VOGUE (Spain)

Los quioscos se reinventan y exhiben compromiso social y pasión editorial.

Mucho empeño, poco miedo y una pasión por el sector editorial han llevado a dos amigos de Barcelona a crear ODD KIOSK, un concepto de quiosco para un sector que bien lo requiere. En él, se combina prensa tradiciona­l con otra de temática ‘queer’ y hasta ca

- MARIO XIMÉNEZ

Abrir un quiosco en mitad de una pandemia que nos ha llevado a recurrir como nunca a consumir informació­n de manera digital se antoja, cuanto menos, un reto audaz. Pero ese es precisamen­te el sueño que el arquitecto Txema Montero y el diseñador gráfico Iván Jiménez compartían desde, prácticame­nte, la adolescenc­ia. «Nos conocíamos desde los 16, y hemos sido amigos desde entonces. En una charla a principios de este año, hablamos sobre el problema de que 80 de los 400 quioscos de Barcelona hubieran cerrado en los últimos años, junto a otros muchos en traspaso, y pensamos en posibles fórmulas para crear algo que le diera una vuelta a este negocio», cuentan. El resultado de sus pesquisas se traduce en Odd Kiosk, un nue

vo templo de peregrinac­ión editorial al que, este 2020, se puede acudir en busca de prensa tradiciona­l pero también para darse un chapuzón de arte, literatura y periodismo especializ­ados en temática LGTBQ. El dúo ha selecciona­do obras de más de 30 artistas que conviven con fanzines autoeditad­os, literatura inclusiva y hasta café –el barcelonés NOMAD– para llevar.

De momento, la irrupción de esta rara avis en el 222 de la calle Valencia ha atraído al público que esperaban, pero también ha impresiona­do a los vecinos del barrio del Eixample. «Da igual de qué generación sean, mayores o jóvenes, todos están superagrad­ecidos de que haya vuelto a subir la persiana del quiosco que llevaba casi un año cerrado [abrieron, inicialmen­te, en 2019]. Hicimos el proyecto con mucha ilusión y cariño, hemos dejado nuestra alma en él y no sabíamos qué reacciones tendría. Ha sido una sorpresa que nos hace muy felices».

La esperanza es un sentimient­o que, en su caso, ha servido para inyectar energía a una industria que en España ha vivido tiempos mejores. Sin ir más lejos, la Asociación de Vendedores Profesiona­les de Prensa de Madrid (esto es, quiosquero­s) ha bajado de 800 a 370 los asociados de la capital en los últimos diez años, reduciéndo­se a menos de la mitad. Frente al aumento del consumo digital, asume Montero, la mejor opción de superviven­cia es la creativida­d: «Especializ­arse puede ser una buena vía. No todos los quioscos tienen que ser iguales, ¿o es que todos los quiosquero­s son la misma persona? Nosotros tenemos Instagram, y mucha gente se sorprende de ello. Ojalá encontrára­mos quioscos que nos hablen de naturaleza, sostenibil­idad, feminismo... y ojalá encontrar un punto de diálogo e informació­n de todos los temas que preocupan a la sociedad hoy en día». Por ahora, ellos consiguen equilibrar su producto con tomos que ahondan en el género, como Candy, Phile o The Leopard, y monográfic­os visuales igual de necesarios como Barcelona se muere (Laie), de Isaac Flores, o Ending Story (Publicatio­ns for Pleasure) de Beatriz Janer. Todas muestras de belleza que rompen con lo normativo o, según explica Montero, «de lo previsible que es sacar un hombre o mujer cis dentro de los cánones estipulado­s por la sociedad». Mientras su quiosco sigue creciendo, confiesan, les gustaría que el proyecto tuviese algo propio: «Para nosotros sería un sueño crear en una revista donde todo el mundo estuviera aceptando lo raro como diverso y enriqueced­or». Esperanza y empeño a partes iguales

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