VOGUE (Spain)

LETICIA DOLERA

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El sol entra por la ventana, la luz se posa en el sofá y parte de la alfombra.

Es la suerte, o el privilegio, de tener un balcón a la calle. Taza de café, ordenador sobre las piernas.

Escribo escenas de la segunda temporada de Vida Perfecta. Tecleo encabezado­s del tipo:

INTERIOR DÍA CASA ESTHER

María se acerca a su hermana y le da un abrazo.

INTERIOR NOCHE BAR EIXAMPLE Cris y Pablo se besan apasionada­mente.

INTERIOR NOCHE SALA DE CINE

Gari ve una película con Mónica, comparten las palomitas.

Personajes que se rozan, se besan, se hablan a menos de un metro de distancia. ¿Será esta ficción de hoy, la ciencia ficción del mañana? ¿Dejará de ser Vida Perfecta una comedia realista, para formar parte de la pestaña SYFY de nuestras guías de televisión?

No veo las noticias, escucho la radio una vez al día. El dolor de las muertes en soledad de quienes nos dieron el pan y la vida resulta paralizant­e. Solo puedo quedarme en casa y salir a aplaudir al balcón cada noche.

Y cada noche, cuando quedan dos minutos para las ocho, una parte de mí se resiste a salir, los psicólogos lo llamarían «fase de negación», supongo. Por suerte, cada noche esa negación se convierte en esperanza.

Me alegro de salir y encontrarm­e con las miradas de mis vecinos, con los gritos de ánimo de Said, tiene seis años y su voz aguda y potente es la que nos hace levantarno­s del sofá a las ocho menos cinco cada día. Arrancamos con cierta timidez, pero cogemos carrerilla y aplaudimos y gritamos cada vez más fuerte, nos desgañitam­os con dos palabras que, seguidas, son fuente de vida: «Sanidad pública».

Esa que saldremos a reivinidic­ar y poner en valor cuando todo esto pase, que pasará. Gracias una vez más a quienes ponéis el cuerpo por cuidarnos, gracias por vuestra vocación y generosida­d.

Entro en casa, pese a todo, contenta. El chat con mis vecinos echa humo, respira una mezlca de ansiedad, miedo y ganas de compartir. Estoy deseando que llegue el cambio de hora para vernos las caras y dejar de contemplar nuestras siluetas recortadas.

Me entran varios mensajes, memes, audios de risa y un vídeo súper emocionant­e que se ha currado alguien desde Italia. Necesitamo­s comunicarn­os, contarnos, compartir esto que nos pasa como sea.

No sé cómo será la ficción después de todo esto, pero sí sé que seguiremos mirándonos en ella para expresarno­s, entenderno­s y hacernos preguntas. Seguiremos necesitánd­ola para compartir nuestros miedos y nuestras ansias, para sentirnos acompañada­s. María, Esther y Cris seguirán amando, deseando, sufriendo y caminando juntas en esa ficción que es la vida; esa misma que ahora parece una fantasía, pero es la realidad.

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