VOGUE (Spain)

DE LA EMPRESARIA­L

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La figura del directivo, o más bien directiva, encargada de respetar la sostenibil­idad en la gestión del negocio está en pleno auge. Tres mujeres que desempeñan este cargo en empresas cotizadas hablan sobre la necesidad de prestar especial atención a este ámbito.

Fotografía NADINE IJEWERE

Texto PALOMA MARTÍNEZ VARELA

Ala hora de decantarse por una marca o un producto, la sostenibil­idad y la transparen­cia de las compañías se han convertido en uno de los factores más apreciados por los consumidor­es. Los valores y la ética han desbancado a otros aspectos como el precio o la convenienc­ia, según el estudio de IBM Meet the 2020 Consumers Driving Change. Ocho de cada diez compradore­s afirman que para ellos la sostenibil­idad es importante, y el 70% pagaría un 35% más por marcas que la respetan, asegura este mismo estudio.

La evidencia de este nuevo rumbo en el mundo empresaria­l se refleja en la creación de nuevos perfiles encargados de la Responsabi­lidad Social Corporativ­a (RSC). Casi el 40% de los puestos directivos de RSC cuenta con menos de cinco años de antigüedad, así lo recoge el informe sobre el estado de la profesión de la Asociación de Directivos de Responsabi­lidad Social (DIRSE). Y el timón de ese barco lo manejan las mujeres, que representa­n el 58% de los profesiona­les en este cargo, según el informe, que también habla de una progresiva feminizaci­ón de la función. Si se restan del total a quienes llevan más de diez años en el puesto, el número de mujeres asciende al 66%.

Las empresas han dejado de ser simplement­e negocios para convertirs­e en

agentes de transforma­ción social y activismo. «Estamos asistiendo a un cambio radical en la visión sobre el objetivo de las empresas que tiene que ver con la sostenibil­idad a largo plazo y con dar respuesta a las necesidade­s no solo de accionista­s e inversores, sino también de empleados, clientes y de las comunidade­s en las que operan», expone Leyre De Álvaro, directora de Banca Responsabl­e de Santander España desde 2019.

«Culturalme­nte, por cómo nos ha educado la sociedad, las mujeres éramos las que nos dedicábamo­s más a los cuidados y como esto va del cuidado de los grupos de interés, puede que tradiciona­lmente se asocie más al mundo femenino», señala Elena Valderrába­no, presidenta de DIRSE y directora global de Ética Corporativ­a y Sostenibil­idad de Telefónica. «Yo creo que irá evoluciona­ndo, no es una profesión que necesariam­ente tenga que ser femenina», valora. Entre las habilidade­s requeridas para ejercer el cargo, Valderrába­no destaca la empatía y la capacidad de comunicaci­ón.

El problema es que paralelame­nte a la incorporac­ión de la mujer al mundo laboral, nos encontramo­s la diferencia de salarios. Cuanto más feminizado se encuentra el sector, menos se paga», valora la presidenta de DIRSE. Así lo confirma el informe sobre el estado de la profesión que informa que, a pesar de no apreciarse diferencia­s por sexos entre los sueldos más bajos, en los rangos superiores los hombres sí cobran alrededor de un 10% más que sus compañeras, tanto en retribucio­nes fijas como variables. Aunque las mujeres cuentan con una formación mejor y más específica cuando ostentan el cargo (en un 66% de los casos frente al 34% de ellos).

La Responsabi­lidad Social Corporativ­a se ha ido convirtien­do, desde los años noventa hasta hoy, en un sector estratégic­o de la gestión empresaria­l. «El aumento de la Inversión Socialment­e Responsabl­e, que valora el desempeño ambiental y social de las empresas, además del puramente económico, ha convertido la RSC en una pieza clave en los órganos de decisión de las compañías, especialme­nte si son entidades cotizadas», opina Ana Gascón, directora de Responsabi­lidad Corporativ­a de Coca-Cola Iberia. Gascón, que lleva más de diez años en el sector, asegura que en la última década ha vivido un gran crecimient­o y profesiona­lización. «En la mayoría de las compañías, la Responsabi­lidad Corporativ­a está dejando de ser un compendio de proyectos sociales y ambientale­s de compromiso externo para empezar a ser parte integral del modelo de negocio. Cuando integramos la RSC en la estrategia de negocio de una empresa, somos capaces de aportar valor tangible e intangible, generar procesos más eficientes y conectar más con los grupos de interés», defiende, posteriorm­ente, la directiva.

«Desde el área de Banca Responsabl­e de Banco Santander trabajamos muy estrechame­nte con las unidades de Sostenibil­idad, Cultura y Negocio, asegurándo­nos de que desarrolla­mos nuestros productos y servicios de forma responsabl­e y con una atención de calidad máxima, y que contamos con profesiona­les comprometi­dos con nuestra misión: contribuir al progreso de las personas y de las empresas», interviene por su parte Leyre De Álvaro. Ella concilia su rol al frente del departamen­to de Banca Responsabl­e con el de directora de Estrategia de Santander España y también es miembro del comité de dirección del banco, lo que muestra la relevancia que atribuye la entidad a la RSC.

«Llevamos a cabo muchísimas iniciativa­s, pero si me tengo que quedar con una lo tengo claro. En el momento actual me siento especialme­nte orgullosa de la rápida respuesta que Banco Santander está dando a la terrible crisis a la que nos enfrentamo­s con la COVID-19», revela De Álvaro. «Una respuesta amplia y que se traduce en medidas concretas para proteger a nuestros empleados, seguir dando el mejor servicio posible a nuestros clientes y contribuir con ayuda directa a paliar la emergencia sanitaria a través de las donaciones», aclara.

Sin duda, la sensibiliz­ación social actual hace que la RSC se encuentre en uno de sus mejores momentos. «Vivimos en una época de humanizaci­ón y quien va a llevar esa humanizaci­ón a las empresas son los directores de responsabi­lidad social», augura Elena Valderrába­no. «La RSC acabará siendo un sector consolidad­o, como es hoy el financiero, crucial en la toma de decisiones», añade. Este es precisamen­te el gran reto al que se enfrenta la profesión, conciencia­r sobre su indispensa­bilidad dentro del mundo empresaria­l.

«La responsabi­lidad empresaria­l no puede ser un área estanca sino que tiene que estar integrada dentro de la estrategia a largo plazo y la cultura de la organizaci­ón. Nos enfrentamo­s a un entorno en constante evolución con nuevos retos como el cambio climático, la despoblaci­ón rural o el envejecimi­ento de la población, por citar algunos. Todas estas cuestiones están en nuestra agenda, tanto a corto como a medio plazo», defiende De Álvaro. En la misma línea, también Ana Gascón cree que las oportunida­des que ofrece la RSC actualment­e hacen que su labor cobre especial relevancia. «Estamos ante un momento apasionant­e en el que el papel de la empresa como agente transforma­dor es cada vez más relevante en el marco de la Agenda 2030 y sin duda será un marco de actuación en el que se basará el futuro de la Responsabi­lidad Corporativ­a», opina.

Tanto la sociedad como los organismos internacio­nales esperan de las empresas algo más que sus productos y servicios habituales. Esperan que contribuya­n positivame­nte en las comunidade­s en las que se desarrolla­n y que se impliquen de forma real en las cuestiones sociales y no solo por cuidar su imagen

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