrid), quienes han empezado a añadir pósit con mensajes de ánimo junto a los menús de los pacientes: «Después de la tormenta, siempre sale el sol. Ánimo, no estás solo». Mercedes Medina, enfermera exhausta de 59 años redestinad­a a este enorme hospital para reforzar la plantilla —el número de sanitarios infectados en toda España hasta el 3 de abril era de 17.241, según Sanidad—, describe en qué estado se encuentran estos pacientes. «Son personas que suelen presentar fiebre, dificultad respirator­ia y malestar generaliza­do, un cuadro que se puede agravar mucho con la edad». Toda amabilidad suma.

Cerca de allí, en el Hospital 12 de Octubre, otro proyecto que se ha hecho famoso en esta coyuntura ha sido Acortando la distancia. De nuevo, la idea es insuflar ánimos en los aislados por Covid19, en este caso, a través de videollama­das que les conectan con sus seres queridos. La promotora es Esther, la persona que se encuentra detrás del popular perfil de redes sociales ‘Mi enfermera favorita’. Fue ella quien se puso en contacto con una de las médicos intensivis­tas del centro, Victoria Trasmonte (Badajoz, 1983), para poner en marcha la iniciativa. Y así se hizo. «Tras haber realizado unas cuantas llamadas, estamos establecie­ndo protocolos para hacerlo todo muy bien. La idea es coordinar a la dirección de enfermería y a la asistenta social para detectar, desde la misma urgencia, a los pacientes más vulnerable­s», relata Trasmonte. Con ‘vulnerable­s’ se refiere sobre todo a las personas mayores que ingresan sin teléfono móvil o no tienen las habilidade­s técnicas para realizar las conexiones por sí mismos.

A veces, cuenta Trasmonte, se trata de saber parar un segundo y tender una mano silenciosa. «Hace unos días, un paciente empeoró estando en planta y hubo que trasladarl­o a la UCI para dormirle y conectarlo a ventilació­n mecánica. Es una situación en la que todo ocurre muy rápido, lo que hace que ciertos detalles se pierdan, a pesar de ser fundamenta­les. En este caso, percibí que el señor sí llevaba un teléfono en la mano, así que, como estoy muy sensibiliz­ada con el tema, le pregunté si quería llamar a su familia y contarles que iba a ingresar en cuidados intensivos. La llamó para decirle que la quería mucho y que esperaba verla a la vuelta. Cuando colgó, se le saltaban las lágrimas».

Momentos como este hacen que, quizá, cuando todo pase, las siglas de COVID no solo traigan a la mente el sufrimient­o y la pérdida, sino que, como defiende Clara Isabel Pérez, «entre todos, aún podemos dotarlas de un nuevo significad­o: COmpatir VIDa»

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 ??  ?? En la página de apertura, fotografía y collage de Ernesto Artillo, que retrata a Elena Suárez, enfermera en un centro de mayores de Santander, y las manos del artista pintadas de azul. En esta doble página, otros tributos a los sanitarios en la historia del arte. De izda. a dcha., un mural del artista shanghaian­o Duyi Han en una iglesia de Hubei (2020); Settlement nurse, de Richard Prince (2003) Enfermeras descansand­o tras su turno, de Lev Kotlyarov (1956); enfermeras de la abadía de Royaumont vistas por Norah Neilson Gray (1920); y San Sebastián cuidado por Santa Irene, de Georges de la Tour (alrededor de 1630).
En la página de apertura, fotografía y collage de Ernesto Artillo, que retrata a Elena Suárez, enfermera en un centro de mayores de Santander, y las manos del artista pintadas de azul. En esta doble página, otros tributos a los sanitarios en la historia del arte. De izda. a dcha., un mural del artista shanghaian­o Duyi Han en una iglesia de Hubei (2020); Settlement nurse, de Richard Prince (2003) Enfermeras descansand­o tras su turno, de Lev Kotlyarov (1956); enfermeras de la abadía de Royaumont vistas por Norah Neilson Gray (1920); y San Sebastián cuidado por Santa Irene, de Georges de la Tour (alrededor de 1630).
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