Esta abuela es un icono.
El vínculo de abuelas y nietos es consustancial a la condición humana. Para algunos fotógrafos y diseñadores, estas son además el motor de sus proyectos creativos.
Existe un concepto en la antropología moderna llamado ‘la hipótesis de la abuela’, que defienden estudiosos como la profesora Kristen Hawkes, de la universidad de Utah. Esta teoría sostiene que lo que diferencia a los humanos de los primates, lo que hace que los humanos vivan más tiempo, es el papel de las abuelas. Puesto que ellas tienen un papel fundamental en la evolución cuidando a sus nietos y recolectando comida para ellos. Ese rol, que no existe entre los demás mamíferos, explica, según Hawkes, varias condiciones propias de los humanos como tener un cerebro mayor, la capacidad de aprendizaje y la tendencia a la cooperación. En resumen, que las abuelas nos hacen lo que somos. Muchos jóvenes creadores la comprarían sin dudarlo, puesto que han hecho de sus yayas el principal foco de inspiración de todo lo que hacen, y en algunas ocasiones descubrirlas como tema les ha ayudado a encontrar su propia voz. Es el caso de Kaitlin Maxwell, una joven fotógrafa estadounidense cuyo estilo recuerda a Nan Goldin. Sus fotos son buenas, pero cuando la retratada es su Grandma Candy, la cosa se pone a otro nivel. Descocada y con una larga melena platino, Candy no presenta la imagen de una abuela al uso. Nació en Indiana en una familia tradicional y religiosa y la suya fue una conquista deseada y luchada de su propia sexualidad. «Llevo cinco años fotografiándola y este acto de colaboración no hace más que acercarnos. Cuanto más la retrato, más aprendo, y cada foto abre un nuevo aspecto de nuestra relación. Veo cómo mira a la cámara y revela parte de sí misma. Es una experiencia muy íntima que ha creado una dinámica entre nosotras que antes no existía», explica Kaitlin, que describe a Candy como su mejor amiga.
Con intenciones y resultados muy distintos, también el diseñador y director creativo francés Daniel Mirzapour ha construido todo un proyecto en torno a su abuela, Iran Rabiraad, una iraní de 90 años que tiene a 300.000 seguidores pendientes de sus looks coloridos y maximalistas en Instagram, Iran Khanoom (Madame Iran, en farsi). El nieto pone los estilismos, que incluyen pendientes de medio palmo, cazadoras tejanas y botas de cowboy, y la abuela, el carisma. «Cuando hacemos las sesiones de fotos, nuestros amigos se preocupan por ella, por si se cansa, pero es ella la que si ve una cámara, salta», explica Mirzapour, que cree que su cuenta anima sobre todo a las mujeres 20 ó 30 años menores que Iran, «porque simboliza la esperanza de que la vida y la moda no se acaban con la edad». Rabiraad, casada con un general del ejército del Shah, vio cómo su marido era apresado y todas sus posesiones confiscadas cuando llegó la revolución islámica.
Aun así, decidió quedarse en el país y solo hace seis años se mudó a París, donde viven todo sus hijos y nietos.
Ella y Concha Curiel, octogenaria y madre de nueve hijos de Pilas (Sevilla) han llevado vidas totalmente distintas, pero si se vieran probablemente se entenderían. A las dos les vuelven locas los accesorios. Concha, a la que su nieto define como una ‘Lucía Bosé andaluza’ (y no solo por su pelo teñido de morado), está en el centro y en el principio de la marca de su nieto, el diseñador Ernesto Naranjo, que fue finalista de Vogue Who’s On Next en la edición de 2019. Ernesto recurrió a su abuela, a la que una trombosis dejó parcialmente paralizada hace ya 20 años, a sus tías y a su madre como modelos e inspiración en la colección que le sirvió para graduarse en el máster de moda en Central Saint Martins –las fotos se expusieron en el Palais de Tokyo de París– y para su última campaña ha recurrido a las amigas de Concha, que llevan 20 años reuniéndose los viernes en la peluquería del pueblo. «Algunas son católicas, apostólicas y llevan años y años de luto. Se lo pasaron genial vistiéndose con nuestras prendas», explica el diseñador. Para él es importante que su admiración por las mujeres de la generación de su abuela, «que han superado todo tipo de dificultades y se muestran sin filtro», no se quede en algo superficial. En su marca todo, desde el corte hasta las tallas, está pensado para hacer ropa sin edad, que les sirva también a ellas, que merecen un hueco en una industria que muchas veces les da la espalda.
Para las hermanas Elena y Mercedes Zubizarreta también fue fundamental la influencia de su abuela Matilde, para la que inventaron el apócope Mabela. El primer bolso que hicieron en su marca, Zubi, estaba inspirado en un sillón de mimbre de Mabela. Su primera colección de ropa, que lanzaron el verano pasado, calcaba las batas floreadas sin mangas que llevaba Mabela en verano y su última colección de punto recrea los niquis que se cosía usando los patrones de la revista Burda. «Ella era medio alemana, rubia, llamativa y tenía un estilo especial, muy moderno y adelantado a su época. Falleció hace una década pero la recuerdo hasta el final llena de energía, con sus vestidos de colores», explica Mercedes. Este invierno incorporarán a Zubi una serie de pantalones y faldas de punto, justo como los que llevaba Mabela