VOGUE (Spain)

Las capas recuperan su actualidad.

No participa de las tendencias, ni se constriñe en temporadas. Enfundarse una capa española ha sido, es y será, un gesto atemporal cargado de elegancia y, por supuesto, de actualidad.

- NURIA LUIS

Pocos gestos estilístic­os pueden gozar en 2020 de tanta vigencia como el de embozarse. Habrán pasado siglos, pero al calor de las tendencias, la capa regresa a la palestra. Y con ella, un ademán tan propio como la versión más castiza de esta prenda histórica. Ha vestido a literatos y se convirtió en motivo (enmascarad­o) de insurrecci­ones, como el motín de Esquilache. Pero ahí sigue la capa española, sin una mota de polvo del pasado que empañe esa elegancia absoluta.

En realidad, no se puede hablar de retorno cuando la prenda nunca se fue por completo. De eso se lleva asegurando la firma Seseña desde 1901. Casi ciento veinte años después, las continúa fabricando respetando las caracterís­ticas tradiciona­les de la capa española, con su esclavina, una sobrecapa que cubre los hombros, los broches charros que lleva a ambos lados del cuello, su vuelo entero. Pero por encima de todo destaca su materia prima, la lana merina de Béjar, con el mismo origen salmantino que los broches que la acompañan. El abatanado es otro de sus rasgos distintivo­s, una técnica que apelmaza la lana para conseguir su máxima suavidad, fluidez y caída.

En el repertorio de la histórica tienda madrileña pueden encontrars­e versiones como la capa española más clásica, la que lleva por nombre el año de su fundación. También la Pablo: sus bordados son los de la que lució Pablo Picasso. «Está enterrado con una capa nuestra», comenta Marcos Seseña, actual director de la empresa y cuarta generación al frente de la casa textil. De hecho, Picasso tuvo dos capas suyas. Una, la que le regaló el torero Luis Miguel Dominguín, y otra, la que encargó la última esposa del pintor, Jacqueline Roque. Eran

finales de los años 50. Por aquel entonces, el artista estaba exiliado en Francia, y fue a través de un jugador del Real Madrid, cuenta el director de Seseña, por el que la segunda capa le pudo llegar finalmente. La versión clásica sigue postulándo­se como el modelo más vendido de la firma, pero los nuevos tiempos exigen ampliar la mirada más allá del pasado. En otros diseños, prescinde de la esclavina, incluye botones y aperturas o estampados más festivos.

También se adapta para amoldarla al ADN propio. Es el caso de Oteyza, finalista del premio Vogue Who’s on Next de 2019, y otra de las firmas españolas que ha hecho de esta prenda uno de sus sellos de identidad. ¿Sus licencias? Una sola costura, la central en la espalda, «porque nos dimos cuenta de que la belleza del paño era dejarlo lo más libre posible en su caída y en su movimiento. Le hemos quitado peso, hemos desengrasa­do el paño y hemos utilizado colores más naturales y sostenible­s», explica Paul García, cofundador de la marca. ¿Cómo se actualiza en 2020 una prenda con tanta solera? La imagen juega un papel fundamenta­l, además de la necesidad de traducirla en un mensaje urbano y moderno. Para Oteyza, una de las claves radica en unirla a otras de sus creaciones, hacerla partícipe de una idea y de una visión contemporá­nea. «Primero hay que explicarla, enseñar cómo se puede poner y combinar. Es como un buen zapato o un buen bolso, te viste entero y te aporta elegancia. Cuando aprendes a tener agilidad con ella, tiene muchísimo rollo. Te la puedes poner con zapatillas, con pantalón vaquero... es muy funcional. Además, es un paño que no se arruga», comenta García al ser cuestionad­o sobre el secreto para hacerse un hueco entre el público más joven. Aunque lo suyo ya es un hecho: la clientela que se hace con una de sus capas también se encuentra entre los 25 y 30 años. Estas prendas se siguen haciendo artesanalm­ente, cortadas a mano una a una, a tijera sobre tiza, como el método sastre. Aquí radica, según Marcos Seseña, otra de las claves para meterse en el bolsillo a las próximas generacion­es: «Se vuelven a apreciar las cosas hechas con calma, que cuestan un poco más. Mucha gente valora tener algo distinto. Siempre se ha tenido en cuenta, pero ahora se estima mucho más la diferencia­ción, la exclusivid­ad», sostiene el diseñador

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 ??  ?? En la página anterior, arriba, capa azul y blanca de Oteyza. Abajo, Álvaro y Luis de Figueroa y Griffith, hijos de la condesa de Romanones, en Vogue USA, en 1967.
En la página anterior, arriba, capa azul y blanca de Oteyza. Abajo, Álvaro y Luis de Figueroa y Griffith, hijos de la condesa de Romanones, en Vogue USA, en 1967.

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