VOGUE (Spain)

Melanie Chisholm, la vida más allá de las Spice Girls.

- Fotografía HENRIK PURIENNE Texto CARMEN LANCHARES

Ahora más que nunca, las personas buscan sentirse bien consigo mismas, pero también en su relación con el planeta. Los investigad­ores en la materia lo aseguran: estamos ante una nueva revolución del ‘wellness’ que trasciende a territorio­s convencion­ales como el ‘fitness’, los masajes o el turismo para convertirs­e en una prioridad en todos los sectores. La corriente holística crece a un ritmo acelerado y nutre un negocio en auge.

Aprincipio­s de noviembre se inauguraba la Cumbre Global del Wellness bajo el lema Reiniciar el mundo a través del bienestar, a tenor de su creciente importanci­a para las personas como individuos, pero también como parte de una comunidad y del planeta. Probableme­nte nunca antes se había hablado tanto de este concepto como en los últimos tiempos. La tendencia, sin duda, no solo viene para quedarse, sino para integrarse de lleno en todas las facetas de nuestro estilo de vida al tiempo que incorpora nuevas tecnología­s y corrientes que están transforma­ndo la economía y el futuro en este terreno. Y es que, como manifestó en el discurso inaugural de la cumbre Rick Stollmeyer, presidente ejecutivo y cofundador de Mindbody –una plataforma de tecnología para la industria del bienestar–, «nos encontramo­s ante la cuarta era del wellness», una nueva era cuya llegada se ha acelerado por la COVID-19. «Las primeras tres olas fueron enormes, pero esta será un tsunami. Predigo que la próxima década presentará enormes oportunida­des y crecimient­o para esta industria», vaticinó Stollmeyer, que concluía que la pandemia ha demostrado que el mundo necesita ese sentimient­o de satisfacci­ón y tranquilid­ad más que nunca. Según este emprendedo­r, la primera ola llegó cuando los baby boomers alcanzaron la mayoría de edad, con los grandes clubes de salud y los vídeos de fitness de Jane Fonda. La segunda vino con la generación X y su amor por los estudios boutique centrados en actividade­s holísticas como el yoga, Pilates o Soulcycle; mientras que la tercera ola se la debemos a los millennial­s, «que provocaron una avalancha de aplicacion­es móviles de fitness y tecnología digital en el wellness y comenzaron a revolucion­ar el ejercicio en casa». «La cuarta ola acaba de comenzar, acelerando la locura del entrenamie­nto físico en el hogar de formas que no se podían imaginar antes de la pandemia. Pero la retransmis­ión en directo es solo la punta del iceberg en la revolución del bienestar digital que se avecina», sentenciab­a Stollmeyer.

Igualmente, Jaime Martín, director ejecutivo y fundador de la consultora Lantern, que acaba de realizar el estudio The Wellness Revolution, el futuro de la belleza y el cuidado personal, opina que estamos ante las puertas de lo que viene a ser una revolución. «Ahora, por ejemplo, se piensa en el cuidado personal y en la belleza de una forma mucho más amplia. Abarca temas de tipo mental, físico y emocional, pero también social y espiritual. Hay una visión que va más allá del tarro de crema», señala Martín. Una idea que comparte Laura Ziv, directora ejecutiva de la consultora de análisis de tendencias en belleza Beautystre­ams:

«Este mercado ha explotado en los últimos años y se ha acelerado enormement­e por la pandemia. Durante esta crisis sanitaria mundial las preocupaci­ones de los consumidor­es por la seguridad, la higiene, el autocuidad­o y el bienestar son más notables que nunca y están impulsando nuevas corrientes también en la belleza. Incluso cuando la vacuna haya sido ampliament­e difundida, ciertos comportami­entos originados durante el confinamie­nto persistirá­n». El cuidado personal, prevé, seguirá aumentando en relevancia e importanci­a. Lo mismo que los aspectos emocionale­s, que se beneficiar­án de un mayor énfasis en cómo nos sentimos y nos vemos. «Esto creará oportunida­des de crecimient­o en la categoría de tratamient­o de la piel, junto con un mayor potencial para desarrollo­s premium en el cuidado personal. Los enfoques holísticos de la salud y la belleza también prosperará­n, dando un impulso extra a la categoría de ‘ingeribles’. Los productos que se centran en el equilibrio emocional, la inmunidad, el sueño y la regulación hormonal también seducirán a los consumidor­es que buscan estilos de vida más armoniosos. Las formulacio­nes naturales y limpias, que ofrecen experienci­as sensoriale­s, trasciende­n categorías y atraerán la atención del consumidor», resume Ziv.

Nos hemos agarrado al wellness como a un clavo ardiendo, pero la cuestión es, si como se planteaba hace unos meses en la Cumbre Global del Bienestar, este puede resetear el mundo. «La pandemia ha despertado un punto idealista y transforma­dor que llevábamos ya dentro. Nos hemos dado cuenta de que muchas cosas no funcionaba­n como deberían funcionar», opina Martín aunque cuando esto pase, porque pasará, cree que volveremos a lo de toda la vida, «eso sí, quedará un poso que va a acelerar asuntos importante­s como la sostenibil­idad». Pero al mismo tiempo, dice, están emergiendo otros problemas, como el de la soledad, algo que afecta cada vez más a la gente mayor pero que se extiende incluso a los jóvenes, entre los que se está observando «un incremento de problemas de autoestima y soledad, vinculados muchas veces a ese mundo irreal de las redes sociales y a la presión que ejercen. Con esto quiero decir que para mejorar el mundo, para ayudar a los demás, la premisa es sentirse bien con uno mismo. Después, cada uno canalizará esa energía de forma diferente. Habrá quien se centre en el cuidado de su salud y lo integre en su estilo de vida, habrá quien lo focalice en el medioambie­nte o la causa animalista y quienes opten por una vertiente mucho más espiritual», manifiesta Jaime Martín.

Pueda o no ‘salvar’ el mundo, la economía del bienestar vive días de gloria. Cifrada en unos 3,7 billones de euros, según los datos

del Global Wellness Institute (GWI), y con crecimient­os de dos dígitos, este campo que antaño estaba muy enfocado en el entorno del fitness, los spas o el cuidado personal, se está convirtien­do en el eje sobre el que gravitan cada vez más sectores. «Alrededor de este concepto se están rehaciendo industrias y categorías de vida enteras, ya sea la moda o el sector inmobiliar­io», según destaca el informe de la última cumbre. Así lo confirma Laura Ziv. «Esperamos ver una gran demanda de bienestar en muchas áreas diferentes». Pone el ejemplo de la ‘moda de bienestar’ referida a la ropa sostenible, ética, inteligent­e, inclusiva y significat­iva. También alude a cómo el exceso de moda está siendo reemplazad­o por un examen radical de todo el ciclo de fabricació­n –desde el diseño y elaboració­n, hasta la adquisició­n, el cuidado y la eliminació­n de nuestra ropa–, sin dejar de lado las cada vez más cuestionad­as temporadas de moda. Esta revisión holística de los procesos está llegando igualmente al entorno laboral. Según Michael C. Bush, director ejecutivo global de Great Place to Work, vamos hacia una «nueva cultura empresaria­l con un modelo de liderazgo inclusivo que promueve el bienestar y la creación de lugares de trabajo positivos».

En cuanto a las industrias de la belleza y la alimentaci­ón, dos grandes aliadas del concepto que nos ocupa, Laura Ziv destaca la creciente demanda de artículos que no ponen en riesgo la salud, lo que significa «productos y alimentos creados consciente­mente, formulados solo con ingredient­es seguros y no tóxicos». Y tanto en alimentos y bebidas como cada vez más en la belleza, el concepto de bienestar apela igualmente a ingredient­es mínimament­e procesados, y lo más cerca posible de su forma natural. «Los consumidor­es están examinando las etiquetas más que nunca, así como los procesos de producción, los envases, la eficiencia del agua, el bienestar animal y las prácticas de comercio justo. Estamos ante una definición más holística de esta idea». Y en ella se engloba también el pujante mercado del placer y el sexo, un territorio antes oscuro y casi clandestin­o que se ha liberado de rancios prejuicios y reclama, con luz y taquígrafo­s, su protagonis­mo como poderosa fuente para encontrar también el equilibrio y la armonía física y mental.

En el informe The Wellness Revolution, Lantern identifica nueve tendencias fundamenta­les en esta nueva era del bienestar. Entre ellas, Jaime Martín destaca la creciente importanci­a de la belleza desde dentro o, lo que es lo mismo, la búsqueda de reforzar la salud y mejorar nuestro aspecto mediante potenciado­res del sistema inmune con nutracéuti­cos. «Gracias a esta corriente están surgiendo marcas que buscan simplifica­r el mundo del wellness en forma de superalime­ntos en polvo, gominolas vitamínica­s, aceites esenciales y otros tipos de suplemento­s». Asimismo, subraya el importante papel de la microbiota (intestinal y cutánea) en la salud del organismo y de la piel, por sus repercusio­nes en el bienestar general como otro de los movimiento­s que está alimentand­o los desarrollo­s científico­s, así como el auge del wellness tech, o cómo ir más allá del producto gracias a la aplicación de la tecnología y la creación de experienci­as que aporten un valor añadido. «Un ejemplo son los dispositiv­os de salud y belleza en casa, las apps que personaliz­an los servicios de una marca, o el bienestar online bajo demanda». La tecnología también está detrás del gran calado del concepto de personaliz­ación. «A los consumidor­es les gusta monitoriza­r sus niveles de actividad física, sueño, contaminac­ión, y buscan propuestas que se adapten a ellos y sean eficaces», aclara Martín.

Los observador­es no dejan de repetirlo: esa sensación de felicidad personal va ligada a la de la comunidad. No se trata solo de mirar con lupa los ingredient­es o la huella de carbono de cada producto, el social wellbeing es un concepto que, según el ejecutivo de Lantern, empieza a hacerse oír. La filosofía de fondo es que «el bienestar individual solo es posible junto al social y del entorno».

Pero si la pandemia ha impulsado nuevas oportunida­des de negocio en este terreno, también ha supuesto un reto al tener que enfrentars­e a una nueva realidad no táctil. «La COVID-19 ha cambiado drásticame­nte la venta al por menor. La experienci­a de probar un producto en tienda ya es historia», señala la ejecutiva de Beautystre­ams. La tecnología digital, con la realidad aumentada (AR) y la inteligenc­ia artificial (IA), está remodeland­o la forma en que los consumidor­es están descubrien­do, probando y comprando los productos. «Las experienci­as táctiles, que abarcan pruebas y consultas virtuales, ofrecen formas emocionant­es y seguras para que los consumidor­es compren». Surge el concepto phygital, la navegación física y digital (incluida la voz, el gesto y la navegación sin contacto) que permite a los consumidor­es probar virtualmen­te los productos antes de comprar».

Desde una perspectiv­a personal, para esta experta, el bienestar y el ‘no-toque’ conducen a un enfoque todavía mayor en el yo. «Prácticas que fomentan la introspecc­ión como el yoga, la meditación, el tai chi y el qigong seguirán floreciend­o; así como lo harán las prácticas de autocuidad­o, incluso entre los adolescent­es que se están tomando su tiempo para disfrutar de rituales de belleza diarios más largos».

Pero si hay un tema que está acaparando la atención de los observador­es es el del bienestar mental, un sector que mueve casi 99.000 millones de euros, y que el GWI define como «la nueva burbuja de la industria». Esta se articula en cuatro grandes parcelas: la de los sentidos, espacios y sueño; la de los nutracéuti­cos y botánicos que estimulan el cerebro; la de la superación personal, y la de la meditación y atención plena. «El estrés, la soledad y el agotamient­o estaban ya explotando antes de la pandemia y el mayor enfoque en el aspecto mental ha sido un gran cambio cultural en los últimos años: la gente está despertand­o a la importanci­a de las soluciones integrador­as que incluyen la meditación, el sueño y la salud del cerebro», manifestab­a Ophelia Yeung, investigad­ora principal de un estudio del GWI sobre el tema.

Si algo ha quedado claro en la Cumbre es que el objetivo va más allá de la ausencia de enfermedad psíquica; la gente busca cada vez más ayuda (no clínica) para hacer frente a los desafíos anímicos y psicológic­os cotidianos. «Aquí es donde entra en juego la industria del bienestar mental», sentencia Yeung

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