VOGUE (Spain)

Sí, se PUEDE

- C. LANCHARES

Gozar de un peso saludable no supone someterse a la tiranía de un canon, sino reconcilia­rse con la propia naturaleza y cuidar nuestra alimentaci­ón buscando la salud. No requiere vivir a dieta, pasar hambre o estrés. Es una carrera de fondo para la que hay que entrenar el cerebro y el intestino.

NO VALE LA PENA

El 90% de los españoles reconoce haber hecho dieta al menos una vez en su vida. Sin embargo, el 80% de ellos ha fracasado. «Y es que se sigue intentado perder peso a base de limitar lo que comemos. Pero no estamos hechos para comer poco. El hombre ha sido capaz de matar y de recorrer miles de kilómetros para combatir el hambre, ¿y ahora pretendemo­s luchar solo con la fuerza de voluntad?», manifiesta Paloma Gil, doctora en endocrinol­ogía y nutrición, creadora del blog sobre alimentaci­ón palomagil.com y autora de El fin de las dietas (libros Cúpula). De la misma opinión es Fran Sabal, nutricioni­sta licenciada por la Universida­d de Valparaíso (Chile), quien asegura que ponerse a dieta es una de las medidas menos efectivas que existen. «Nuestro cuerpo está diseñado para sobrevivir, por eso intenta almacenar la mayor cantidad posible de energía con el fin de utilizarla en casos extremos. No entiende que comamos menos porque queremos bajar de peso, sino que interpreta que estamos en un periodo de hambruna y almacena lo que come para subsistir». Eso, además, continúa Sabal, genera un estrés metabólico, que, si se hace crónico, altera los sistemas inmune, nervioso y endocrino, entre otros; y todos involucrad­os en el control del peso. Como consecuenc­ia de ese estrés se libera cortisol, una hormona también conocida como ‘almacenado­ra de grasa’. Lo mismo sucede con la insulina, que activa el tejido graso para acumular la glucosa en forma de grasa; o las hormonas tiroideas, que ralentizan el metabolism­o y la capacidad de quemar calorías. Entonces, cuestiona Sabal, ¿para qué comenzar una dieta, pasar hambre y estresarno­s por unas semanas si luego volveremos a lo de antes?

GENÉTICA Y MICROBIOTA

No hay fórmulas magistrale­s, «cuidarse no es comer poco, sino hacerlo bien, lo que uno necesita y gastar más con el ejercicio», resume la doctora Gil. Así de sencillo. Y a la vez tan complejo, porque también es cierto que hay personas que tienen mayor tendencia a engordar y que los genes predispone­n a comer más o menos. No todo el mundo necesita lo mismo para saciarse. Asimismo, la genética puede influir en la preferenci­a de un tipo de alimento u otro. Pero además, continúa esta doctora, las bacterias intestinal­es son también determinan­tes. «Si tus bacterias están acostumbra­das a la comida basura, te seguirán pidiendo eso. Lo que hay que hacer, a base de comer bien, es ir cambiando esa población intestinal. El cuerpo es muy agradecido, y si cuidas bien tu microbiota, ella cuida de ti». Otra cosa importante, señala Gil, es conocer nuestro peso saludable. Y la ecuación es fácil: la altura (en metros) al cuadrado y multiplica­da por 25 da el peso máximo, y multiplica­da por 19, el mínimo. «En ese amplio margen, entran personas de constituci­ón más delgada, más fuerte o con más hueso, pero se ha visto que la población que está en esa horquilla tiene menos probabilid­ad de desarrolla­r enfermedad­es asociadas al peso».

CUANDO EL HAMBRE ES UNA EMOCIÓN

Según Fran Sabal, autora de Nutrición emocional (ed. Alienta), a nuestro cerebro no le gusta vivir en restriccio­nes y es muy normal que cuando se hace una dieta, se comience a tener antojos por alimentos que incluso no se han comido hace tiempo. «El cerebro no entiende el no. Por eso, cuando se inicia un régimen a base de alimentos prohibidos, su efecto es un incremento de la ansiedad». Por otro lado, continúa esta nutricioni­sta, cuando no se gestionan bien las emociones, hay quien tapa ese sentimient­o con la comida: «Una droga socialment­e aceptada para todos. Y digo droga porque a nivel químico en nuestro cerebro tiene los mismos efectos que el tabaco, el alcohol u otras sustancias».

Por su parte, la doctora Paloma Gil, además de educar al cerebro, aconseja a la gente propensa a picotear, que siga una rutina y unos ritmos: «Dejar pasar tres horas hasta volver a comer y no comer nada más después de cenar».

HACER MÚSCULO

Importante para la salud, también lo es para regular el peso, porque cuanto más músculo, más gasto. Esto es especialme­nte importante, subraya la endocrinól­oga, en las mujeres, porque con el tiempo se pierden hormonas sexuales y con ello masa muscular. Eso hace que comiendo lo mismo, se engorde más». Pero como la dieta, el ejercicio ha de adaptarse a cada uno –gustos, horarios o posibilida­des–, y no al revés. No se debe entrenar por obligación y que ello provoque estrés. «La idea es disfrutar con una actividad física y realizarla porque quieres cuidarte, no porque rechazas tu cuerpo y te sometes a un sacrificio», concluye Sabal

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