La MUJER que pudo REINAR
Todo lo que siempre quisimos saber sobre HILLARY RODHAM CLINTON y nunca nadie se había atrevido a preguntarle sale por fin a la luz. La primera candidata a la presidencia de Estados Unidos se expone ante la cámara de la cineasta NANETTE BURSTEIN en una reveladora serie documental que no escatima en sombras.
Martes, 8 de noviembre de 2016. Congregados ante el televisor, muchos estadounidenses se preparan para celebrar la victoria de Hillary Clinton en las elecciones presidenciales. Pero, lo que iba a ser una fiesta en honor de la que hubiera sido la primera mujer en alcanzar la Casa Blanca, se convierte en un funeral colectivo retransmitido a todos los rincones del globo, con las redes sociales ejerciendo de fanfarria mortuoria. Un sicofante anaranjado acaba de hacerse con el mando de la primera potencia mundial. Cuando el país amaneció en shock, muchas miradas se giraron hacia la perdedora. Si sus ‘pecados capitales’ –que formaba parte del núcleo duro del ‘establishment’ de Washington, que no comprendía el pulso del americano medio, que su atribulada vida privada– jamás fueron un boomerang contra Donald Trump, bastante más señalado por esas pruebas de cargo que su oponente femenina, ¿qué había salido mal? El doble rasero de género, en todo su esplendor.
A la cineasta Nanette Burstein se le presentó entonces una oportunidad única. Hillary Clinton no estaba ya en primera línea informativa ni se postulaba para cargo alguno. Era la primera vez desde los años ochenta que podía hablar sin preocuparse por su imagen pública. Así, pudo entrevistarla durante siete días, además de hacer lo propio con su familia (su marido, Bill, y su hija, Chelsea), amigos, colegas políticos (Barack Obama) y periodistas. Fruto de esas decenas de entrevistas surge Hillary, una serie documental de cuatro episodios distribuida por la plataforma Hulu en Estados Unidos (con fecha pendiente de estreno en España), que repasa la vida y obra de este controvertido icono feminista. «Es alguien a quien admiro», concede Burstein (Búfalo, Nueva York, 1970), en conversación exclusiva con Vogue España. «Suelo estar de acuerdo con sus puntos de vista, aunque igual que otros estadounidenses en algún momento también pensé: ‘Puede que sea un poco inaccesible y controladora’. Pero
cuando la conocí descubrí una personalidad muy diferente. Ha luchado siempre por la justicia social, aunque la gente le ha atribuido diversas identidades: hay quien la glorifica y quien la odia. Mi premisa principal era mostrar quién es realmente y por qué ha existido esa polarización. Es una visión íntima, pero no una hagiografía».
La propia Clinton le devolvía los elogios en la presentación mundial de este retrato polifónico durante el último Festival Internacional de Cine de Berlín, el pasado enero: «Estoy impresionada por cómo ha recopilado todo este material y lo ha convertido en un filme. No trata solo de mí, sino de las biografías de muchas de nosotras». La suya, en concreto, no tiene parangón. Nacida en 1947, en Chicago, como Hillary Diane Rodham en el seno de una familia conservadora, en el documental cuenta cómo en su entorno jamás vio a una mujer trabajar fuera de casa, con la excepción de sus profesoras. «Cuando sea mayor voy a afiliarme al Partido Demócrata», informa durante la adolescencia a su padre, un votante republicano de los de toda la vida. Durante sus años universitarios en la elitista Yale conoce al que luego sería su marido, Bill Clinton. Y cuando él se convierte en gobernador de Arkansas, ella mantiene su trabajo como abogada, algo insólito para una mujer de su posición. «Supongo que podría haberme quedado en casa horneando galletas y tomando té. Pero decidí seguir con mi profesión», explica en un momento del metraje. Profesora de Derecho y activista por la igualdad, salta a los titulares cuando su esposo gana las elecciones presidenciales de 1992. Una celebridad que se torna en pesadilla tras destaparse el escándalo que lo relaciona con Monica Lewinsky, aquella becaria de la Casa Blanca con la que mantuvo relaciones íntimas. La serie no elude el caso. Tampoco lo hace la propia interesada ante el escurrido grupo de periodistas que tenemos acceso a su comparecencia en la Berlinale cuando se la inquiere, de soslayo, sobre la materia: ¿Hubo algún momento
en el que la directora quiso plantear alguna cuestión y usted dijo: ‘No voy a contestar a eso’? «No. Todos los temas estuvieron sobre la mesa. Se lo aseguro. Hablamos absolutamente de todo».
Burstein certifica sus palabras: «Hablar de su vida privada fue sin duda lo más complicado para ella durante la grabación. Y también para mí, porque me intimidaba un poco. Por supuesto, lo de Monica Lewinsky resultó muy delicado, incluso duro, pero jamás se negó a tratarlo». Para la directora, lo peor de aquello vino décadas después. «Cuando a Trump se le criticaba en campaña por su comportamiento sexista, ella no podía utilizar ese argumento porque su oponente podía contraatacar con la conducta de su esposo. Es muy duro tener una pareja y que lo que él haya hecho te repercuta de esta manera a ti». Tras el final del segundo mandato de Bill Clinton, en 2001, Hillary decide hacer carrera política por su cuenta, primero como senadora por Nueva York hasta 2009 y luego como Secretaria de Estado, de 2009 a 2013, designada por Barack Obama, su rival en las primarias demócratas que acabaron llevándole al Despacho Oval. En febrero de 2013, el semanario Newsweek la saluda desde su portada como la mujer más poderosa de la historia de los Estados Unidos. Para otros medios, es la mano que mece la cuna del poder en Washington. Con esas credenciales, en 2016 se postula para presidenta, convirtiéndose en la primera candidata femenina en ser nominada por uno de los dos grandes partidos. «Cuando cesé como Secretaria de Estado era increíblemente popular: tenía un nivel de aprobación en las encuestas muy alto: casi un 70%», rememora. «Mis oponentes sabían que tenían que rebajar esas cifras de aceptación e hicieron un gran trabajo al plantear todo tipo de cuestiones falsas y exageraciones sobre mí. Y yo creo que no hice bien al no responder a toda esa negatividad». Y continúa: «En política no tienes por qué estar de acuerdo con nadie. Disentir es perfectamente válido. Pero ha de quedar claro que en democracia son los ciudadanos los que eligen a sus líderes, no las potencias extranjeras o la desinformación en redes sociales». La supuesta intromisión rusa en aquellas elecciones se mantiene, cuatro años después, como su personal caballo de batalla: «Vladimir Putin sabía lo que yo hubiera hecho para defender la libertad y la decencia. Y para crear una relación sólida entre las democracias occidentales, particularmente al otro lado del Atlántico, para defender Europa y la OTAN. Sabía exactamente quién era yo cuando ordenó a su servicio de inteligencia que
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En esta página, de arriba abajo, con su marido en plena crisis por el caso Lewinsky, en 1998; en una reunión en el Despacho Oval en 1993; con un votante, en una imagen de campaña, en Charleston, en 2016; y en una imagen alegórica de la soledad del poder.
fuera a por mí. Quería derrotarme». Para el caso, la artillería pesada la reserva para su antiguo rival. «Toda la campaña de Trump y la manera en la que está ejerciendo su mandato ha alentado a líderes autoritarios de todo el mundo y ha despertado una dialéctica de insultos, escogiendo como objetivos a inmigrantes, minorías, gays o personas de otras religiones», declara. «Y muchos otros están siguiendo este modelo que supone una amenaza muy seria para la democracia. Nuestro actual presidente admira a líderes autoritarios y está muy cómodo entre ellos. Y eso me preocupa mucho».
Otra de las cuestiones que no elude es que su candidatura estuviera financiada por importantes donaciones de Harvey Weinstein, el productor hollywoodiense por fin condenado a prisión por dos agresiones sexuales. «Es cierto que contribuyó durante años en favor de muchos demócratas: Barack Obama, John Kerry, Al Gore o yo misma. No sé si eso debería hacernos replantear este tipo de apoyos económicos, pero ciertamente debería terminar con los comportamientos por los que acaba de ser juzgado. Creo que el veredicto habla por sí mismo», se defiende. Según Burstein, Hillary ha roto muchas barreras de género, aunque en ocasiones también se ha visto obligada a retroceder. «Su biografía arroja luz sobre los complejos sentimientos y prejuicios de nuestra cultura hacia nosotras», asegura la cineasta. «Es una lucha que siempre da dos pasos adelante y uno hacia atrás. Y, a veces, lo contrario». Una situación que queda patente en la serie cuando, durante un mitin de la última campaña de la excandidata, un militar le suelta sin ton ni son: «Deberías sonreír más». Ella le da el gusto, sí, pero con esa clase de sonrisa de la que es mejor huir.
Ejemplos similares se pueden rastrear en su libro What Happened (2017), escrito después de su derrota y uno de cuyos capítulos está dedicado a las mujeres en política. «Una de las cosas que decía allí es que como fui la primera en disputar una carrera presidencial, todo el mundo puso sus prejuicios, sus expectativas o sus puntos de vista sobre mis hombros. Espero que cuando existan más ejemplos femeninos a ese nivel y la situación se normalice, esto dejará de ocurrir», refiere. Y remata: «Creo que el doble rasero que padecemos se terminará entonces. Hemos hecho muchos progresos, pero sigue habiendo un largo camino que recorrer y la meta está aún lejos. Tanto ellos como nosotras tenemos formas, tallas o cortes de pelo diferentes, pero debería ser posible que a todos nos juzgaran solo por nuestros méritos»