MUJERES y PROGRAMACIÓN: El BINOMIO del FUTURO BRECHA DIGITAL REINAS DEL ‘SOFTWARE’
De supermodelos a estrellas de cine pasando por una legión de mujeres fascinantes, la informática siempre ha ofrecido una ventana de creatividad para todas ellas.
Quiero animar a cuantas más mujeres jóvenes pueda a que se interesen por la codificación informática, porque es importante que sean ellas las que den forma al futuro. Y la codificación es el futuro». Esto no lo ha dicho un político o un filántropo tipo Bill Gates, sino Karlie Kloss, una de las modelos más cotizadas del planeta que, además, es experta en lenguaje de programación Ruby por la Universidad de Nueva York: «Enseguida me di cuenta de que la codificación es un superpoder al que todas las jóvenes deberían tener el derecho a acceder».
Karlie respalda sus palabras con acciones. Ya en 2016 puso en marcha Kode with Klossy, una suerte de campamento de verano para que chicas de entre 13 y 18 años (ochenta de ellas becadas) aprendan las bases de la inteligencia artificial o de los códigos Javascript o HTML. Podría decirse que estos conocimientos son la arquitectura del siglo XXI, por no hablar de que los trabajos relacionados con la informática están remunerados de media un 22% más que otros sectores. Además, siempre hay muchos puestos por cubrir, así como nuevos oficios inexistentes hace unos años que se generan casi a diario. ¿El problema? En España, solo el 2% de las mujeres trabajadoras están ocupadas en este sector. La brecha también se percibe en las carreras universitarias llamadas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), que atraen solo a un 2,6% de las universitarias frente al 15,2% de los universitarios. Como resultado, en las promociones de cada año de las especialidades técnicas, las mujeres apenas representan el 15% de todos los titulados. Pero, como asegura Karlie Kloss, ser hábil en codificación informática tiene que ver con la creatividad y la capacidad de resolver problemas, dos valores que la psique femenina ha demostrado tener históricamente. El pasado y el presente de la programación son la prueba.
Se dice a menudo que muchas mujeres no se interesan en la informática por falta de referentes. Quizá puedan ser escasos en número, pero son enormes en atractivo. La primera (literalmente, muchos la consideran la madre de la programación), Ada Lovelace, que tuvo una vida fascinante. Hija del poeta Lord Byron y la matemática Anna Isabella Milbanke, fue una matemática sobresaliente y una celebridad en la era victoriana por su carisma y habilidades científicas. ¿Un capricho del destino? Su curiosidad también permeó la industria de la moda: al ver la máquina de jacquard (un telar mecánico revolucionario en el siglo XIX, que funcionaba introduciendo tarjetas perforadas que contenían en las diferentes disposiciones de los agujeros las instrucciones para hacer un tipo de tejido u otro), pensó antes que nadie que un aparato similar con -lo más importante- las instrucciones adecuadas, sería capaz de resolver cualquier problema.
Ylo encontró: la máquina analítica de Charles Babbage, con quien Lovelace colaboró activamente creando el primer algoritmo codificado para que una máquina lo procese. «Un lenguaje nuevo, vasto y poderoso se está desarrollando para el uso futuro del análisis, el cual ofrecerá sus datos al servicio de la humanidad de una forma más veloz, práctica y precisa de lo que creíamos posible», vaticinó Ada Lovelace. Unos cien años después el propio Turing reconocía que sus proyectos se basaban en la máquina analítica. Otra deslumbrante pionera informática de grandes habilidades en códigos fue Hedy Lamarr, una de las estrellas más bellas de la historia del cine y reconocida precursora del wifi. En plena Segunda Guerra Mundial ideó un sistema de transmisión de mensajes fraccionados mediante saltos de secuencias. Así, los aliados podrían transmitir información encriptada, imposible de descifrar para japoneses y nazis. La comunicación inalámbrica (móviles, wifi...) debe mucho a su inquieta mente de ingeniera: «Puedo perdonar todo, menos el aburrimiento», era su lema.
Precisamente en la Segunda Guerra Mundial fueron varias las mujeres que hicieron historia en la informática. Entre ellas, las programadoras de ENIAC, uno de los primeros ordenadores de uso general y no solo computacional. Betty Snyder Holberton, Jean Jennings Bartik, Kathleen McNulty Mauchly Antonelli, Marlyn Wescoff Meltzer, Ruth Lichterman Teitelbaum y Frances Bilas Spence diseñaban las tablas de las trayectorias de los misiles de los artilleros lanzarían en combate. Desarrollaron el software, pero el mérito se lo llevaron sus colegas varones, a cargo del hardware. En 1943, el mismo año en que estas pioneras sentaban la base de la programación accesible inventando el primer set de rutinas, otra mujer sobresaliente doctorada en matemáticas por Yale se alistaba voluntariamente en el ejército americano.
Era Grace Hopper, conocida (y con razón) como la reina del software. Trabajó durante la guerra en la construcción en Harvard del Mark I (el primer ordenador electromecánico de la historia) y dedicó el resto de su vida a lograr que la informática saliera de los ámbitos científicos y militares, accesible para todo el mundo. Así, creó en 1959 el lenguaje COBOL que se basa en palabras en lugar de números. Más o menos en las mismas fechas, Margaret Hamilton empezaba a trabajar como desarrolladora de software en el MIT, donde acabó dirigiendo el departamento que puso al hombre en la luna en 1969 (gracias, de hecho, a un código que ella misma escribió). Como directora de desarrollo de las misiones Apolo y de la estación espacial estadounidense Skylab, Hamilton hizo historia no solo de la informática o la aeronáutica, también de la humanidad